-Yo también quería preguntarte. ¿Por qué tienes tanto miedo de que esté aquí? Aunque Natalia había bajado la voz, Jazmín seguía sintiéndose intimidada por ella.
-¡No lo estoy! ¡No seas tonta! ¿Por qué debería tener miedo de ti? -Se reafirmó, aunque había un rastro de desconfianza oculto en su voz. Tenía la sensación de que Natalia ya no era la misma de hace cinco años, pero no podía precisar su cambio.
Por la reacción de Jazmín, Natalia se dio cuenta de que estaba mintiendo. Sin embargo, no podía entender por qué. Cuando el evento estaba a punto de comenzar, recordó que aún tenía algo que atender, así que aflojó su agarre sobre Jazmín y entró en la sala de banquetes.
Por su parte, Jazmín dio un fuerte pisotón de rabia mientras sus ojos seguían la figura de Natalia que se desvanecía entre la multitud. Justo entonces, Isabel Lafmur se acercó a ella por detrás y la saludó: —Señora Sainz, ¿por qué sigue aquí? El evento está a punto de empezar.
-He venido a tomar aire. -Cuando Jazmín se giró para mirar a Isabel, el millonario collar de diamantes que ésta llevaba en el cuello llamó su atención. En ese instante, le vino una idea a la cabeza.
El acto benéfico de recaudación de fondos comenzaba a las ocho y media, y el anfitrión estaba dirigiendo a los asistentes al salón.
A primera vista, parecía un simple acto benéfico de recaudación de fondos, pero todos ellos sabían que la familia Lafmur estaba celebrando el banquete para buscar a su próximo socio potencial para el proyecto.
Todos se habían preparado para la feroz competencia que se avecinaba con otras empresas, excepto Natalia, que estaba sola en un rincón, ya que sólo había venido a visitar a un viejo amigo de su mentor: Alfredo Lafmur, el patriarca de la familia Lafmur.
Ya había transcurrido la mitad del evento de recaudación de fondos, pero los Lafmur aún no aparecían por ningún lado. Con eso, Natalia adivinó que sólo la persona que más donara esta noche tendría la oportunidad de conocerlos.
Parece que sólo podría encontrar otra forma de conocer a Alfredo. Mordiéndose los labios, Natalia estaba sumida en sus pensamientos. No se dio cuenta de que un camarero con una bandeja de plata venía en su dirección y chocó con él por accidente.
De repente, la gente se agolpó a su alrededor. No pudo evitar fruncir las cejas al tener un mal presentimiento.
En ese momento, Isabel se abrió paso entre la multitud y se enfrentó a Natalia.
-Devuélvemelo —exigió.
-¿Dar qué? -Natalia estaba confundida ya que ni siquiera sabía quién era esa señora.
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