Una segunda oportunidad romance Capítulo 76

‘... Podría simplemente pedírselo’, pensé, mirando mi reflejo en el espejo.

Después de esa noche, Aleric y yo habíamos acordado que teníamos que idear un plan para liberarme del collarín... así como destituir a Tytus como Alfa en el proceso. Por razones obvias, permitirle proceder a marcarme estaba fuera de cuestión, independientemente de los términos en los que Aleric y yo estábamos en ese momento. Y por eso habíamos llegado a la conclusión de que era el momento. El momento para que Tytus renuncie y así tener un cambio real.

… Pero en ese momento solo nos quedaba pensar en la forma de lograrlo.

Ya había pasado horas estudiando diferentes ideas, pero la mayoría de las veces no había nada. Todas ellas o bien no funcionaban, o bien eran moralmente cuestionables.

… Y así fue como finalmente me quedé mirando fijamente mi reflejo, contemplando algo que normalmente nunca habría considerado.

Pedirle ayuda a mi antiguo yo.

La chica a la que no había oído hablar en meses, pero que seguía siendo parte de mí. No, espera... eso no era del todo correcto... Ella era yo. Solo una parte de mí que mi cerebro había conjurado, creando una entidad separada para poder vivir conmigo misma y con todo lo que había hecho.

‘Ella sería más adecuada para esto’, pensé, tocando mi mejilla. ‘Ella siempre tenía una idea o una estrategia para resolver los problemas más difíciles del pasado. Y los tiempos límites solo la hacían trabajar con más eficiencia’.

… Pero ¿acaso quería su ayuda?

Ella había sido un instrumento del caos manejado por un lunático. Lo único que ella realmente sabía era cómo tener éxito por cualquier medio posible. Sin importar el costo. Sin importar a quién matara en el camino. Lo único que le importaba era que su Aleric reconociera su existencia.

Yo no quería que las cosas volvieran a ser de esa manera. Solo porque Aleric y yo estábamos trabajando juntos de nuevo no significaba que permitiera que las cosas se repitieran. Ya había aprendido por las malas que a veces las soluciones más fáciles en política solo iban a crear más conflictos después.

Pero él me había hecho un juramento. Necesitaba creer que cumpliría su palabra. Era cierto que aún no podía estar absolutamente segura de que no cambiaría de repente un día, pero ¿no conocía técnicamente mejor a este Aleric? ¿No podía al menos darle el beneficio de la duda? Habíamos pasado más tiempo juntos en esta vida que en el pasado. Había podido conocer de primera mano su capacidad de paciencia, de bondad, de hacer lo que creía correcto, aunque le doliera. Había aprendido sobre su humor, su risa…

Esos eran pequeños lujos que nunca me había permitido ver antes de esta vida. Cosas que lo hacían de repente mucho más humano en lugar del monstruo que yo solía percibir.

Entonces suspiré y me alejé del espejo.

No, tenía que hacer esto por mi cuenta.

Pero ¿cómo había logrado pensar en planes tan elaborados en el pasado? Había puesto de rodillas a todo un país... ¿Y aún así, estaba teniendo problemas con un Alfa? ¿Era porque todavía me sentía atada a Tytus, mi Alfa, incluso después de todo lo que había hecho?

Pero sabía que eso no era cierto. Lo había estado pensando por un tiempo, pero la noche en la que me había liberado de la orden del Alfa Aleric para alejarme de Thea había sido la misma en la que, sin darme cuenta, también me había liberado un poco de Tytus. Definitivamente aún sentía la conexión con la manada. Es solo que su control sobre mí ya estaba... disminuido. Una peculiaridad de mi marca. Estaba segura de ello.

Había documentos esparcidos por toda la mesa del comedor, pedazos de información que les había pedido a Aleric y Lucy que adquirieran para mí, ya que yo ya no estaba al tanto de los asuntos actuales del país. O tal vez era solo que parte de mi información no era del todo relevante, ya que los incidentes aún no habían ocurrido.

Así que me quedé mirando fijamente las páginas que tenía delante, contemplando el diseño tan familiar que no había visto en tanto tiempo.

...Y, finalmente, pensé en la respuesta a la pregunta que me había hecho antes.

Como un juego.

Ella solía ver la guerra y la política como un rompecabezas, algo que había que resolver y que tenía una recompensa para ella al final. Noche tras noche ella se sentaba en su escritorio... imaginaba todo en su cabeza... y era capaz de ver y predecir cómo reaccionarían ciertas personas... dónde podrían moverse. Ella utilizaba cualquier medio y a todos los que estaban a su disposición para conseguir el resultado que Aleric quería.

… Pero yo no quería hacer eso. Ya había jurado una vez no volver a caer en esa mentalidad después de la última guerra. Esta guerra fue la que me hizo ver que Aleric solo me había estado utilizando todo el tiempo, la que me hizo darme cuenta de que mis piezas en el tablero eran personas vivas que respiraban.

¿Así que era por eso por lo que me estaba conteniendo todavía? ¿Miedo al daño que era capaz de causar? ¿De convertirme en ella una vez más?

Es cierto que, desde que había vuelto al pasado, había elaborado pequeñas estrategias de vez en cuando, pero no había hecho nada parecido a lo que solía hacer en el pasado. Desde mi regreso al pasado, había puesto a prueba la lealtad de Lucy con té “envenenado”, había explotado gobiernos y le había tendido pequeñas trampas a potenciales espías, pero no había hecho nada excesivamente significativo. No realmente. Y creo que una parte de la razón puede haber sido esa promesa a mí misma... Esa promesa de no dejarme convertir en esa persona de nuevo.

Me senté lentamente en el escritorio que tenía delante, luego mis ojos recorrieron todos los documentos que tenía delante, y mis manos se movían sobre las páginas. Me sentí casi igual que en el pasado, las palabras me llamaban, ofreciéndome ayuda para ver lo que necesitaba. Pensar en lo que necesitaba.

… Pero esta vez podríamos hacerlo de la manera correcta, ¿no? ¿Encontrar una solución que no implicara lastimar a todos los demás en el proceso para conseguir lo que queríamos?

Así que cerré los ojos... y rompí otra de las promesas que me había hecho a mí misma.

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“... ¿Sabes lo que es el acónito?”, le pregunté a Aleric unos días después.

Estábamos caminando por el jardín, con el sol en lo alto, disfrutando ambos del aire fresco.

Le había hecho una petición personal para que diera un paseo conmigo ese día. Aunque eso no quería decir que no tuviera otras razones para la abrupta invitación.

“... ¿Te refieres a... el veneno?”, preguntó él con confusión y me miró con preocupación.

Sonreí. “Sí, eso mismo”.

“... ¿Aún estamos discutiendo el plan de destituir a Tytus como Alfa?”.

Me reí. “Sí, lo estamos haciendo. No te preocupes, no es lo que piensas. ¿Estás familiarizado con lo que realmente hace el acónito?”.

“¿Acaso me veo como un médico?”, respondió él retóricamente. “Lo único que sé es que hay que evitarlo. Literalmente dice todo lo que necesito saber con su otro nombre: ‘matalobos’”.

“Está bien, bueno, no soy la mejor en herbología, así que tómate lo que digo con pinzas, pero lo interesante del acónito es que ralentiza el corazón... hasta el punto de ser letal si no se tiene cuidado”, le expliqué. “En los hombres lobo ese punto letal es muchísimo más rápido, por eso es tan peligroso para nosotros. Pero en pequeñas dosis, en realidad funciona de forma similar a la plata. Se mueve dentro de nosotros, lo que nos ralentiza y nos vuelve más débiles. Hace que seamos más... obedientes”.

“¿Ese es tu plan? ¿Quieres envenenarlo?”.

“Bueno, no... ese no es mi plan. No todo el plan, al menos”, corregí lentamente. “Solo una parte del mismo”.

“Acabas de admitir, justo antes de sugerir esto, que no eras tan buena en la herbología”, señaló él. “¿Y quieres administrarle de alguna manera una dosis tan precisa que no lo mate... que solo lo debilite? ¿Y luego qué?”.

“Espera un segundo, ¿está bien? Estoy llegando a esa parte”, dije, tomándome un momento para tocar una de las flores que estaban a nuestro lado mientras pasábamos. Estaba entrando en otoño, así que sabía que todas morirían pronto. El aire más frío ya estaba entrando mucho antes de lo previsto, lo cual era evidente al ver cómo enfriaba el collarín metálico que me rodeaba el cuello.

“Dijiste que no eras médico, pero no olvidemos quién lo es”, continué. “Para que mi plan funcione, tenemos que involucrar a más personas además de nosotros. Es imposible no hacerlo. Como mínimo, para hacernos con el control, necesitaríamos el apoyo general de la manada, pero, en particular, hay también varias personas que son fundamentales para ayudarnos a alcanzar este objetivo. Como por ejemplo, en este caso con el acónito... se necesitaría alguien como mi madre”.

Él se detuvo en seco para mirarme con el ceño fruncido. “Aria... ¿estás segura? ¿Tu madre? ¿Qué pasa si algo sale mal?”.

Me mordí el interior de la mejilla y lo pensé de nuevo. “Ella es la mejor persona para el trabajo... quizás la única persona, dado su cargo de médico principal. Además, aunque intentara conseguir a otra persona, lo más probable es que ella insistiera en hacerlo, de todos modos. Tampoco podemos olvidar que tenemos que ceñirnos exclusivamente a personas en las que podamos confiar. La única forma en que preveo que mi plan se vuelva peligroso de alguna manera es si alguien lo filtra demasiado pronto... de ahí que necesitemos a mi madre”.

Él me sostuvo la mirada durante unos segundos más antes de apartar finalmente la vista y continuar caminando.

“De acuerdo, está bien... Entonces, ¿cómo va a funcionar?”, preguntó él.

“Haré que mi madre le envíe un memorando a Tytus solicitando su presencia en una revisión anual, algo que es obligatorio para los Alfas si se emite”, procedí a contarle. “Según los documentos que has logrado conseguir para mí, aún no se ha sometido a la revisión anual. Una vez que él llegue, mi madre le administrará el acónito, que con suerte estará mezclado con algo más para prolongar un poco los efectos. Esto significará que al día siguiente, él día de mi cumpleaños dieciocho, él estará debilitado. Pero solo será una pequeña dosis para lo que necesitamos. Es importante que no sienta al instante una diferencia notable”.

“¿Tu cumpleaños? ¿De verdad quieres esperar hasta tu cumpleaños dentro de unos meses para destituirlo? ¿No es eso... un poco arriesgado?”.

“Desgraciadamente, no tenemos elección”, dije. “El único plan que garantiza que Tytus salga ileso de esto gira en torno a que primero me quiten el collarín, algo que va a ser imposible antes de mi cumpleaños. Él lleva la llave consigo en todo momento, así que la única oportunidad que vamos a tener es en ese pequeño momento entre que me quita el collarín... y cuando espere a que me marques”.

“... ¿Y luego qué?”.

Me detuve y me giré para mirarlo directamente. “... Y entonces le ordenaré que renuncie a su título y nos entregue la manada. Tal vez incluso lo exilie a vivir su vida en otro lugar lejos de la manada Neblina Invernal para que no interfiera”.

Sus ojos se entrecerraron ligeramente mientras trataba de entender completamente lo que estaba sugiriendo. “Pero... Aria, no te ofendas, pero yo estuve allí la última vez que intentaste darle una orden a alguien. Te costó varios intentos y te dejó casi desmayada en el suelo. Y eso fue solo contra un guerrero sin rango. ¿Cómo esperas usar eso contra Tytus, un Alfa?”.

“... He estado practicando”, admití, un poco culpable por haberme olvidado de mencionarlo antes.

La sorpresa cruzó instantáneamente sus rasgos y no lo culpé. Sinceramente, a mí también me seguía sorprendiendo que fuera capaz de acceder a la habilidad, sobre todo teniendo en cuenta que el collarín debería haberlo hecho imposible.

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