Vendida al mejor postor romance Capítulo 3

— Solamente serán necesarias las cosas de limpieza, en el psiquiátrico se le pone uniforme.

— Muy bien.

La niña Anayanci trataba de mantenerse fuerte y el joven Jorge igual pero cuando la sacaron ella estaba consciente.

— ¿Me llevan a pasear? — preguntó ilusionada — ¿Adónde vamos?

Al escucharla no pude contener las lágrimas entonces me acerqué a ella y le di un beso en su cabeza blanca.

— La quiero mucho señora Amalia.

— Yo también mi niña y perdóname por lo que te hice

Ella me abrazó pero de repente cambió y me estaba ahorcando, los muchachos la sostuvieron fuertemente y ahí fue cuando el joven Jorge se desmoronó.

— Joven…

Él me abrazó fuertemente mientras sus lágrimas caían por mi cuello, yo correspondí el abrazo y no pude evitar llorar.

— Shhh todo va a estar bien, joven.

— No quiero que se vaya.

— Es lo mejor para ustedes, créame.

Una vez que se la llevaron mire como la niña Anayanci se puso peor que el joven Jorge, sin embargo logró reponerse.

— Tenemos que ser fuertes Jorge.

Ellos no tenían a nadie más que ellos mismos, tomé mis cosas y me despedí de ambos.

Me fui de esa casa y me sequé las lágrimas que todavía recorrían mis mejillas, espere el bus que me llevaría a mi hogar y una vez que llegó subí, me bajé en el sitio de siempre y empecé a caminar tranquilamente.

Me detuve en un bar bastante caro de la ciudad, al ver quién estaba ahí me sorprendí y pude sentir como la rabia se apoderaba de cada rincón de mi ser y sin dudarlo dos veces entré al sitio.

— ¡Carlos! — le grité fuerte y él me miró — me puedes decir qué demonios estás haciendo aquí.

— ¿Qué te importa? Ahora lárgate porque no te quiero ver — él me empujó — aquí no es sitio para monjas como tú.

— ¡Suficiente! ¡Nunca más me vuelvas a empujar o a tocar de la forma que lo hiciste!

Le dejé ir una bofetada que resonó en todo el sitio, el gerente al ver el escándalo que estábamos haciendo terminó por corrernos, tomé un taxi y al llegar a la casa seguí con la discusión tan acalorada que empezamos en aquel sitio.

— ¡¿Qué sucede?! — preguntó Lina — ¿Por qué te atreves a tratar de esa forma a tu hermano mayor? Recuerda que él es el hombre de la casa.

— ¿El hombre de la casa? — dije irónicamente — pues para que lo sepas, el hombre de la casa se fue a gastar el dinero que le había estado dando todo este tiempo para las cosas de la universidad, en un bar bastante caro, cuando le reclamé se atrevió a empujarme sin ninguna consideración, tengo mas huevos yo que él.

Capítulo 3 1

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