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Capítulo con escenas +18. Si no te gusta leer ese tipo de cosas, sin problema alguno puedes saltarte esa parte. Pero si decides leer el capítulo completo, entonces será bajo tu responsabilidad.
Giro sobre mi propio eje, encontrándome con unos penetrantes ojos color esmeralda mirándome con auténtico deseo.
— ¿Q-Qué es-estás haciendo aquí? —tartamudeo nerviosa por su cercanía.
— Quise venir a hacerte un poco de compañía —sonríe con fingida inocencia, recorre con su dedo índice mi cuello, dejando después besos húmedos por el mismo sitio los cuales hacen que mi piel se erice y mi corazón bombee sangre con frenesí.
Él sabe lo que está causando en mi y lo disfruta, siento como sonríe contra la piel desnuda de mi cuello al sentir mi pulso acelerado.
— No necesito tu compañía —espeto, colocando mis manos en su pecho para alejarlo—. Sé a lo que viniste y de una vez te diré que no pienso acostarme contigo, si tantas ganas tienes entonces búscate a la zorra de tu amiga.
Tomo la toalla de la cama con rabia y la enrollo a mi cuerpo para cubrirme. No sé qué cree este imbécil que soy yo, pero si viviré con él no será para calmar sus ganas cada dos por tres.
— Es idea mía o... —ladea su cabeza esbozando una sonrisa burlona—. ¿Estás celosa?
— No seas ridículo Erick, por supuesto que no —cruzo mis brazos sobre mi pecho, rodeando mis ojos—. Sólo te digo la verdad, búscala a ella que a diferencia de mí está dispuesta a complacerte en todo y a mí déjame tranquila.
— Tal vez tengas la razón, sí —asiente—. Pero solo hay un detalle insignificante en eso.
Da varios pasos devuelta hacia mí, quedando frente a mi persona con tan sólo unos escasos centímetros de distancia entre nosotros.
— Con quien quiero estar ahora no es con ella ni con otra, es contigo —murmura, dándole una fugaz mirada a mis labios.
— Erick detente —pongo mi mano en su pecho dispuesta a alejarlo otra vez, pero él no lo permitió—. Estás demasiado cerca —balbuceo.
Él hace caso omiso a mi pedido y me toma de la cintura para acercarme a su cuerpo, causando que la toalla que cubre mi cuerpo caiga a mis pies y con esta cercanía puedo sentir el bulto que empieza a levantarse en su entrepierna.
— Sé que quieres repetir lo de la otra noche, yo también —murmura, deja un beso debajo de mi oreja—. No lo pospongamos más y déjate llevar.
En un abrir y cerrar de ojos tengo sus labios sobre los míos.Empezó con un beso suave y tierno en el que no pongo resistencia, para así después adueñarse de mi boca con fiereza, posesión y deseo.
«Entonces mándalo a la mierda» Las palabras de Joel hacen eco en mi cabeza. Quiero refutar, alejarlo de mí y hacer lo que me prometí hacer si intentaba cualquier cosa: mandarlo a la recontra mierda. Pero no puedo, las ganas han nublado mi cordura y las hormonas se han apoderado de mi cuerpo.
Me pierdo en sus labios, son tan suaves y finos, pero carnosos. Coloco mis brazos alrededor de su cuello y enredo mis dedos en su cabello lacio, profundizando el beso.
No miente, si quiero lo mismo que quiere él y con este beso lo estoy demostrado.
Me separo de él con la respiración igual de inestable que la suya y lo empujo hacia a la cama para después subirme encima de su cuerpo y seguir besándolo como si mi vida dependiera de ello.
En un ágil movimiento Erick cambia de posición conmigo, quedando ahora sobre mí. Quita su camisa con desespero, lanzando la a cualquier rincón de mi habitación y vuelve a apoderarse de mi boca mientras desabrocha mi brasier, dejando mis pechos descubiertos.
Los contempló por un momento antes de apoderarse de ellos, mientras besa y muerde uno con su mano masajea el otro.
Él deja mis pechos y desciende hasta mi intimidad dejando en el trayecto besos húmedos por mi cuerpo. Bajó mi ropa interior de un sólo tirón dejándome expuesta ante él, humecta sus labios con la punta de su lengua sin dejar de pasar mi vista por mi cuerpo desnudo.
Me da un corto beso y suelto un jadeo cuando lo siento introducir dos de sus dedos dentro de mi, provocando con los movimientos de sus dedos que cada vez se tornan más rápido que pierda la poca cordura que poseía segundos atrás.
— Ya estás tan mojada —murmura divertido en mi oído—. Me exita saber que estás así solamente para mí.
— Erick... —jadeo, arqueando la espalda una vez que me corro en sus dedos.
Él sonríe sacando sus dedos de mi interior llenos de mí y los lleva a su boca para probarme sin perder contacto visual conmigo, subiendo mi nivel de exitación.
— ¿Quieres que lo haga ya?
Sacudo la cabeza en forma de negación de forma inmediata.
— Aún no —contesto, mi respiración cada vez está más pesada, agitada.
Por petición mía se me quita de encima para quedar sentado con su espalda recostada del cabezal de la cama y sonríe al darse cuenta de mis intenciones; una vez adquiere aquella posición mis manos se deslizan a su pantalón, bajo la cremallera y lo obligó a levantarse un poco para poder quitárselo junto al bóxer, dejándome ver así su miembro erecto.
Sin preámbulo lo tomo entre mis manos con delicadeza y un poco nerviosa ya que a pesar de haber tenido relaciones sexuales antes nunca había hecho esto, pero espero no me salga tan mal. Con movimientos suaves empiezo a sacudir la mano de arriba abajo lo cual genera que Erick jadee a causa del placer.
En busca de más velocidad coloca su mano sobre la mía para guiar mis movimientos y una vez comienzo a hacerlo más rápido y mejor que antes éste suelta su agarre a la vez que suelta un gruñido y cierra sus ojos echando la cabeza hacia atrás.
— Pruébalo —pide, sonriendo.
Asiento mirándolo e introduzco su miembro a mi boca para empezar a chuparlo y con ayuda de mi mano lo masturbo también debido a que todo no cabe en mi boca.
Entre jadeos y gruñidos me pide que aumente la velocidad y sin refutar obedezco, para cuando lo saco de mi boca su semen ya está saliendo y termina de acabarse sobre mis manos, por un impulso paso mi lengua por la punta de su miembro ingiriendo todo.
Erick no espera más y una vez dejo su miembro me lleva hacia él, por lo que caigo sobre su cuerpo y une sus labios con los míos en un acto desesperado, lujurioso.
Me coloco a horcajadas donde su regazo, sintiendo su miembro caliente contra mi intimidad lo que me exita todavía más. Él toma su miembro entre sus manos par acomodarlo en mi entrada hasta introducirlo todo en mi interior, causando que cierre mis ojos con fuerza debido a que me dolió un poco.
— Si quiere que me detenga sólo dímelo —dice con voz ronca.
— Cállate. Ni se te ocurra hacerlo —gruño, tomando la iniciativa me muevo sobre él, hacia adelante, hacia atrás, arriba y abajo.
Mis pechos rebotan ante los movimientos que cada vez se vuelven más y más rápidos, Erick se prende de ellos de una manera salvaje, mordiendo y chupando uno mientras acaricia la aureola del otro y viceversa mientras gruñe contra mi piel.
— Me encanta —murmuro, mordiendo mi labio inferior para retener mis gemidos.
— No te contengas, quiero escuchar cómo mi nombre sale de tu boca mientras no dejo de hacerte mía —susurra, quitando mi labio de entre mis dientes.
Coloca su mano en mi espalda baja y de manera rápida de coloca encima mío para así ser ahora él quien tome el control de la situación.
Lleva mi pierna derecha a su cintura donde la enrollo para así continuar con sus embestidas las cuales son cada vez más salvajes, rápidas y gratificantes mientras yo araño su espalda ante el placer que me causa cada vez que su miembro entra y sale de mi interior.
Arqueo mi espalda ante la llegada del orgasmo minutos después y al mismo tiempo que me vengo, siento el líquido caliente derramarse en mi interior, indicándome que Erick también lo ha hecho.
Estamos sudados, nuestros cuerpos todavía siguen calientes y nuestras respiraciones agitadas, él deja un beso suave en los labios una vez acabamos y después de sacar su miembro de mi interior se lanza a mi lado a esperar que su respiración se normalice cosa que a ambos nos toma minutos.
Mi celular empieza a sonar de un momento a otro, me incorporo en la casa y estiró la mano a la mesita de noche donde yace el mismo y una vez lo tengo entre mis manos contesto la llamada del número desconocido.
— ¿Si? —vuelvo a acostarme como estaba, y meto un puñado de palomitas a mi boca.
— ¿Es usted la señorita... Raquel Martínez? —una voz femenina con acento español se hace presente al otro lado de la línea telefónica.
Arrugo mi entrecejo ante su pregunta.
— Sí. ¿Con quién hablo?
— Con la doctora Johanna Rojas de la clínica central de Madrid.
«Mis padres» Pienso ante la mención de dicho país, al mismo tiempo que una punzada llena de angustia y temor me cruza el pecho. ¿Es posible que les haya ocurrido algo?
Vuelvo a incorporarme en la cama, dejando a un lado las palomitas.
— A altas horas de la noche en una de nuestras calles más transitadas ocurrió un accidente automovilístico —comenta, al mismo tiempo que siento mi corazón acelerarse cada vez más—. Dos coches se estrellaron uno con el otro y en la madrugada de hoy a esta clínica ingresaron los señores Jorge y Lucia Martínez.
Al sólo escuchar sus nombres siento mi mundo derrumbarse a mi alrededor mientras mi vista se torna borrosa debido a las lágrimas que retengo, las cuales bajan en poco tiempo por mis mejillas.
— Quisimos contactar a sus familiares, por lo que buscamos en el móvil del señor su número identificado como hija —sigue hablando la mujer ante mi silencio.
Esto no puede estar pasando.
— Ellos... —digo con un hilo de voz—. ¿Ellos se encuentran bien? No les pasó nada grave ¿cierto?
La mujer no dice nada, ahora ella es quien permanece en un silencio el cual sólo me pone los nervios de punta.
— ¡Responda! ¡Dígame cómo están mis padres! —exijo, casi gritando.
Siento mis manos temblar descontroladamente a la vez que sostengo el celular contra mi oreja debido a la angustia que me causa el silencio de esta mujer y mientras más lágrimas siguen humedeciendo mis mejillas.
La escucho suspirar a través de la línea, y lo que me dice me rompe el corazón en mil pedazos.
— Lo siento —guarda silencio para tomar una bocanada de aire antes de continuar—. Sus padres llegaron con heridas graves en todo su cuerpo, en especial su madre quien debido al coche sufrió una hemorragia interna e hicimos todo lo posible para salvarlos, pero... Lamento informarle que su madre murió durante la operación y su padre en la mañana de hoy.
— ¡No! —suelto un grito, llorando con fuerza—. Eso es broma. ¡Eso tiene que ser mentira! ¡Mis padres no pueden estar muertos!
— Lo lamentamos mucho, señorita. Pero nosotros jamás jugaríamos con un asunto tan grave como lo es esto.
Guardo silencio al mismo tiempo que cuelgo la llamada y dejo que el celular se deslice por mis manos hasta caer sobre la cama.
Más y más gruesas lágrimas bajan sin cesar por mis mejillas, me encuentro en shock, no puedo asimilar el simple hecho de que ellos están muertos, no ahora que pensaba en retomar mi relación con mi padre y perdonarlo. Esto tiene que ser una broma de muy mal gusto.
Comienzo a marear me de un momento a otro, todo a mi alrededor en la habitación da vueltas, mi vista se torna borrosa nuevamente y está vez no es por estar reteniendo las lágrimas, sino por otra cosa.
Sólo bastaron un par de segundos para que todo se convirtiera en oscuridad.
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