VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 9

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NARRADOR: ERICK.

Me encuentro en mi oficina revisando unos reportes de algunos empleados respecto a la construcción próxima que haremos.

Hace tan solo minutos Raquel se marchó a la casa, puesto a que estaba cansada y como agotó mi paciencia la dejé ir.

También estoy agotado así que no espero a terminar y guardo los documentos en mi maletín para culminar con todo en casa, y salgo de mi oficina sin más. Ya alrededor de esta hora todos los empleados ya se están yendo a sus casas, por eso mismo me encuentro con varios al subirme al elevador.

Una vez afuera de la empresa un taxi se detiene frente a mí a los segundos, de éste de bajan una pareja de ancianos. Me acerco con la intención de subirme al taxi, abro la puerta del mismo, pero del otro lado de la calle escucho algo que llama mi atención.

— ¡Suéltame! —grita una voz femenina, una totalmente aterrada.

Esa voz...

Miro en la dirección de donde proviene la voz femenina y confirmo lo que pensé en cuanto escuché el grito.

Raquel.

Está en la parada de autobús con un sujeto quien la sostiene del brazo con fuerza.

Sin pensarlo me alejo del taxi y cruzó la calle no sin antes mirar a ambos lados primero, corro hasta ella con prisa, más cuando aquel sujeto levanta la mano para darle una bofetada.

— ¡Suéltala imbécil! —exijo, deteniendo su mano en el aire antes de que pueda golpearla. Mi pecho sube y baja de forma acelerada debido al agite.

El hombre se suelta de forma brusca y retrocede dos pasos quitando la mano que tiene en el brazo de Raquel. Soy más alto que él así que debe echar la cabeza hacia atrás para mirarme a los ojos.

— Tú no te metas —espeta, queriendo parecer intimidante. No lo logra. Patético—. Esto es entre nosotros, ¿cierto hermosa? —sonríe.

La mirada color café de la castaña se encuentra con la mía verdosa, a través de ellos puedo ver el miedo que siente. Por lo que cuando el hombre intenta acercarse a ella para acariciar su mejilla con sus socios nudillos la escondo detrás de mí.

— Ni te atrevas a tocarla —le advierto, señalándolo con mi dedo.

Él bufa, rodeando los ojos.

— ¿O qué? —dice, retador.

— Te mataré a golpes.

El hombre soltó una fuerte carcajada, haciendo que me hierba la sangre.

Abre la boca con la intención de hablar, pero no le doy tiempo e impacto con fuerza mi puño en su cara. El hombre se tambaleó hacia atrás a la vez que lleva su mano al sitio donde recibió el golpe, impregnando sus dedos de la sangre que brota de su nariz e intenta mantenerse de pie, pero falla en el intento y termina en el suelo.

— Como vuelvas a acercarte a ella con cualquier intención te lo juro, te irá mucho peor.

No espero a que el hombre hablé, sólo tomo la mano temblorosa de la castaña y a pasos apresurados nos alejamos de ahí.

— Raquel —la llamo.

Cuando estuvimos lejos de ese hombre ella soltó mi mano y ahora camina frente a mí con la mirada puesta en el suelo.

— Raquel detente —le pido, ganandome por segunda vez la ignorada del siglo—. ¡Joder, que detengas!

A grandes zancadas voy hasta ella, tomándola del brazo para obligarla a darme la cara de una forma un poco brusca.

— ¿Qué?

— Creo que debes explicarme que hacías ahí —suelto el agarre, dejando los brazos a los costados de mi cuerpo—. Pensé que ya te habías ido a la casa.

— ¿No era obvio? —arquea una ceja—. Esperaba un taxi o un autobús, lo que fuera para irme.

— Pero si te dije que...

— Sé perfectamente que dijiste —espeta, rodando los ojos—. No es necesario que lo repitas.

— ¿Y por qué no me hiciste caso? —inquiero, dudoso—. ¿A dónde pretendías ir?

— A tú casa Erick, pero cuando salí no encontré a Marcos por ningún lado —explica—. Por lo que tuve que ir a esa parada y ya basta, no quiero seguir hablando —desvía su mirada, cruzándose de brazos.

— ¿Y no pensaste en regresar a la empresa a decirme para contactarlo? —pregunto, omitiendo sus palabras—. ¡Si no llego a tiempo, ese hombre pudo hacerte cualquier cosa! —mi voz sale con un ligero tono de preocupación.

— Como si te importará si me pasa algo —murmura con la intención que no escuchará, cosa que sí hice—. Ya vámonos, por favor.

Sin esperar a que yo diga absolutamente nada comenzó a caminar, dejándome atrás otra vez.

— Aún no he terminado de hablar —digo caminando detrás de ella—. ¡Raquel!

Ella se detuvo de manera abrupta ante mi llamado, por consiguiente yo también y giró sobre su propio eje para así encararme.

— ¡¿Ahora qué Erick?! —grita, ganándose las miradas de las pocas personas que están caminando nuestro alrededor— ¿Acaso no ves que estoy cansada, que en serio quiero irme porque no quiero seguir en este lugar sabiendo que aquel hombre puede aparecer en cualquier momento y puede hacerte daño a ti, a mí y...?

Dejo de escucharla en cierto punto cuando empieza a hablar de manera rápida, no entiendo ni la cuarta parte de lo último que dice, pero sé que está hablando por el movimiento que hacen sus labios.

Pienso en una forma rápida y efectiva de hacer que guarde silencio, por lo que tomo su rostro entre mis manos decidido y uno mis labios con los suyos.

Al principio ella se sorprendió e intentó alejarse de mí, pero no se lo permito por lo que tomo su cintura con fuerza para acercarla más a mi cuerpo y después de pocos según, ella me siguió el beso.

Sus labios se acoplan con los míos de manera perfecta, los tuyos son suaves, carnosos y tan cálidos a la vez. «Besa jodidamente bien» Pienso, es totalmente cierto aquello, por eso me causa lástima que por falta de oxígeno nos separamos para así poder respirar.

— Busquemos a Marcos y vayamos a casa —susurro, acariciando su mejilla con la yema de mis dedos.

Ella asiente con la cabeza, anonadada, sin dejar de hacer contacto visual conmigo.

Saco mi celular del bolsillo de mi traje y le envío un mensaje de texto a mi chófer pidiéndole que venga por nosotros, en menos de dos minutos el coche se detiene frente a nosotros, abordamos los asientos traseros y nos marchamos a casa.

Semanas después.

Han pasado dos largas semanas en las que no he parado de trabajar. Las cosas en la empresa han estado más estresantes que de costumbre debido al nuevo proyecto que desarrollaremos en poco tiempo y no he tenido tiempo para nada.

— Sí, ahora ve a hacer lo que he dicho.

— Bien —se da medio vuelta y sale de mi despacho, no puedo evitar seguirla con la mirada hasta que sale.

Dejo las carpetas sobre mi escritorio y le dejó un mensaje a mi padre avisándole que aquí tengo todo. No me gusta pasarle a los demás mis responsabilidades porque se supone que son mías, no de otras personas, pero como siempre mi madre tiene razón. Y si no me distraigo al menos por unas horas terminaré volviéndome loco o con más estrés del que ya tengo.

Después me voy a mí habitación.

Ella no habla en todo el camino y yo no me molestó en sacar conversación, sólo enciendo la radio para llenar el silencio que hay entre nosotros.

Después de un par de horas en carretera por fin llegamos a nuestro destino, adentro el coche por una colina rodeada de altos árboles hasta llegar a la casa que hay en medio de toda la naturaleza del sitio.

Me bajo del coche después de desabrochar mi cinturón de seguridad, rodeo el automóvil y abro la puerta del copiloto para que Raquel baje.

— Gracias —masculló cuando se bajó.

— Por nada —respondo, yéndome a sacar nuestras maletas del maletero.

— ¿Dónde estamos? -—preguntó observando cada rincón a nuestro alrededor.

— En el bosque, eso es obvio.

— Que chistoso.

— Está propiedad es mía —explico, sacando solamente su maleta y cierro el maletero—. La diseñé yo mismo cuando tenía dieciséis y mi padre se encargó de volver realizar aquello.

— Es hermosa.

— Estaremos aquí por unos cuantos días —le doy su maleta.

— ¿Solos? —levantó una ceja, moviéndose incómoda en su sitio.

— Hoy si —elevo la comisura derecha de mis labios, formando una media sonrisa—. Ya mañana vendrá Sandra o quien sea a hacerse cargo de la limpieza y todo eso.

— Oh. ¿Puedo pasar de una vez?

— Si —saco las llaves del bolsillo delantero de mis vaqueros, dejándolas en la palma de su mano—. Escoge la habitación que más te guste, iré a dejar el auto en el garaje.

Raquel asintió con la cabeza y se adentró a la casa.

Otra vez entro al coche y una vez lo dejo en el garaje saco mi maleta del maletero del carro y entro a la casa por la puerta hay ahí mismo en el garaje.

Subo sin ningún apuro las escaleras hasta la segunda planta y me dirijo a mi habitación de siempre al fondo del pasillo, pero me detengo cuando veo una de las puertas entre abiertas.

Me acerco con la intención de cerrarla para seguir con mi camino, pero todo aquello queda en segundo plano cuando veo a través de la puerta medio abierta a Raquel quitarse el vestido que traía puesto seguramente para darse una ducha, quedando así sólo en ropa interior.

La observo por unos segundos en silencio contemplando cada curva de su cuerpo y vaya que había olvidado lo hermoso que es.

No me contengo más y dejo la maleta afuera de su habitación, de manera sigilosa entro sin que note mi presencia y me acerco por detrás suyo hasta rodear su cintura con mis brazos.

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