Raquel Martínez.
Despierto por culpa de sea lo que sea que me ha llegado al celular. Abro mis ojos a la vez que estiró mi cuerpo sobre la cama y bostezo, estiro mi mano a la mesita de noche dónde está mi móvil y lo agarro. Lo que ha llegado es un mensaje.
"Zack:
Hola bonita, buenos días.
¿Cómo amaneciste?
8:31 a.m."
No pude evitar sonreír. Él es tan lindo conmigo, de inmediato escribo una respuesta corta para él:
"Raquel:
Buenos días.
Amanecí bien, gracias. :)
8:34 a.m."
"Zack:
Me alegra el saberlo.
8:36 a.m."
"Raquel:
Oye...
Hay algo que debo decirte.
¿Te parece si nos vemos al mediodía?
8:37 a.m."
"Zack:
¿Decirme qué?
Sí, por supuesto.
8:42 a.m."
"Raquel:
Te lo diré estando en persona.
8:43 a.m."
Dejo el celular a un lado sin esperar por su respuesta y me levanto de la cama, voy al cuarto de baño para hacer mi rutina de todos los días, una vez termino y me cambio, bajo.
En la planta baja veo a Sandra con el pequeño sobrino de Erick, ambos sentados en el sofá con forma de L viendo series animadas en el gran televisor frente a ellos.
— ¡Buenos días! —sonrío.
— Buenos días —dicen al unísono.
— ¿Dónde está Erick? —pregunto al no verlo ahí.
— Mi tío salió.
— Si, dejó dicho que tenía que resolver un asunto, pero volvería a tiempo para irnos.
— Entonces voy a prepararme algo de comer.
Camino a la cocina donde me preparo dos sandwiches, también me sirvo en un vaso jugo de naranja y camino devuelta a la sala. Desayuno viendo las series animadas con Thiago y Sandra, cuando acabó llevo el plato a la cocina y me lavo los dientes en mi habitación.
Vuelvo a la sala.
— ¿Podemos hablar un segundo, Sandra?
— Claro —se levanta del sofá, y mira al pequeño a su derecha—. Thiago ahora volvemos, quédate ahí.
— Está bien —asintió, sin apartar la mirada del televisor.
Nos alejamos un poco de él.
— ¿Qué ocurre? —pregunta ella.
— Saldré al mediodía.
— ¿De nuevo te verás con ese chico?
Asiento, afirmando con la cabeza.
— Raquel, recuerda que...
— Solo será un momento —la interrumpo—. Erick no lo sabrá y si llega antes tú solo envíame un mensaje avisándome.
— Vale, está bien.
Caminamos devuelta al sofá donde el pequeño nos espera y nos sentamos a seguir viendo televisión.
[×××]
11:50 p.m.
Estoy de camino al lugar donde me encontré la última vez con Zack, una vez llegó el solitario lugar me recibe. Me siento en el banco a contemplar el hermoso paisaje frente a mí mientras espero.
No han pasado ni cinco minutos cuando dos gruesas manos tapan mis ojos provocando que no vea nada más que negro. Sonrío por inercia cuando su perfume llega a mis fosas nasales.
— Zack sé que eres tú.
Quita las manos y cuando aparece en mi campo de visión se sienta a mi lado.
— Empiezo a creer que eres bruja —dice—. Siempre adivinas que soy yo.
— Es un don, tal vez —me encojo de hombros, sonriendo.
Falso, su perfume siempre lo delata.
— Por supuesto —ironizó—. ¿Qué tenías que decirme?
— Oh, eso... —tomo una bocanada de aire—. Nada, solo que en la tarde regreso a la ciudad.
Se burla, haciendo que suelte una risa.
— Te creo.
Él acaricia mi mejilla con las yemas de sus dedos, su gesto se vuelve serio a la hora de escudriñar mi rostro con su mirada. Lo miro a los ojos, me pongo un tanto nerviosa cuando veo su vista fija en mis labios.
Alza la mirada y relame sus labios, me es imposible no verlos cuando hace eso.
— No te queda de otra que creerme —murmura, con su voz ronca.
Abro la boca para decir que veamos la película, pero la cierro cuando lo veo inclinarse hacia mí y siento sus labios sobre los míos finalmente. Abro mis ojos como fos grandes faroles sorprendida, pero no me apartó, me permito dejar llevarme por el momento.
Rodeo su cuello con mis brazos para profundizar el beso mientras su lengua se abre paso por mi boca, él baja una de sus manos a mí cadera y la aprieta con suavidad, la otra permanece en mi nuca.
No pasa mucho tiempo para que el beso suba de intensidad.
Zack mete la mano que tenía en mi cadera dentro de mi camisa y acaricia mi abdomen y mi espalda como si fuera la más fina porcelana, después se deshace de la blusa dejándome solo con el brasier.
— Acuéstate —susurra sobre mis labios, su respiración se ha agitado, igual la mía.
Lo hago, él no espera para quitarse y lanzar lejos su camiseta bajo mi mirada que recorre con total descaro su torso descubierto.
Me gusta lo que veo y él no sabe porque sonríe con suficiencia cuando conecto mi mirada con la suya.
Vuelve a mis labios, devorándolos con hambre y coloca mi pierna derecha alrededor de su cintura. Suelto un jadeo cuando siento como restriega la dureza de su miembro contra intimidad, pero Zack es de esos chicos que se toman su tiempo, le gusta apreciarte y complacerte por muy urgido que este, con él perdí mi virginidad a los dieciséis años y eso lo sé de sobra.
Se separa solo lo necesario para que tomemos oxígeno, comienza a dejar besos humos que comienza por mi mandíbula, luego mi cuello hasta mis pechos mientras acariciaba mi muslo con la palma de su mano abierta.
— Joder, no creo que pueda más... —susurra contra la piel de mis pechos.
Desliza sus manos hasta los botones de mi pantalón, siento como va desabrochando uno por uno y entonces pasa, Zack no es Zack, quien está encima mío es alguien completamente distinto a él.
Cierro con fuerza mis ojos queriendo que sus ojos esmeralda desaparezcan de mi mente, quiero dejar de pensar en él y centrarme en Zack, quiero dejar de desear tenerlo justo ahora encima de mí besándome, acariciándome, haciéndome suya...
Abro los ojos, veo a Zack quitando el último botón de mi pantalón, pero el ojiverde sigue presente en mi mente, así que pongo las manos contra el pecho de mi exnovio y lo alejo de mí.
— Yo... No puedo.
Me levanto del sofá a la velocidad de la luz abrochando mi pantalón.
— ¿Hice algo mal? —pregunta, mirándome con confusión.
No puedo evitar el sentirme pésimo por andar pensando en otro mientras estuve a nada de tener relaciones con él.
— No...
— ¿Entonces qué ocurre?
— No puedo hacerlo, es sólo eso, yo...
— ¿Hay alguien?
Asiento con la mirada clavada en mis pies.
— Si, yo... Discúlpame, de verdad lo siento.
Recojo mi camisa del suelo, de manera veloz me la colocó sin atreverme a mirarlo aunque sé que él me mira a mí, sin más salgo de su casa.
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