VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 29

Raquel Martínez.

Alondra abre los ojos tan grandes como dos grandes faroles al ver a Erick, y balbucea incoherencias presa de los nervios mientras yo esbozo una gran sonrisa.

— Cállate —espeta Erick—. Qué lo he escuchado todo.

—Puedo explicarlo —dice, nerviosa—. Todo fue un malentendido...

Erick se acerca a nosotras con grandes zancadas y se posiciona a mí lado.

— ¡Qué te calles, joder! —eleva la voz, haciendo que varias personas volteen a vernos—. Que sea la primera y última vez que trates a Raquel de esa forma, porque la próxima te largas de mi empresa. ¿Lo has entendido?

— S-si.

— Ahora lárgate de mi vista.

La tal Alondra le hace caso a Erick y se marcha a su puesto de trabajo, él voltea a verme.

— ¿Vamos a almorzar?

Muevo la cabeza en un gesto afirmativo y con nuestras manos entrelazadas salimos de su empresa.

Al subirnos al coche de Erick este empieza a manejar, adentrándose en el tráfico de la ciudad, poco después detiene el auto frente a un lindo restaurante con mesas al aire libre.

Cuando entramos una mesera nos lleva a una de las mesas y pedimos nuestra orden, la cual nos traen minutos después.

Conversamos de temas triviales mientras comemos, y cuando acabamos Erick paga la cuenta y salimos a su coche.

— ¿Vendrás conmigo a la empresa? —pregunta, poniendo en marcha el auto.

— No quiero toparme con la plástica, así que no. Prefiero ir a la casa.

— Vale.

[×××]

El coche se detiene frente a la casa, Erick se inclina hacia mí y deja un casto beso en mis labios.

— Te veré más tarde.

— No llegues tarde —le susurro, rodando su nariz con la mía—. Te recuerdo que hay algo que debemos terminar.

— No me digas eso, porque me quedaré y te arrepentirás cuando te embista en cada rincón de la casa cariño.

Siento una corriente recorrer mi cuerpo y alojarse en un solo punto.

— No —logro decir—. Ve a tu trabajo, allá te necesitan.

— Soy el jefe, así que puedo ir mañana o cuando quiera...

— Debes dar el ejemplo, así que vete —beso sus labios—. Adiós.

Abro la puerta de copiloto y salgo cerrándola después, entró a la casa y voy directo a la segunda planta a mí habitación, lugar donde me cambio por algo más cómodo y me acuesto a ver una película, pero no logro verla completa ya que me quedo dormida.

[×××]

Despierto por culpa de mi celular el cual suena avisándome que me ha llegado un mensaje de texto, bostezo mientras acerco mi mano a la mesita de noche donde he dejado mi celular, lo tomo y leo por encima el mensaje.

"Erick:

No me esperes para cenar, iré con unos clientes a comer.

4:06 p.m."

No le respondo y dejó el celular en el sitio donde lo agarre.

Me levanto de la cama después de estirar mi cuerpo y me dirijo al baño, lugar donde hice mis necesidades, cepille mis dientes y tomé una ducha.

Salgo a la habitación con una toalla enrollada alrededor de mi cuerpo desnudo y procedo a vestirme con un legging de licra negro, una sudadera blanca y unos zapatos deportivos negros.

Planeo salir a caminar al parque así que tomo mi celular, mis auriculares y una botella con agua fría, después salí de la casa.

Llego al parque al cabo de unos minutos, y me siento en un banco desocupado a escuchar música mientras me como el helado que me compre de camino para acá.

Duro un rato observando el lindo paisaje que tengo al frente rodeado de niños jugando, parejas compartiendo un helado bajo la sombra de los árboles o a gente paseando a sus mascotas.

Veo la hora y van a ser las seis, así que me levanto para irme a casa, pero...

— ¡Raquel!

Gritan a mis espaldas, y reconozco esa voz.

Giro sobre mis talones y la sorpresa que se esparce por mi rostro es bastante notable cuando lo veo, él es a la última persona que esperaba encontrarme acá.

Lo veo correr hacia mí y cuando se detiene debe tomarse un momento para tratar de estabilizar su respiración agitada.

— Hola —sonríe—. Qué sorpresa verte aquí.

— Digo lo mismo, ¿qué haces aquí?

— Paseando como todos los demás.

— No me refería a que haces en el parque, sino en la ciudad.

— Vine a visitar a mis padres, se mudaron por acá cerca.

— Yo también vivo por acá cerca.

— Con el imbécil ese —dice, rodando los ojos.

— Raquel...

— ¡No es tu problema! —exploto—. ¡Lárgate y déjame en paz! No quiero verte más nunca.

Él se detiene sin decirme nada, pero siento su mirada sobre mi mientras me alejo con grandes zancadas.

[×××]

Llego a la casa dando un fuerte puertazo debido a la rabia que tengo, las palabras del imbécil de Zack siguen presente en mi cabeza y aunque dije que no le haría caso a todo lo que me dijo, no puedo evitar sentirme un tanto insegura y con temor a que todo sea tal y como lo dice Zack.

¿Estará fingiendo quererme?

¿Solo me verá como su juguete sexual o no?

¿Y si se aburre de mi?

¿Se buscará a otra que lo haga más feliz que yo?

Y miles de preguntas más rondan mi cabeza, sin poder dejar de pensar en ello.

Veo a Sandra asomarse en el pasillo, pero no se acerca al ver mi rostro furioso, cosa que le agradezco.

Subo casi corriendo las escaleras hasta el segundo piso de la casa, voy a mí habitación y tomó una ducha larga, para después salir a colocarme el pijama.

Sandra viene a decirme que la cena está servida, pero no tengo apetito así que me acuesto y no pasan dos minutos cuando todas las dudas y preguntas aparecen otra vez en mi cabeza.

[×××]

Erick Collins.

Después de dejar a Raquel en casa regreso a la oficina, y mi día entero se basa en reuniones con altos ejecutivos de la empresa, en firmar contratos y asistir a la cena con unos posibles accionistas que llegaron hoy de Rusia.

La cena acaba a eso de las nueve de la noche, me despido de los hombres que lucen trajes hechos a la medida con sus cabellos peinados elegantemente hacia atrás y salgo del restaurante chino, el chico del Vallet Parking me trae mi coche y al subirme empiezo a conducir con destino a mi casa.

No tardé más de veinte minutos en llegar ya que el sitio donde estaba no queda tan lejos de mi zona residencial.

Entró a la casa y en la sala veo a Sandra trapeando el suelo.

— ¿Dónde está Raquel?

— En su habitación —responde—. ¿Va a cenar?

Niego con la cabeza dirigiéndome a las escaleras para subir a mí habitación, sitio donde me encuentro con una Raquel durmiendo.

Sonrío por inercia al verla mientras me quitó la corbata del traje.

El televisor está encendido, lo cual me permite detallar las facciones de su dulce rostro mientras me siento en el borde de la cama.

El pijama de short cortos me da una vista de sus esbeltas piernas y mientras las caricio me convenzo una vez más de lo hermosa que es. Y es que realmente esa mujer está logrando que pierda la poca cordura que tengo.

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