Raquel Martínez.
Cuando abro los ojos veo que es de día.
Pero no estoy sola en la cama, Erick está a mi lado rodeando no cintura con su brazo acostado boca abajo.
Sonrío viéndolo dormir, se ve tan hermoso.
Lo veo gruñir por lo bajo y moverse en la cama, pero no aparta su brazo.
— ¿Disfrutando la vista?
Murmura con voz ronca y sus ojos todavía cerrados.
Abro la boca, pero la cierro pronto al no saber que decir. ¿Cómo supo que lo veía?
Erick abre sus ojos y me regala una media sonrisa.
— Puedo sentir tu mirada sobre mi, preciosa.
— Si, pero yo no...
No termino de decir ya que el espécimen que tengo al lado me hala hasta que quedó frente a frente con él.
— Me encanta despertar así, contigo a mí lado.
Sonrío por inercia tras escuchar aquellas palabras, porque a mí me encanta lo mismo.
— ¿Llevas mucho despierta?
Niego suavemente.
— Me acabo de despertar.
Ambos nos quedamos en silencio un par de minutos mientras nos miramos a los ojos, y es entonces cuando las palabras de Zack vuelven a mí cabeza.
Y joder, me maldigo a mí por ser tan insegura y a él por decirme aquello.
— ¿Ocurre algo?
Parpadeo varias veces, cuando Erick me saca de mis pensamientos y niego con la cabeza, aunque él sepa que miento.
— No.
— Raquel no me mientas —dice.
— No... no te estoy mintiendo.
Me incorporo en la cama y apoyo mi espalda del cabezal de la cama
— Si lo estás haciendo.
Niego con la cabeza, cerrando mis ojos.
Siento como atrapa mi mano en la suya y deposita un beso en el dorso de la misma.
— Puedes confiar en mí —dice—. Cuéntame qué te ocurre.
— Yo... —suelto un suspiro, resignada y lo miro—. ¿Qué somos?
Erick hunde sus cejas en un claro gesto de confusión.
— Como que, qué somos? —dice—. No comprendo.
— Si entiendes, no te hagas —digo—. ¿Qué somos, para ti? Nos besamos, nos decimos que nos queremos, tenemos intimidad... ¿qué somos?
— Raquel acuérdate que yo te...
— ¿Me compraste? —termino por él, arqueando una ceja.
Él niega rápidamente con la cabeza e intenta hablar, pero no se lo permito.
— Eso es algo que jamás olvidaré, ¿sabes? Por eso no pude estar con mis padres en sus últimos días, pero ya no digas nada, que entiendo que para ti no soy más que un pedazo de carne con el que puedes saciar tus ganas...
Me levanto de la cama, dejándolo con la palabra en la boca otra vez. Y camino directo a la puerta de la habitación.
— Soy una estúpida, no debí creer en ti.
— ¿A dónde vas? —pregunto, mientras abro la puerta de la habitación—. Raquel ven...
No hago caso a su pedido y salgo, yéndome a mí antigua habitación sintiéndome como la estúpida más imbécil de todas.
Y no puedo creer que Zack haya tenido la razón todo este tiempo.
[×××]
Al día siguiente.
— Y me invitó a salir está noche —terminó de contarme Sandra sobre su plática con el amigo de Ricardo.
— Espero que se la pasen increíble.
— Yo también.
Suspira y muerde su labio inferior intentando de que no se le nota la sonrisa que trae.
— ¿Te gusta? —pregunto—. Yo diría que si.
— ¡Claro que no! —chilla—. Y no digas esas cosas tan fuerte, que puede escucharte.
— ¿Quién?
— Ricardo —responde—. Hace media hora llego y está en el despacho con Erick.
— Oh, ahora lo iré a saludar.
— Yo iré a terminar con mis deberes, a dejar todo listo antes de esta noche —sonríe.
— Señorita Raquel —me saluda él.
— Marcos —le sonrío—. ¿Podrías llevarme a esta dirección?
Le doy el celular para que vea la dirección y asintió con la cabeza.
— Por supuesto.
Se va a preparar el automóvil y miro a Sandra quien no luce el uniforme de servicio, sino un lindo vestido holgado de tirantes con estampado floral.
— ¿Vas de salida ya?
Asiente con la cabeza.
— Espero que Ricardo me venga a buscar.
— En ese caso, espero que te diviertas.
— Gracias —me sonríe, a lo que le devuelvo el gesto antes de salir.
Salgo de la casa y me subo a los asientos traseros del coche, Marcos ya está en el asiento del piloto así que no tarda en poner el auto en marcha.
[×××]
— Hemos llegado señorita —dice, mirándome por el espejo retrovisor.
Asiento con la cabeza, mirando el sitio a través de la ventanilla del coche.
Es un restaurante, uno de esos a los que solo personas con bastante dinero podría permitirse frecuentar por el alto costo de sus platillos.
Salgo del coche cuando Marcos me abre la puerta, y camino al interior del elegante sitio donde me topo con una mujer castaña que luce un vestido bonito y elegante de color negro que se pega a su cuerpo y reluce las curvas que tiene.
— Buenas noches —sonríe, amable—. Bienvenida.
— Gracias —sonrío—. Tengo una reservación...
— Con su novio, el señor Collins —dice por mí—. Lo sé, pero venga conmigo. La llevaré a dónde está.
Asiento con la cabeza y la sigo por los salones que están con mesas completamente vacías, no hay nadie más que nosotras dos, quiero preguntar por ello, pero me aguanto.
Llegamos a la parte trasera del restaurante y todo se ve hermoso, hay un camino alumbrado con bombillas y algunas luces de esas que se usan en navidad, y en el suelo de lo que puedo ver del camino por la tenue luz amarillenta de las bombillas hay pétalos de rosas rojas, una de mis flores favoritas.
— Siga el camino —me indica—. Hasta acá puedo acompañarla.
— Bien, y gracias —le sonrío, a lo que ella me devuelve el gesto antes de irse.
Suspiro comenzando a caminar por aquel camino alumbrado con luces y no puedo evitar pensar que esto es ridículamente hermoso y romántico también.
Cuando llego al final del camino abro la boca sorprendida, no puedo creer lo que ven mis ojos. Todo es simplemente hermoso, la mesa apartada con las mismas luces que usaron en el camino, un caminito de más flores que va desde donde estoy hasta la mesa y todo bajo la luz de la luna.
— ¿Te ha gustado? —preguntan detrás de mí.
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