( 18) SWEET CANDY y DARK SHANE - SEX HARD romance Capítulo 33

Hace mucho tiempo los hechos que transcurrían en mi vida me habían demostrado dos cosas: La vida da muchas vueltas y realmente, el mundo es pequeño.

Estaba impactada, luego de eso puedo decir que salí huyendo sin importarme mi atuendo, cuando me encontré dentro del taxi pude sentir tranquilidad, agradecí la soledad de mi calle y entre corriendo hasta cerrar con seguro la puerta de mi apartamento. En ese momento me di cuenta de que retenía la mayor cantidad de aire y decidí calmarme un poco. Eso me aterró: ¿Cómo él podía saber donde estaba? Ni Eder lo sabía realmente, aunque si lo hacía no era de importancia. El asunto clave aquí era: ¿Cómo me encontró?

Muchas personas sienten una seguridad absoluta al hablar con otros en la Web, Apps, o cualquier tipo de comunicación virtual. Es porque pensamos "No va a saber nunca quién soy" "No nos conoceremos" "Es sólo un chat". Y ahora yo, luego de una semana de eso, estaba cómo profuga dentro de la universidad, cubriendo mi rostro lo mayor posible y rodeándome de muchas mesas llenas en caso de que venga algún loco a secuestrarme, existan testigos.

Estaba odiando a Eder en estos momentos, tanto estrés me tenía fatigada, la universidad, mi estricto horario dentro de KitPer, las transmisiones, y para sumarle, mi verdugo-seguidor psicópata.

Jodida vida de mierda.

Mi teléfono vibró en el bolsillo y lo atendí con mala cara

—Dime

—Buenos días para ti también, mi algodón de azúcar— Eder estaba de buen humor para joderme, qué sorpresa— ¿Vas a decirme que la menstruación ya se te acabó? Porque ese humor de mierda que traes últimamente sólo producto de dos cosas: O tienes la regla o realmente te hace falta coger.

Me mordí la lengua para no empezar a maldecirlo y que todo el mundo en el pasillo se me quedara mirando.

—Eder Shane, si me llamaste para amargarme, voy a colgar.

Tenía mucha migraña y su risa sólo me causaba ganas de matarlo, podía ser muy exasperante cuando quería.

—Pues llamo realmente para invitarte a una reunión que tengo— eso me sorprendió— Quiero decir, si no traes esa cara de perro que seguramente cargas, pero, ¿Quieres ir conmigo, caramelito?

Suspiré, me la pensé bien y decidí ceder un poco. Él sabía que amaba vestirme espectacular, maldito tonto.

—Está bien— acepté de mala gana pero pensando qué usaría.

—Sabía que te encantaría ir— dijo engreído

—De todas formas, ¿Qué reunión es?

—Futuros socios, digamos. Gente que quiere fundir su negocio con el mío y discutiendolo con mis asesores, es una buena idea.

—Bien, una reunión de negocios aburrida y tonta debe ser muy divertida— dije irónica y su risa ronca reventó en mi oído calentando mi frío cuerpo.

—Cariño, piensálo mejor, ¿Quieres?— iba a replicar pero me detuve— ¿Piensas que una reunión entre una Streaming sexual y una página pornográfica de amplio alcance será aburrida?

Era cierto, y conociendo sus exéntricos gustos, algo loco sería.

—Bien, rarito, nos vemos— colgué sin esperar su respuesta.

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La camioneta esperaba fuera y me dirigí a ella cuando, en el camino, una chica con la que nunca en mi vida me había cruzado, se dirigió a mí, sonriente.

—Hola, Verónica

—¿Te conozco?— La miré levantando una ceja. Tenía el cabello turquesa y corto, con perforaciones en la nariz y el labio y las orejas con expansores.

—No, no lo haces— dijo sonriente, miré la camioneta negra y el guarura bajando el vidrio a la mitad, diez segundos más y se bajaría—Darkprince estará ansioso de verte esta noche.

Reí secamente.

—Dile que prefiero a los hombres que dicen las cosas de frente, no los que usan palomas mensajeras. Si me disculpas...— dije para retirarme, ella extendió una mano con manicura de color rosa pálido y tenía el teléfono con una llamada abierta, la miré al rostro y asintió para que respondiera. El guarura ya estaba bajándose y tomé el aparato.

—¿Diga?

—Soy lo suficientemente hombre para partirte a la mitad con mi pene y romperte la garganta con los gemidos que eres capaz de producir, así que olvídate de querer bajar mi hombría— la voz de mi verdugo calentó mi cuerpo, no puedo negarlo, pero estaba cabreada con él y no se me olvidaría por más cachonda que me ponga.

—No hablo con mentirosos, ¿Vas a ser claro conmigo o vas a seguir con juegos?— mi voz fue tosca. Tres segundos para que el chofer llegara a nosotras.

—Esta noche— prometió y mi cerebro empezó a atar cuerdas.

—Ok.

Colgué y le di el teléfono a la chica en el momento que el grandote se puso a un lado de nosotras, le sonreí a ella como si fuesemos grandes amigas y ella miraba a mi guardaespaldas con asombro.

—Gracias, ella había olvidado anotar las páginas del libro. Nos vemos.

Tenía futuro cómo actriz.

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—Las diez de la noche, Verónica, las diez. Tenías que estar aquí a las diez y cuarto de la noche. ¿Donde mierda estás?— Me reí entre dientes, lo que daba por hacerlo enojar.

—Ay, Eder, no sé, es que aún no escojo que usar— aparté la bocina del teléfono para reírme cuando empezó a maldecir. Yo estaba vestida, maquillada y en camino montada en un taxi porque me pareció más divertido que irme con el guarura, para variar.

—Deja de jugar, estúpida.

—Ya, ahora dile al gigantón que se vaya de mi puerta, parece un idiota esperando a alguien que no va a encontrar.

—¡¿Donde coño estás?!— gritó y me emocionó, mi sonrisa era radiante.

—Relájate, voy en un taxi.

—En un jodido taxi, un taxi, como si yo no gastara una fortuna en unos malditos idiotas de seguridad que no cuidan ni a su puta madre y la princesa decide venir en un maldito taxi— murmuraba con enojo y sentí lástima. Y burla. Una mezcla de emociones.

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