VERÓNICA TOCKER NARRA:
¡¡Que vivan los novios!!
Mi cabeza dolía como la mierda y sólo me desperté porque ese extraño sueño donde Eder y yo nos casabámos con vestidos pomposos acabó con mi mamá corriendo desnuda por todos lados.
El olor a cloro y desinfectante llegó a mi nariz pero me negaba a abrir los ojos, tal vez a Eder le dieron ganas de limpiar y...
¿Qué mierda dijo?
Todo volvió a mi mente y abrí los ojos de golpe cegándome con una fastidiosa luz blanca, estaba en una cama de hospital con una vía intravenosa conectada a un suero molesto atado a mí. Me sentía como la mierda, el desayuno se revolvía en mi estómago y reviví las palabras del doctor en mi cabeza, justo antes del desmayo.
—Felicidades, están esperando un hijo.
UN HIJO. FELICIDADES.
Maldita sea, creo que pienso volver a desmayarme.
Arrugué mi frente, ese idiota grandote causante de todo esto debería estar en alguna parte pero no lo veía y empezaba a preocuparme.
¿Sería capaz de abandonarme ahí? Que ni se le ocurra porque levantaría piedras para ir a golpearlo con ellas.
Vi mi abdomen, seguía plano como siempre cubierto con esa horrible bata de hospital color celeste, un hijo.
Nunca quise ser madre, ni a temprana edad, ni nunca. Era algo común en mi pueblo y definitivamente, lo común no cuadra conmigo.
Mamá me mataría por hacerla abuela tan joven, eso sí.
Y ¡OH! Las estrías, las putas estrías tan tenebrosas.
Quise llorar de miedo y de rabia, ¿Donde carajos está ese felino cachondo?
Junté mis fuerzas para bajarme de la cama con cuidado, puse los pies tres segundos en el suelo y, cuando mi mundo dejó de dar vueltas, sostuve el paral del suero y caminé, trastabillando y descalza, hasta la puerta.
Abrí y el típico pasillo blanco de hospital lleno de enfermos, me dio la bienvenida. Una alta enfermera con el cabello elegantemente recogido se percató y caminó hasta a mí con paso acelerado.
—Señorita Tocker, por favor, entré, llamaré al doctor para que--
—¿Donde está mi pareja?— Jodido hombre, otra que me debía. No podía ir preguntando al mundo "¿Donde está mi hombre?" Como si fuese la mujer de Tarzán.
—¿El señor Shane, cierto?— asentí con la mirada desconfiada— Está en la habitación siguiente a la suya, pase, adelante.
Me asusté, ¿Acaso se estaba cogiendo a alguien mientras yo estaba inconciente? Por favor, que encuentre un bisturí en esa habitación porque de que lo mato, lo mato.
Y ahí estaba.
Ese enorme hombre imponente, serio y profesional, siempre con su cara arrogante y su cuerpo de mil pecados provocando. Ese idiota que me robó la mente sin mostrarme su rostro, el imbécil para el que decidí trabajar y que me jodió con un estúpido contrato que no leí, él, Eder Shane, estaba desmayado en una camilla con una bata de hospital que seguramente no era su talla.
Traté de no reírme, se los juro, pero me ganó.
Pestañó un poco cuando paré de reírme, tuve que sostenerme de una pared porque verlo conectado a una máquina lectora del pulso además de la intravenosa era muy cómico para mí. Jodido cobarde.
—¿Te estás burlando de mí?— Su voz sonaba extraño y eso sólo me hizo reír más— Verónica, maldita sea.
—Todo machote ahí aplastado— dije tratando de parecer enojada con mis manos en la cintura— ¿Te desmayaste como una niña? ¿Es enserio, señor Shane?— su ceño estaba fruncido y me miraba con ganar de matarme, bien, ya éramos dos.
—Tú también te desmayaste, o es que no te haz visto en un espejo, ¿Eh?— dijo punzante, yo sonreí resplandecientemente.
—Cariño, claro que me ví, me veo fabulosa hasta con este saco de papas puesto. ¿Pero tú? Creo que las enfermeras gozaron de más vistiéndote— él abrió los ojos aterrado—¿O habrá sido ese enfermero que estaba ahí? Revisáte no vaya a ser que te hayan violado y tú como la Bella Durmiente.
—Eres una maldi---
—¡Bueno! Parece que están de mejor humor, ¿Eh?—El doctor Ronald Gabsy entró al cuarto con una sonrisa burlona en su rostro— Amigo, ¿Puedes sentarte?— pidió a Eder, quién lo hizo con unas cuantas pausas, Dios, ¡Era tan dramático!— Señorita Tocker, arrecuéstese a la camilla.
—¿Me asegura que con el peso de este gigante y el mío no se parte esa cosita?— dije desconfiada pero haciendo lo que me pedía.
—Oh, se sorprendería de cuanto peso aguantan— dijo riendo— Dígame, ¿Como se siente?
—Mejor que él, eso es seguro— lo señalé con el dedo pulgar sin mirar su rostro y gruñó en respuesta— ¿Es enserio? ¿Estoy embarazada?
—Sí, señorita. Estaba esperando que despertara para decirle que ya tiene una cita con ginecobstetricia para sus chequeos mensuales y los ecogramas que debe realizarse.
—¿Cuanto... Cuanto tiempo tengo?— mi humor había cambiado drásticamente, estaba meneando mis dedos y poniendo mis ojos en ellos. Tenía la cabeza hecha un nudo.
—No sabría decirle, desafortunadamente.
—Pero, menstrué, ¿Como es que...— Estaba muy confundida, odiaba haber crecido en un lugar donde no se nos informara que estas cosas pasaban. No los embarazos, porque no soy idiota, pero... Dios.
—Es extrañamente común. Algunas menstruan hasta el segundo trimestre— dijo encogiéndose de hombros. Yo suspiré, le di una mirada de reojo a Eder y el me miraba perdido.
—¿Podrías dejarnos solos, Ronald? —El doctor asintió y se levantó cuando él se lo pidió en un tono tan serio—Y... Gracias, amigo— agradeció ganándose una pequeña sonrisa del doctor cómo si quisiese levantar el ánimo— ¿Qué mierda, Vero?— Habló hacía mí y sentí mis ojos llenarse de lágrimas que no podía contener— ¿Por qué lloras, amor? No estoy gritandote ni estoy enojado, sólo estoy... Confundido. Y Preocupado.
—No sé por qué lloro, Eder— dije entre hipeos— Me he cuidado, desde siempre he tomado pastillas anticonceptivas, me realizo lavados mensuales, uso condón, no sé--
Asentí. No fue díficil ofrecerle a un servidor de la salud una propina grande por atendernos a las diez de la noche.
Llegamos y nos bajamos del auto, seguía molesto con ella pero eso no haría que dejara de ayudarla a bajar, le tendí mi mano para que bajara y ella decidió que secuestraría mis dedos contra los suyos y no dejarme en paz. Qué linda chica.
—¿Puedes soltarme? Estoy acalorado— me miró levantando una ceja pero no dijo nada. Genial, ahora la molesta era ella.
Nos sentamos en la sala de espera mientras buscaban al doctor, cuando la ví retorcer sus manos y temblar sus piernas como era costumbre cuando estaba nerviosa. Me tragué mi orgullo y apreté su rodilla, ella me regaló una triste sonrisa.
—¿Estás asustada, caramelito?— dije en tono bajo.
—Asustada es poco. Me cago del miedo— dijo en el mismo tono y mostrandome los ojos más abiertos que alguna vez le había visto. Me reí de inmediato.
—Vero, yo también estoy aterrado. Jodidamente lleno de miedo. Pero, bueno, esto debía de pasar—dije con convicción. Ella dio un pequeño asentimiento y dejo de mirarme, aún así me habló en tono más bajo aún.
—¿Me odias?
—¿Qué?— me sorprendí y tomé su barbilla con mis dedos para que mirara mi rostro— Ya sé que estas muy loca, Verónica Tocker, pero no que eras idiota. Me gustas más que la comida, el dinero, y todo lo bueno. Me encantas en todas las formas y, si las cosas son como parecen, tendrás un hijo. Mío. De la forma que sea será mío.
Ella me miraba y sus ojos brillaban, iba a hablar, su boca estaba abierta, cuando la enfermera nos pidió pasar.
Le di un pico y la ayudé a levantarse. No sin antes marearme yo, maldita sea.
—Buenas noches, soy el doctor Halms, lamento haberlos hecho esperar— se disculpó el hombre mayor, de aspecto canoso y cansado, regalandonos una sonrisa. Sentí que se había ganado la confianza de Verónica, porque ella le sonrió de vuelta y la dejé hablar.
—No se preocupe, ya estamos todos aquí, podemos empezar.
—Claro, señorita Tocker, primero armaremos el perfil del centro clínico, me dará una serie de información que necesito y procederemos a realizar la ecografía, ¿Bien?— Luego de un "Ok" en unísono, procedimos.
El asunto duró unos quince minutos, llenos de preguntas de su parte y respuestas de mi chica que anoté en mi cabeza, debía saber todo lo posible de ella.
—Bien, listo. Ahora arrecuéstese en esa camilla por favor, y retírese la falda. Podrá cubrirse con esa tela de ahí— le indicó y Verónica obedeció. Me sentía una estatua ahí comiendo mi paleta y él doctor me regaló una mirada llena de burla—¿Nervioso?— Asentí con terror— ¿Primer hijo?— dijo y antes de que pudiera responder, la bruja lo hizo por mi
—Y último.
Nos reímos ambos hombres. Pobre ilusa.
Una pantallita a su lado mostraba puramente color negro, cuando mi caramelito se arrecostó y él colocó un gel con aspecto frío en su abdomen, empezó a acariciarlo con una especie de lector, no entendía una mierda de eso pero Verónica estiró su brazo en mi dirección y entendí que me quería a su lado por lo que fui corriendo.
Un rápido sonido empezó a oírse y arrugué el ceño mirándola, pero ella tampoco sabía qué era. El doctor nos miró sonriente.
—Ese es el latido de su corazón.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ( 18) SWEET CANDY y DARK SHANE - SEX HARD