( 18) SWEET CANDY y DARK SHANE - SEX HARD romance Capítulo 38

Un mes y medio.

Un puto mes y medio en esta falsa. Sin ver al padre de mi hijo que hace huella en mí cuerpo. Mis curvas aún no cambian y doy gracias al cielo por no sufrir ningún malestar típico del primer trimestre, aún así me entristece no saber si Eder sigue con alguna molestia como al principio. Lo extrañaba como la mierda pero era mejor así. Sabía que George trataba de controlarme en la distancia y no podía darme el lujo de que se diera cuenta de la verdad.

La celebración TOP mensual de KitPer se llevó a cabo por primera vez sin la presencia del señor Shane, ya que este se encontraba "en un largo viaje de negocios". George se había autodenominado Gerente General bajo la escasa presencia de los socios minoristas en la empresa y, sentí que esto era solo la punta del iceberg que estaba por derretirse sobre nosotros.

Me di un largo baño en mi room luego de una intensa sesión. Me fue bien, gané el cuarto lugar en la lista del mes y me sentía a gusto conmigo misma. Me daba miedo saber que me quedaba cuando mucho medio mes de farsa ya que en cualquier momento mi barriga se haría notar. Y me comería vivo sin dudar a quien quiera que quisiese acercarse.

Vestí un vestido poco suelto de color negro con rayas verticales blancas y unas sandalias negras de correas, mientras peinaba mi cabello entré a la habitación por algo y me sorprendí de encontrar a Jeffrey recostado sobre el colchón.

— Creo que no imaginas lo cachondo que me pones mientras grabas, siempre veo tus transmisiones y, wow...— Tenían en sus manos el vibrador que suelo usar, se me revolvió un poco el estómago con su presencia pero había aceptado esto, me sacrificaba por el equipo.

—Me preocuparía un poco que no te calentaras— Bromeé con él mientras me sentaba en el colchón a una prudente distancia. La cual no respetó ya que se sentó justo a mi lado antes de tomar mi rostro en sus manos.

—¿Cuando piensas que me dejaras volverte a tener, hermosa?— tragué grueso, sus ojos estaban en mis labios. Se acercó a besarme con lentitud pero una mano se posó agresivamente sobre mi cabello haciéndolo un lío, me besaba con fuerza y violencia— No puedes negarte más a mí y lo sabes— asentí cómo el quería que fuese: una sumisa.

—Pronto, George, no me apresures, sabes que lo que--

Me cortó de inmediato, George me tumbó sobre la cama, era rídiculamente más grande que yo y sin fuerza alguna me retenía en contra de mi voluntad. Traté de no quejarme y removerme, sólo lo dejé hacer, todo por el equipo.

Sus besos se intensificaron, bajó a mi cuello y luego a mi clavícula dejando seguramente un chupón muy marcado, bajó a mis sensibles senos, los cuales estaban un poco más grandes que antes y empezó a jugar con ellos como un experto sacando de mi boca un gemido que realmente nunca quise producir.

—George...— pedí en voz baja, él miró mi rostro mientras terminaba de bajar mi vestido y dejandome en la tanga de encaje violeta que usaba.

—No más chico bueno, Verónica. Sabes qué es lo que me gusta y he esperado lo suficiente.

Ahora sin tela de por medio besó mis tetas y las succionó mientras retorcía mis pezones en sus dedos. Cerré mis ojos y pensé en Eder, imaginé que era él quién me tocaba y me excitaba, odiaba faltarle el respeto de esta forma, aún así mi cuerpo no podía evitar calentarse con los toques profesionales de ese hombre. Podía verlo, debía tener unos 37 años, pero se mantenía en excelente forma. Recordé los momentos en Nirvana cuando se quitó la camiseta que usaba y me dejó ver sus tatuajes. Pensé en los de Eder, deseé que realmente fuese él.

George hundió sus dedos con violencia en mi vagina sin jugar con mi clítoris, gemí con sorpresa y se rió de mí con maldad. Dandome el mínimo espacio me puso boca abajo y con mis nalgas expuestas a su antojo, se quitó el cinturón que sostenía sus pantalones.

Sentí las lágrimas agruparse en mis ojos, me gustaba lo rudo, realmente me fascinaba, pero no cuando era con una persona en la que no tenía ninguna confianza depositada, aún cuando la primera vez que lo hice con ese tipo no veía su rostro le tenía cierto recelo mezclado con confianza, ahora, le tengo únicamente odio.

Una, dos, tres... Perdí la cuenta en el número 18. Era una sensación agridulce: Un correazo, y una caricia, mis nervios estaban alterados y cuando sollocé en el número treinte, me sorprendió su lengua dentro de mi vagina.

Me incliné exponiendo más a él mi lastimado culo, porque la lengua hacía maravillas. Trataba de no pensar en quién era ni donde estaba, me sentía tan puta que no me reconocía aún habiendo hecho todo lo que he hecho en mi vida.

Abrió mis piernas para lamer con amplitud mi vagina y mi clítoris fue acariciado varias veces por sus dedos, cuando sentí el orgasmo acercarse, se apartó, dejandome confusa, furiosa, excitada y adolorida.

Antes de decir algo, el cinturón fue puesto en mis manos como esposas, atandolas al cabezal de la cama dejandome boca abajo. Mis piernas flexionadas y mi zona íntima expuesta a ese demonio infernal que deseaba ver muerto.

—Te dije que te volvería a tener para mí, cariño— se burlaba, yo cerré los ojos con furia cuando las lágrimas escaparon, lo único que deseaba era terminar con esto, irme a casa y llorar en la cama— Eres toda mía, ¿No es así?— no dije nada. Golpeó mi gluteo izquierdo con la mano y solté un grito de dolor— Responde, ¿No es así?

—Sí...Sí, señor— Sabía lo que le gustaba, por lo que decidí actuar como la sumisa que debía aparentar ser. Como premio, llevo su mano devuelta a mi clítoris y le daba vueltas entre su índice y pulgar causando una tortuosa fricción.

El vibrador que solía usar para grabar, fue encendido, lo supe por el ruido que produjo. Lo metió sin delicadeza alguna ni condón dentro de mi vagina, apretando su máxima velocidad y rozando sútilmente mi adolorido nudo. Los gemidos brotaban de mi boca y cuando acaricié el clímax, se apartó, solté suaves sollozos y la risa de George Jeffrey inundó el sitio.

—Eres tan zorra, nena. Una puta cachonda que ama el sexo, ¿No es así? ¡Responde!— Ordenó, se escuchaba alterado por lo que no dudé en obedecer.

—Sí señor. Soy una puta— dije en voz baja.

—Eres mí puta— De improvisto, un dedo se coló en mi ano, salté por la sorpresa pero el dedo no salió, por el contrario, empezó un vaivén justo ahí que fue acompañado por el vibrador en mínima velocidad presionado sobre mi clítoris. Sentí que el placer me partiría en dos, era amargo ya que las lágrimas no abandonaban mis ojos y no podía siquiera abrirlos.

El vibrador salió y su pene grande y grueso me llenó de una sola estocada. Su ataque tenía tanta violencia que mis sollozos salían como si nada, sólo pensaba en la pequeña cosita que estaba indefensa dentro de mi vientre.

Se detuvo cuando pensé que acabaría, lo que hizo fue introducirse completo en mi ano. Fue tan doloroso que no sabría describirlo ya que para las que lo practicamos de una buena forma resulta muy excitante, a mí, por el contrario, con esa violencia, me dolió como el infierno. La tortura acabó diez minutos después, y quedé ahí, atada y sodomizada por mi maldito peor enemigo.

El maldito fue a lavarse, salió y justo antes de marcharse, me soltó, con una sonrisa inocente en los labios.

—Fue genial, amor. Te esperaré para que vayamos a cenar, ¿Te parece?

Quería ahorcarlo. Quería mis manos en su cuello y estrangularlo, ver la vida desaparecer de esos pálidos ojos suyos.

—Claro— dije con una pequeña sonrisa.

Fui al baño y tarde unos quince minutos bajo la ducha, lloraba a todo pulmón y no me importaba ser escuchada por nadie. Odiaba como el infierno a ese hombre, aunque tuviese que fingir por salvar mi familia. Todo por el equipo. Ese era mi mantra.

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