Miguel había estirado su mano, pero quedó colgado en el aire.
Ella murmuró para sí misma: "Claro, empújame, una vez que muera, todo habrá terminado. Nadie podrá impedirte vivir feliz para siempre con Teresa".
Él retiró su mano con torpeza y volteó la cara: "No soy tan cruel como tú, que fue capaz de hacerle eso a la familia que te quería. Aunque te odio y deseo que desaparezcas, no lo haría de una forma tan vil".
Mariana se giró, lo miró con la cabeza levantada y sonrió dulcemente: "Miguel, te devolveré la familia Torres".
"¿Qué?".
"Lo creas o no, nunca quise apoderarme de la familia Torres", dijo ella. "La muerte de tus padres me dolió mucho, y me puso muy triste, tranquilo, te daré lo que quieras".
Miguel la interrumpió: "Tú no puedes darme lo que quiero".
"¿Y si pudiera?".
"Quiero casarme con Teresa inmediatamente".
Mariana asintió: "En siete días, no, ahora serían seis, tendrás lo que deseas, eso sí te lo puedo dar".
Miguel continuó: "¿Y si quiero que la familia Sánchez caiga en desgracia, quede deshonrada y tú arrodillándote ante el altar de mis padres para pedir perdón?".
Mariana se detuvo un momento y luego asintió: "... Puedo hacerlo, puedo arrodillarme. Después de todo, ellos me quisieron mucho y su muerte también tiene que ver conmigo".
Y así era.
Si no fuera porque ella se había enamorado de Miguel, si no fuera porque los padres de Miguel la habían querido como a una hija, asegurando que ella sería la futura nuera de la familia Torres, Teresa no se habría vuelto tan loca y no les habría quitado la vida.
Recordando los rostros amorosos de los padres de Miguel, un dolor sordo golpeó su corazón.
"¿Hay algo más?", preguntó ella.
La voz de Miguel se dispersó con el viento: "También quiero que saltes ahora mismo de aquí, ¿puedes hacerlo?".
Mariana balanceó sus piernas que estaban colgadas en el aire y miró hacia abajo. La villa tenía cinco pisos, saltar desde esa altura significaba casi una muerte segura.
Pero ella no dudó: "Si eso es lo que quieres, puedo hacerlo".
"¿En siete días más?". Miguel dijo fríamente con los brazos cruzados: "¿Qué tramas ahora? ¿Crees que contar estrellas por siete días cambiará algo?".
Mariana recogió su cabello suelto hacia detrás de sus orejas y miró hacia el cielo nocturno oscuro, el lugar estaba cubierto por la penumbra, Mariana asintió, aunque era una vista hermosa, no podía sentirse feliz.
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