Con su equipaje a cuestas, Sofía se dirigió al aeropuerto a primera hora de la mañana siguiente. Como el vuelo era muy temprano, Sofía no paraba de bostezar por no haber dormido lo suficiente. Poco después de llegar al aeropuerto, el locutor empezó a llamar a los pasajeros de su vuelo para que subieran a bordo.
Gerardo le reservó un asiento de clase ejecutiva. Sofía entró primero, por lo que el pasajero que estaba a su lado aún no había llegado. Después de colocar su equipaje y sentarse, Sofía bostezó un par de veces más. Después de ella entraron más pasajeros, pero no muchos. Hmm, esta vez no hay muchos pasajeros. Miró a su alrededor antes de tumbarse en una posición cómoda. Luego se puso el antifaz y se durmió.
Como no había dormido mucho la noche anterior,
Sofía se quedó dormida después de cerrar los ojos. No se dio cuenta de que alguien vino a sentarse a su lado más tarde, ni le importó. No se despertó hasta que llegó una azafata. Sofía recibió un suave empujón y la azafata le dijo:
—Disculpe, señorita. ¿Necesita algo de beber?
Sofía se levantó el antifaz y entornó los ojos.
—Soda con hielo, gracias. —Después de que la azafata le sirviera la bebida, el pasajero que estaba a su lado se la llevó. Ella la tomó y dio un sorbo antes de dar las gracias, a lo que el pasajero respondió:
—De nada.
«Espera, esa voz... Me resulta familiar. Demasiado familiar».
Sofía se detuvo un momento, y luego, muy despacio, se volteó para ver quién era el pasajero. Cuando vio de quién se trataba, su expresión se congeló.
Leonardo la miró durante unos instantes antes de volver a mirar a Gerardo. Gerardo se tapaba la cara, pues no se atrevía a mirar a Leonardo desde que éste se dio cuenta de que Sofía estaba en el asiento de al lado. Sofía también miró a Gerardo y arqueó una ceja. Gerardo les dio la espalda a ambos y se tapó los oídos con los auriculares, fingiendo no saber nada.
—Gerardo reservó este billete para mí.
Sofía se relamió los labios.
—No sabía que esto iba a pasar.
Siendo el hombre distante, Leonardo sólo gruñó, impidiendo que Sofía hiciera unas cuantas preguntas que le gustaría que le respondieran. Ahora era imposible dormir, así que sacó su tableta para darse un atracón de dramas. No era propio de ella ver dramas de forma compulsiva, aunque descargó algunos superficiales para matar el tiempo. Por desgracia, no pudo mantener los ojos en su tableta, porque empezó a mirar a Leonardo unos momentos después.
Él regresó un rato después y le dio un codazo, pero ella fingió no notarlo. Sin embargo, cuando le volvió a dar un codazo, Sofía frunció el ceño. Se quitó el antifaz y se encontró con un extraño ante ella, aunque con un elegante atuendo.
Le sonrió a Sofía.
—Hola.
-¿Se te ofrece algo? -respondió Sofía.
El hombre sonrió con timidez.
—No, nada. Estaba aburrido sentado ahí atrás y me di cuenta de que tú también parecías aburrida, así que vine a charlar.
Sofía frunció el ceño. Parecía que estaba durmiendo, no que estuviera aburrida. Leonardo había vuelto, pero cuando se dio cuenta de que había alguien en su asiento, no hizo ningún movimiento. Pudo ver que el hombre estaba coqueteando con Sofía, pero a juzgar por la mirada muda y atónita de ella, supo que no se dio cuenta de su evidente coqueteo. ¿Y ella dijo que estaba buscando una aventura en el bar? Con su estúpida cabeza no es así.
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