-¿Por qué no? -respondió el matón con una sonrisa maligna-. Tú me lanzaste ese jugo, ¿verdad?
Incliné mi cabeza.
-No lo hice a propósito. Lo siento.
—¡Maldición! ¿Quieres morir? —gritó el matón. Agitó su bastón de forma amenazante y ambas esquivamos su ataque. Al ver la botella de cerveza en la mesa, la recogí y se la aventé. Los otros matones estaban disfrutando del espectáculo antes de que Mayra y yo nos defendiéramos. Agarraron sus bastones de inmediato y nos atacaron. Las dos éramos muy buenas peleando y no se pudieron aprovechar de nosotros. Cuando llegó la policía, todos estaban un poco heridos y nos llevaron a la estación de policía.
Después de registrar nuestras declaraciones, Mayra y yo tuvimos que ser rescatadas. Fuimos las víctimas, pero debíamos pelear. Mayra era huérfana y yo era su única amiga en la Ciudad J. Por ello, tuvo que depender de mis
conexiones para salvarnos. Pasé mis días en el trabajo y en casa. No tenía muchos amigos porque era muy introvertida y por eso decidí llamarle a Gael para que nos ayudara. Luego de sonar el teléfono varias veces, respondieron. Me sentí incómoda al hablar mientras la otra persona en la línea permanecía en silencio.
-Dr. Ceja, lamento molestarlo a esta hora. ¿Me podría hacer un favor? Estoy en la estación de policía, ¿podría venir a rescatarnos? —Como no hubo respuesta, añadí—. Dr. Ceja, por favor.
Pronto, alguien respondió:
—¡Samara Arias!
«¿Ese no es Alvaro? ¿Por qué respondió el teléfono de Gael?»
Estaba impactada y aterrada.
—Alvaro, tú...
-¿En dónde estás? -Antes de poder terminar de hablar, me interrumpió de forma descortés. Podía sentir su enojo a través de la otra línea.
-¡En la estación de policía Metropolitana! -Una vez que le respondí, colgó. Mayra me estaba observando.
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