Amor inesperado romance Capítulo 8

«¿Eso es todo?».

Matías se levantó y salió de la habitación. Al instante, Clarisa suspiró aliviada.

«Mis instintos eran correctos. Matías tiene sus sospechas sobre mí. Pero ¿por qué ha hecho esa horrible broma?».

En el fondo, Clarisa le maldecía mientras se juraba a sí misma que se mantendría alejada de él. Exhaló con fuerza, se levantó y salió de la sala privada. Para su sorpresa, Matías la esperaba en la entrada del restaurante. Hablaba con alguien por el móvil con una mano en el bolsillo.

Clarisa pensaba escabullirse, pero él la vio. Ella se detuvo y se paró junto a él en silencio. Los clientes que entraban y salían del restaurante los miraban de pasada. Clarisa se preguntaba si la miraban a ella o a Matías. Tras finalizar la llamada telefónica, la mirada de Matías se posó en ella.

—Señor Tamayo, ya me voy...

—Mi auto está aquí. Vamos —ordenó él.

Esta vez, Clarisa se negó a ceder:

-No, gracias. Puedo ir a pie —rechazó su oferta con firmeza; su mirada brillaba con determinación.

Matías levantó una ceja y sonrió.

—¿Estás loca?

Clarisa no se acostumbraba a sus repentinos cambios de humor.

«¿Por qué sonríe? ¿Qué tiene de divertido?», reflexionó en silencio, pero no se atrevió a demostrarlo.

—No —respondió.

-Sólo era una broma.

-Más vale que sea una broma.

-¿Qué?

—Nada, Señor Tamayo. Le decía que lo había entendido. Su broma me tomó por sorpresa.

Estaba claro que se burlaba de él. La comisura de la boca de Matías se torció. Esto despertó su interés, ya que tenía un poco de tiempo libre.

-Pensaba que a los jóvenes como tú les gusta bromear.

-¡Ja! Tío Matías, usted es demasiado viejo para entender bien a las nuevas generaciones. Hay bromas diferentes ahora.

Clarisa observó la calle con ansiedad. «¿Por qué aún no ha llegado mi transporte? Además, ¿por qué Matías está así de libre? Pensé que su tiempo era valioso, ya que puede ganar millones en pocos minutos».

Su mirada se ensombreció ante su impaciencia.

-¿Viejo?

De repente, el ceño impaciente de Clarisa se convirtió en una sonrisa socarrona.

-Tío Matías, así bromeamos los jóvenes. No le gusta, ¿verdad? Pues deje de gastar bromas conmigo. Hay una brecha generacional entre nosotros. -Clarisa se dio una palmadita en la espalda por haber salido con la réplica perfecta.

Sus ojos se iluminaron con deleite, lo que provocó que el corazón de Matías diera un vuelco. Él bajó la mirada enseguida y giró la cabeza. Para entonces, había llegado su conductor. Se hizo un gran silencio. Al ver que su auto había llegado, Clarisa habló:

—Señor Tamayo, me voy entonces. —Se negó a permanecer un segundo más. Esta vez, él no le impidió marcharse.

Tras subir a su auto, la molestia de Clarisa se reflejó de inmediato en su rostro. Llamó a Elida, pero esta no contestó. «»Debe tener miedo de que le grite». Clarisa dejó escapar una risa mordaz. «Demasiado miedo a confesar, ¿eh?».

En realidad, no estaba enfadada con Elida. Sin embargo, cuando ésta acudió a ella, todavía reprendió a su amiga durante una hora.

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