Amor inesperado romance Capítulo 5

Al día siguiente, Clarisa salió de la Compañía Ocaso con la Editora en Jefe, Jazmín Blanco. Se dirigían a una reunión con el director y los inversores de The World. Clarisa rara vez asistía a esos almuerzos de trabajo. No era más que una persona hogareña, y muy buena en ese sentido.

Dada su bella apariencia y su reputación como autora de bestsellers, los hombres de la sala no podían evitar lanzarle miradas lascivas, que la ponían en un aprieto cuando cambiaban el tema hacia ella. Clarisa se excusó de la sala privada. Su rostro se sonrojó por el alcohol. Después de echarse agua fría en la cara para refrescarse, empezó a buscar una excusa para marcharse primero.

Al salir del baño mientras enviaba un mensaje, levantó la vista y se dio cuenta de que se había equivocado de camino. Estaba a punto de irse cuando escuchó una voz en la esquina.

-¿Qué es lo que no le gusta de mí, Señor Tamayo? ¿Por qué no le damos una oportunidad a esta relación? Yo lo quiero desde el día que lo conocí. Aunque yo no le guste ahora, usted sigue soltero. Deme una oportunidad, por favor.

Clarisa escuchó cómo la mujer sollozaba. «Mi corazón se habría derretido si yo fuera un hombre».

Sin embargo, el hombre permaneció en silencio.

-¡Matías! -gritó la mujer.

Clarisa se detuvo en seco, sólo para ver a Matías salir de la esquina. La mujer lo había alcanzado y lo abrazaba por detrás.

-Tú... -La mujer se congeló al ver a Clarisa.

-¡Clarisa! -gritó Matías de forma abrupta antes de que Clarisa pudiera fingir ignorancia y alejarse. Sus piernas cedieron y casi se cayó.

La mujer miró a Clarisa con hostilidad. Los labios de Matías se curvaron en una sonrisa mientras se distanciaba de la mujer y lanzaba a Clarisa una mirada sugerente.

—Ven aquí, Clari —le ordenó, sin dejar espacio para el rechazo. Sin embargo, su tono le pareció algo suave.

«Maldita sea».

Clarisa podía sentir que el hombre ocultaba algo siniestro bajo la manga.

-H... Hola, Tío Matías. —Dejó escapar una risita incómoda —. Qué casualidad.

—¿Tío Matías? ¿Eres la sobrina del Señor Tamayo?

-Em... Sí.

-Ven aquí —repitió Matías.

-Tío Matías, estoy aquí con unos amigos, así que voy a...

Clarisa apenas había dado un paso cuando Matías se acercó a ella a grandes zancadas y la abrazó mientras le acariciaba la cintura con los dedos. Él torció los labios en una sonrisa picara ante la expresión de ella.

—Tío Matías... —Clarisa tartamudeó, con ganas de apartarlo. Sin embargo, la acción de él y el término cariñoso de ella sólo hicieron que pareciera que coqueteaban el uno con el otro.

—¿Por qué todavía me llamas «Tío Matías»?

La expresión de la otra mujer se nubló mientras lanzaba a Clarisa una mirada de muerte.

«Parece tener más de veinte años. Y yo que pensaba que era un hombre maduro al que no le van las jovencitas como a los demás. Supongo que estaba equivocada».

-No sabía que a usted le interesara eso, Señor Tamayo -se burló la mujer.

-No, no, no, debe haber entendido mal. Yo... -Matías apretó la cintura de Clarisa, para obligarla a callar.

—Sabe, yo también soy un hombre, Señorita Cervantes. El hombre que usted ama no es el verdadero Matías Tamayo.

—¿Saben los Tamayo de esta sobrina suya? ¿Está siquiera calificada para ser la nuera de los Tamayo?

-Me temo que eso no es de su incumbencia, Señorita Cervantes. —La mujer giró sobre sus talones y se marchó.

-No, no lo es. No quiero ser una molestia para los Tamayo. Se han portado muy bien conmigo y se los agradezco. Sin embargo, me quedaré en Ciudad D durante bastante tiempo por trabajo. No creo que sea conveniente que prolongue mi estancia allí.

Matías permaneció en silencio. No fue hasta que llegaron a la residencia de los Tamayo que Clarisa se sintió aliviada.

-Siga con su día, Señor Tamayo. Adiós. -Ella esbozó una sonrisa cortés, deseosa por despedirlo.

—¡Empaca tus cosas!

-¿Qué?

—Te vas a un hotel, ¿no?

—Oh, siga con su trabajo, Señor Tamayo. Me las puedo arreglar.

Matías le lanzó una mirada, sin dejarle a Clarisa más remedio que sacar su maleta de la habitación y subirla a su auto.

Al llegar al hotel, dijo:

—Muchas gracias, Señor Tamayo, y perdón por las molestias. Adiós. «Adiós. No nos volvamos a ver». Matías no dijo nada esta vez. Pero había algo en su mirada que hizo que Clarisa se sintiera incómoda—. Adiós —sonrió ella, y agitó la mano.

Clarisa acababa de instalarse en el hotel después de despedirlo cuando recibió una llamada de Hilda. Sabía que no la dejaría escapar con tanta facilidad.

-Me equivoqué con lo que pasó la última vez, Clari. No debería haberte obligado a casarte; sólo quería que tuvieras una buena vida. ¿Me perdonas?

-¿Eso es todo?

—Bueno, esperaba que te llevaras bien con tu hermana, ya que no conoces la ciudad y no tienes amigos aquí. Ella se ha ofrecido a llevarte a conocer a algunas personas. Es una magnífica oportunidad para que conozcas a gente de su círculo, Clari. Inténtalo y ve a conocer el mundo. Habrá una cena pasado mañana. Puedes ir con Ivone.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Amor inesperado