¡Bum! Mientras Elisa intentaba contener su incomodidad tras entrar a la sala privada, alguien abrió la puerta de un tirón. Al oír el alboroto, todos miraron al mismo tiempo hacia la entrada, donde vieron a un hombre alto y apuesto vestido con un traje hecho a medida, el cual realzaba su elegancia innata. El hombre emanaba un aura tan hostil que nadie se atrevía a mirarlo directamente a los ojos.
Elisa frunció el ceño. «¿Qué lo trae por aquí?».
Gabriel se molestó al ver el ramo de rosas que había junto a la mujer.
—No esperaba que encontraras un amante tan pronto —se burló.
Carlos lo miró con indiferencia, pero, antes de que pudiera decir algo, Elisa replicó furiosa:
—¡Cuidado con lo que dices, Gabriel!
Él la miró de forma amenazadora.
—Elisa Benedetti, aún no estamos oficialmente divorciados, pero no puedes esperar para estar con otro hombre. ¿Acaso estoy muerto para ti?
Ella pensó que aquel hombre era ridículo.
—¿Qué te ocurre, Gabriel? No valoraste a Elisa cuando lo dejó todo para servirte a ti y a tu familia como una buena esposa. Ahora que firmaste el divorcio, ¿te arrepientes? Vamos, ¡compórtate como un hombre! —lo regañó Raquel. Ella era una persona bastante honesta y no le importaba en absoluto que Gabriel fuera una persona influyente. No podía tolerar a nadie que intimidara a su mejor amiga.
El aura sombría del hombre se hacía aún más intensa a medida que aumentaba la tensión en el ambiente. De repente, Carlos se levantó de un salto y se puso delante de Elisa para protegerla.
—Señor Weller, dado que decidió dejarla, compórtese como un hombre. De lo contrario, solo conseguirá avergonzarse, presidente Weller —dijo mientras lo fulminaba con la mirada.
—¿Avergonzarme? —Gabriel miró con rabia a Carlos y gruñó—: Lo mismo digo. No puedo creer que siendo tan joven seas un rompehogares.
La expresión de Carlos se ensombreció.
—Por favor, tenga cuidado con lo que dice, señor Weller. Elisa al fin se libró del infierno que vivía con usted. Así que deje de molestarla si es un hombre de verdad. De lo contrario, si este asunto pasa a mayores, no creo que sea bueno para la reputación de Grupo Weller.
Luego de decir eso, siguió a Gabriel fuera de la sala. Ambos se dirigieron hacia un rincón tranquilo y, cuando se detuvieron, ella intentó apartar la mano del hombre, pero fue en vano.
—¡No me iré, así que suéltame y dime lo que quieras decir! —dijo con el ceño fruncido.
«Por Dios, ¡¿por qué lo encuentro a donde sea que voy?!». En el pasado, ella ansiaba verlo, pero no podía y, en ese momento, que ya no quería verlo, se encontraban bastante a menudo. Elisa se sentía bastante frustrada por la relación complicada que tenían.
Gabriel soltó la mano de Elisa y la miró con desdén.
—¡Elisa Benedetti, te advertí muchas veces que sigues siendo la señora Weller hasta de que estemos divorciados oficialmente! Si vuelves a coquetear con otros hombres, ¡tendrás que afrontar las consecuencias!
Ella levanto la cabeza con impaciencia y frunció el ceño.
—¡Entonces divórciate de mí de una vez por todas!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Amor obstinado