Al percibir el aura feroz de Gabriel, Elisa no se atrevió a fruncirle el ceño. En su lugar, apagó tímidamente la cámara del timbre, resignada. El ensordecedor ruido de Gabriel golpeando la puerta volvió a escucharse y ella no quería molestar a sus vecinos, así que no tuvo más remedio que abrir la puerta y el hombre entró con expresión sombría. Tras cerrar la puerta, Elisa lo miró con desdén.
—Tus acciones me hacen pensar que aún no lograste olvidarme.
«¿Por qué tiene que venir a estas horas? Si tenemos que solucionar algo, ¡¿no podemos hacerlo durante el día?!».
En un principio, pensó que se había enterado del rumor cuando estaba en otro lugar y por eso la había llamado para preguntarle, pero no se imaginaba que lo más probable era que estuviera merodeando por su barrio, dada la rapidez con la que apareció en su casa. Él estaba demasiado furioso.
—¿No logro olvidarte? Elisa Benedetti, ¡sospecho que intentas llamar mi atención haciendo todo esto! —dijo mirándola con enojo.
Elisa también se enojó.
—En el pasado, hice todo lo que pude para llamar tu atención, pero ni siquiera me mirabas. Ahora que vivo mi propia vida y ya no aparezco ante ti, ¿crees que llamo tu atención a propósito?
Gabriel la miró con apatía. Aunque no dijo ni una palabra, su expresión demostraba que la especulación de Elisa era acertada. Entró a la sala de estar y se sentó en el sofá.
—¡¿Qué demonios quieres?! —espetó ella entre dientes al ver lo despreocupado que actuaba como si estuviera en su casa.
—Hoy te lo advertí, ¡¿y, aun así, fuiste enseguida a tener una aventura con Guillermo?! No puedo creer que seas tan descarada. ¿Todavía te llamas a ti misma mujer? —habló en un tono amenazador y con una mirada que emanaba miedo.
Elisa cerró los ojos y respiró hondo. «¡Debo estar ciega para haberlo amado durante tantos años!». Tras recuperar la compostura, se acercó a él y lo miró desde su altura.
—Saliste a comer con Linda, fuiste a visitarla al hospital e incluso visitaste a sus padres. Tú no eres mejor, así que ¿cómo te atreves a regañarme? Gabriel Weller, si te atreves a amenazarme otra vez, ¡voy a revelar nuestra verdadera situación al público!
La mujer también se enojó.
—No es asunto mío si tu reputación está arruinada o no. Tampoco es asunto mío si la empresa se ve afectada o no. ¡Vete! No eres bienvenido aquí. —Elisa señaló la puerta porque no tenía intención de seguir discutiendo.
Gabriel la miró con amenaza, pero, antes de que pudiera decir una palabra, sonó el timbre. Elisa sonrió satisfecha.
—¡Otra vez no!
—¡¿Incluso tu amante viene a verte a tu casa?! —dijo Gabriel malhumorado.
—¿Mi amante? —resopló y fue a abrir la puerta para ver quién era.
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