—¿Dije que te podías ir? —dijo Theodore mientras miraba a Everleigh con frialdad—. No dirijo una organización benéfica. Yo soy un hombre de negocios, mis favores no son gratis, deberás pagarme con algo del mismo valor.
De pronto, Everleigh se sintió sofocada, le costó muchísimo recuperar el aliento y la voz.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno... —comenzó Theodore. Luego, posó su mirada en la placa que ella tenía en el pecho y se burló—: Un médico prestigioso y de gran jerarquía como tú no se encarga de nimiedades como servir un vaso de agua a un paciente, ¿verdad?
Everleigh se asombró, pero rápidamente se recuperó de la sorpresa.
—Te serviré un vaso de agua —consintió y se dirigió al dispensador de agua que había en la habitación. Un instante después, volvió con un vaso lleno—. La temperatura está bien, lo comprobé yo misma. Puedes beber tranquilo.
Súbitamente, Theodore la miró con el ceño fruncido.
—No me malinterpretes. Puse el dorso de mi mano sobre el cristal —se explicó ella sin pensar.
Al instante se arrepintió de lo que había dicho. Él ni siquiera había pronunciado palabra, por lo que su explicación estuvo de más. Sintió que lo había subestimado y que exageró al respecto. Por otro lado, Theodore ni siquiera agarró el vaso de agua, al contrario, la dejó allí parada y con el brazo extendido.
—Eres muy considerada con tus pacientes. No es de extrañar que el hombre de la otra habitación no te quería dejar ir.
De pronto, el corazón de Everleigh dio un vuelco. El sarcasmo de Theodore era palpable en su tono de voz.
—Los médicos estamos acostumbrados a tratar con todo tipo de pacientes. Dejaré el vaso de agua aquí, tómalo cuando gustes.
Dejó el vaso de agua sobre la mesita de noche y se dispuso a marchar, pero antes de que pudiera darse la vuelta sintió un dolor agudo en la muñeca; era Theodore que tiraba de ella. Al instante, Everleigh cayó sobre la cama.
—¡Ah! —gritó. Rápidamente, el hombre la inmovilizó en la cama.
Los comentarios de Theodore fueron como un martillo para ella, y estaba golpeando la parte más vulnerable de su corazón. Sin embargo, Everleigh apretó las sábanas con fuerza y soportó el dolor en su interior. Así logró mantener la compostura.
—Bueno, si no está interesado en mí, ¿qué está haciendo ahora, Sr. Godfrey? —inquirió con indiferencia y volviendo a tratarlo de usted—. No lo olvide, se va a casar el mes que viene. Si alguien nos ve así, podría malinterpretar las cosas...
En cuanto vio que Everleigh mantuvo la calma, el semblante de Theodore se ensombreció. Después de siete años, ni siquiera sentía culpa por haberse ido. Al contrario, actuaba con tanta confianza como si nada hubiera pasado.
Tras pensar así, Theodore sintió un ardor en su pecho y apretó aún más sus manos, sosteniéndola con más fuerza.
—No te importó mucho tu reputación cuando te fugaste con otro hace siete años, ¿eh? —se burló él.
Ante esas palabras, Everleigh no supo qué decir.
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