—¿Fugarme con otro? —cuestionó Everleigh sorprendida.
—¿Qué? ¿Lo niegas? ¿Ya rompiste con Stainley? —se mofó Theodore.
Siete años atrás, Everleigh se fue al extranjero sin previo aviso y perdió contacto con sus amigos y familiares. Theodore se volvió loco buscándola hasta que finalmente oyó rumores de que ella dejó Ocpeace City para fugarse con otro hombre.
Durante los siguientes años, los nombres de Everleigh y Stainley lo atormentaban de noche en sus sueños, fue imposible para él olvidar el asunto. Aquel fue el peor insulto en la vida de Theodore.
Por su parte, Everleigh se quedó estupefacta al escuchar el nombre de Stainley, pero un instante después se recuperó de ese estado. La realidad era que si Theodore no se lo recordaba, se habría olvidado por completo de las tontas mentiras que ella le contó para terminar con su relación de cinco años con él.
—Sr. Godfrey —llamó de repente una enfermera desde la puerta.
De inmediato, Everleigh se estremeció. Utilizó todas sus fuerzas para liberarse de Theodore y se apresuró por levantarse de la cama. Desde su lugar, él notó el pánico en los movimientos de Everleigh e instantáneamente sus ojos volvieron a su frialdad y tranquilidad de antes.
—¿Qué? —preguntó Theodore.
—Escuché que no se sentía bien. ¿Necesita un médico? —preguntó la enfermera.
—No, vete. Solo estoy cansado —contestó él.
—Está bien, Sr. Godfrey —respondió la enfermera mientras se alejaba.
Al escuchar sus pasos alejándose, Everleigh soltó un suspiro de alivio. No quería quedarse más tiempo en esa habitación, así que, sin mirarlo a los ojos, se excusó:
—Tengo trabajo que hacer, debo irme.
Theodore no la detuvo. La miró marcharse presa del pánico y de pronto se sintió aturdido, se había quedado en blanco. Sin darse cuenta se golpeó la espalda contra la esquina de la cama y de inmediato frunció el ceño de dolor.
Se sentía frustrado, no podía entender por qué extrañaba a esa mujer fría y egoísta. El paso del tiempo no importó en absoluto, jamás dejó de pensar en ella.
Durante los días siguientes, Everleigh evitó a Theodore a propósito y no volvió a toparse con él. Sin embargo, sí se encontraba con Josephine, que visitaba a su prometido todos los días. Cuando se cruzaban, simplemente se saludaban con la cabeza, sin decir palabra.
Al escuchar el nombre de Everleigh, Theodore inmediatamente frunció el ceño, por lo que Josephine se apresuró a explicar:
—Bueno, éramos mejores amigas... Hubiera estado bien no invitarla mientras estaba en el extranjero, pero ahora que volvió lo correcto es invitarla. Pero si no te gusta la idea, olvídalo.
—Estuviste pensando mucho al respecto, ¿eh? —comentó Theodore a la vez que le echaba una miraba repentina.
Aquel hombre parecía poder leer su mente y eso asustó mucho a Josephine, al punto de no saber qué decir. De pronto, Theodore se levantó del sofá.
—Me van a dar de alta, ¿verdad? —inquirió.
—¿Qué? —Por un momento, Josephine se quedó atónita—. ¿Ahora mismo?
—Este hospital no es la gran cosa, la ventilación puede mejorar —murmuró Theodore con rostro inexpresivo.
Un instante después, le dio la espalda a Josephine. Ella apretó la servilleta de papel que sostenía en su mano con impotencia, sentía que sus últimas actitudes mostraban cierto distanciamiento de ella.
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