El camino de regreso a la oficina ha sido muy diferente. Entrelazo su mano con la mía, besó mis nudillos en cada oportunidad que ha tenido, y esa sonrisa increíblemente sensual me roba más de un suspiro. Es desquiciadamente guapo y eso a mí realmente me puede, sin contar que cada vez que me habla con ese acento italiano, yo pierdo la razón.
Estaciona el auto a una distancia prudencial de la entrada de la empresa y me mira — ¿cómo quieres hacerlo bella? — me pregunta y esa palabra me encanta cuando él la dice.
— ¿A qué te refieres? — pregunto un tanto confundida.
«Esos ojos...»
— ¿Le contamos a tu padre ya? o ¿quieres que cenemos con él en tu casa y le contemos la noticia? — me pregunta y de verdad no sé cómo se vaya a tomar todo esto.
Desabrocho mi cinturón de seguridad, me siento de lado, y le miro con un poco de dudas –Lucas, yo no quiero que mi padre se entere aún — me atrevo a decirle finalmente, y ahora es él quien me mira bastante confundido.
— Pero ¿por qué? — pregunta casi como si lo que hubiese dicho fuese un insulto o algo así.
Comprendo perfectamente cómo debe estar sintiéndose, pero sé que en estos momentos esto es lo mejor para los dos.
— Es que él no entenderá absolutamente nada. Nos hará muchas preguntas acerca del porqué después de divorciarnos hemos decidido regresar, ¿entiendes? — intento explicarme, pero él tan sólo me mira un tanto pensativo.
Después de unos cuantos minutos, él finalmente asiente — de acuerdo, pero sólo por ahora ¿está bien? — pregunta firme y ahora soy yo quien asiente mientras le sonrió.
Llevo mis manos a cada lado de su rostro y me acerco lentamente a él — no creas que quiero ocultarte. — le digo y sonríe de lado.
— ¿Segura que no es eso? — pregunta pícaramente y asiento.
— Muy... sólo que me parece lo mejor por ahora. No quiero gente opine, ni que nadie nos pregunte nada, sólo quiero que realmente tú y yo lo intentemos — le dejo saber y ahora es él quien acorta la distancia.
— Yo también quiero que lo intentemos como debimos hacerlo desde el primer día — me susurra y su boca ahora está a milímetros de la mía volviéndome loca — te amo — me dice dejándome sin aire y termina con toda distancia entre los dos para comenzar a besarme de la manera más exquisita que existe.
Su lengua pide entrar en mi boca y le dejo porque yo muero por hacer lo mismo con él. Nuestras lenguas se encuentran, juegan, se seducen, y yo voy perdiendo el sentido del tiempo. Sus manos sostienen mi rostro con delicadeza y profundiza mucho más nuestro beso, si es que eso es posible... — ¡espera! — digo agitada y sonrió sobre sus labios — estamos en el auto, en el estacionamiento de la empresa... — consigo decir y reímos nerviosos.
Me echo contra el respaldar del asiento y suspiro — Que fuerte que es todo esto... No puedo entender que un malentendido lo haya arruinado todo. — me quejo.
— ¡Ey! — dice y roza mi rodilla con su mano — no pienses así. Pensemos que ni siquiera todo aquello ha hecho que esto que no sucede desaparezca. Además, te prometo que por cada momento malo que te he hecho vivir, yo escribiré uno lleno de felicidad. — dice firme y sus palabras verdaderamente me llenan de esperanza.
— ¿De verdad? — pregunto con muchísima ilusión.
— Es una promesa, y yo las promesas las cumplo. Te aseguro que te haré muy feliz — me dice y tan sólo puedo morder mis labios.
— Me gusta esta versión tuya. — comento.
— Y a mí me gustas toda tú, pero si realmente quieres que esto sea un secreto; es mejor que regresemos. — advierte y asiento.
— Vamos — digo firme y bajamos del auto para regresar a la oficina.
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