Atrapada en la Venganza de un Millonario romance Capítulo 49

El día se ha hecho eterno y es tan sólo el primero de los muchos que me esperan hasta poder tener la información que necesito acerca de él. Finalmente estoy saliendo de este infierno para ir hacia mí paraíso personal llamado Lucas Sandonini. Aun se me hace extraño que Lucas se haya convertido en eso para mí después de lo mucho que me ha hecho sufrir, pero estoy enamorada de él y supongo que el amor te hace perdonar muchas cosas, ¿no?

El calor de Miami es infernal el día de hoy, hace más calor que de costumbre y mi ropa de oficina no me ayuda mucho a sentirme mejor, pero afortunadamente al subir al auto y encender el aire acondicionado al máximo todo mejora.

[...]

El tráfico estaba bastante pesado y el llegar a la casa de Lucas ha tomado más tiempo que lo de costumbre; no sé porque he sentido la necesidad de mirar a cada instante por mi espejo retrovisor para verificar que nadie me estuviera siguiendo. « Quizás estoy muy paranoica...»

Bajo del auto y voy hacia la puerta de entrada para tocar el timbre. Son pocos los minutos en que tardan en abrirme, y al darme cuenta que es él y no un empleado; sonrió ampliamente. No puedo evitar llevar mis brazos por encima de sus hombros y entrelazar mis dedos a la altura de su cuello. Siempre va a tener este poder en mi porque su mirada me hipnotiza de una manera inexplicable —hola guapo. — digo sonriente.

—Hola bella...— susurra y acerca sus labios a los míos.

Comienza a besarme de una manera dulce, pero poco a poco la intensidad de nuestro beso incrementa hasta que nos damos cuenta de donde estamos —entremos mejor — le pido agitada y ríe.

No entiendo muy bien porqué, pero hace que nos separemos para luego sujetar mi mano —ven, he pedido que prepararan la cena antes de que se marcharan todos— me dice mientras hace que caminemos por la casa hasta que llegamos a la cocina.

—¿No hay nadie?— pregunto confundida mientras sigo sus pasos y es que me es extraño que esté completamente sólo sin ninguno de los empleados.

—No, ya sabes que no me gusta que haya nadie cuando tú estás aquí. No quiero tener que cohibirme contigo porque alguien pueda vernos— se explica mientras entramos a la cocina y solo puedo sonreír.

« Siempre piensa en todo...»

—¿O sea que puedo quitarme los zapatos y este vestido para estar más cómoda?— propongo haciéndole reír.

—Lo que tú quieras, hasta una ducha puedes darte si gustas. Mi casa es tu casa — dice pícaramente y me jala de la mano para hacer que nuevamente este frente a él —si te darás una ducha, invítame ¿no? — comenta de manera sugerente haciéndome sonreír.

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