Atrapada en la Venganza de un Millonario romance Capítulo 71

Al día siguiente

Ha sido toda una odisea que me dejara venir a trabajar. Como ayer, me ha traído a la empresa y me ha dejado a unos pocos metros del edificio para evitar que Raúl lo viera.

Entro al edificio, saludo a todos en el camino y rápidamente subo al elevador para ir hacia mi oficina,las puertas están a punto de cerrarse cuando una mano intercede provocando que vuelvan a abrirse. Sonrió al ver que es Alejandro quien entra al ascensor –buenos días Sienna, ¿cómo te encuentras? — me pregunta y saluda con dos besos.

—Buenos días, muy bien ¿tú? – cuestiono sin apartar mi mirada de su rostro. Se le ve preocupado —¿Está todo en orden?—

Él asiente –Sí, pero ya sabes que no puedo contarte mucho aquí — explica y me sonríe tímidamente —¿Y tú? ¿Te sientes mejor? Realmente me preocupe por ti ayer — me pregunta y soy yo ahora quien sonríe.

—Lo sé, Lucas me ha dicho que le has llamado y ha sido tanta su paranoia que me ha llevado al doctor — le explico y río al recordarlo.

—Discúlpame, es que en realidad me preocupe por ti... ¿y que te ha dicho el doctor?— indaga.

De manera inmediata llevo mis manos sobre mi abdomen y le miro con una enorme sonrisa tatuada en mi rostro –estoy embarazada — le confieso finalmente y en su rostro puedo ver como su expresión va cambiando de no entender nada, a estar triste, a finalmente sonreír.

—¡Felicidades!— me dice y sin que me lo espere me abraza con fuerza haciendo que lo haga también –ahora más que nunca necesito sacarte de aquí — me dice al oído y no comprendo qué sucede.

—Alejandro, ¿Qué pasa? — Pregunto cuando nos separamos, pero las inoportunas puertas del ascensor se abren haciendo que debamos interrumpir nuestra conversación.

—Encuéntrame en 15 minutos en el break room — me pide y sin más sale del ascensor.

«¿Qué es lo que sucede ahora? ¿Por qué se ha puesto así?» me pregunto por dentro mientras que voy hacia mi oficina.

Al entrar, dejo mis cosas donde las dejo siempre, enciendo la computadora y luego voy a la oficina de mi jefe. Golpeo la puerta y una vez que le escucho decir que puedo entrar, abro la puerta y le miro desde el marco de la puerta –buenos días señor Sandoval, ¿hay algo en lo que pueda ayudarle? — le pregunto de la manera más cordial que puedo, aunque debo admitir que cada día me cuesta mucho más disimular el asco que siento por él.

—Buenos días Sienna, de hecho si... llegas en un gran momento, pasa — me pide y hago lo que él me dice.

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