El mundo era un lugar oscuro para Nate Vanderwood, como si de repente se hubiera hecho de noche aunque solo fueran las cinco de la tarde. Condujo a cada y aunque juraba que era cuidadoso, la verdad era que su cerebro estaba tan embotado que ni siquiera lograba recordar qué ruta había seguido o cómo había llegado.
Atravesó el salón principal y sus ojos solo buscaron a su esposa con desesperación, al punto de que la señora Margo le salió al paso y de la boca de Nate salió una única palabra:
—¿Blair?
—Está en su habitación, hijo. ¿Estás bien…?
Nate hizo un gesto de afirmación que la señora no se creyó en absoluto y subió las escaleras de dos en dos hasta su habitación, donde Blair estaba acurrucada entre los edredones leyendo un libro.
Bastó un solo segundo para que sus ojos se cruzaran con los de Nate para que supiera que algo iba terriblemente mal. Ya conocía aquella mirada perdida y sobre todo conocía las oscuras reacciones que salían de aquel hombre cuando entraba en aquel estado de ofuscación. Lo que no sabía era que después de haber sentido que la perdía tantas veces, Nate por nada del mundo se arriesgaría a hacer nada que lo llevara a perderla.
—Ven conmigo, ven… Ven conmigo —murmuró Blair soltando el libro y un instante después lo tenía acurrucado contra su cuerpo.
—Lo siento, lo siento, nena sé que no debería estresarte, pero… ¡Dios, no puedo hablar con nadie más! —susurró Nate y ella casi pudo sentir aquel sollozo ahogándose en su voz.
—Oye ¡oye! Tú puedes estresarme todo lo que quieras. Prefiero estresarme porque me hables en vez de volverme loca porque no hables conmigo así que por favor dímelo, dime qué está pasando —le suplicó Blair enmarcando su rostro con las manos y vio cómo los ojos de Nate su humedecían.
—Lloyd vino a la empresa a chantajearme.
—¡¿Cómo…?! Espera, ¿Lloyd? ¿Tu tío? ¿El hermano de Rufus? —se asombró Blair, pero por la cara de Nate era obvio que algo demasiado impactante estaba sucediendo—. No puede ser, Nate, ¿cómo que chantajeándote…? ¡¿Con qué?!
—Con decirles a todos la verdad —murmuró Nate destrozado—. Con decirle a todos que no soy hijo de mi padre. Que no soy hijo de Rufus Vanderwood.
La expresión de Blair probablemente debía ser tan espantada como la suya cuando había escuchado a su tío decir lo mismo, la diferencia era que Blair no dudaba de que Adaline fuera capaz de eso y de mucho más.
—¡Por dios, esto no puede estar pasando! —gruñó porque sabía que Nate había pasado por tanto en el último año que aquello solo terminaría de volverlo loco—. ¿Y quién se supone que es tu padre entonces, Nate?
Él apretó los dientes pero finalmente lo dijo:
—Lloyd. Y mi madre me lo confirmó. Fui a verla a la cárcel y me contó… ¡Dios santo, me contó todo! Todos los sórdidos detalles y es…. Es asqueroso, pero la realidad es que soy sobrino biológico de mi padre y ahora ese infeliz se cree que puede chantajearme con eso. Quiere que le dé la presidencia de la empresa, y que le dé dinero a Sienna para que contrate un abogado contra Matt, para que le quite a su hijo…
—¡Y tú no vas a hacer eso! —exclamó Blair convencida.
—¡No, claro que no lo voy a hacer pero…! Pero estoy entre la espada y la pared —murmuró Nate con una tristeza que a la muchacha le rompió el corazón—. El dinero no me importa, no me importa si pierdo mis acciones, o la herencia o… nada de eso me importa Blair, te lo juro, pero mi familia…
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