La tensión era palpable en el ambiente. Pero si para otros los principales sentimientos eran de preocupación y miedo, para Nate solo eran de rabia e impotencia. No podía creer que después de tantos meses de pelear por Blair, aquel infeliz de Lloyd Vanderwood se hubiera atrevido a llevársela de su lado.
—¡Es que lo voy a matar! ¡Juro que lo mato! —bramó mientras caminaba de un lado a otro de su despacho y miraba al detective—. Así que si usted lo encuentra primero que yo, procure quitármelo del camino o de lo contrario, al que va a tener que arrestar es a mí.
—Por favor, señor Vanderwood, cálmese. Estamos cotejando todas las direcciones y las cámaras de tráfico, y le aseguro que no vamos a demorar mucho en encontrarla.
—Pero ¿no debería haber llamado ya? —preguntó impaciente—. ¡Han pasado más de tres horas! ¿Y si esto no es un secuestro? ¿Y si solo quiere lastimarla?
Pero antes de que el detective pudiera decir una sola palabra para tranquilizarlo, el celular de Nate comenzó a sonar, y todos lo vieron ponerse rojo de rabia al darse cuenta de quién era el que estaba llamando.
—¡Maldito infeliz! ¡¿Hasta ahora se te ocurre comunicarte?! —exclamó gritándole al teléfono—. ¡¿Dónde carajos tienes a mi mujer?! ¡¿Dónde está?!
Del otro lado se escuchó la voz socarrona y malvada de Lloyd.
“La lisiada está bastante bien” replicó el viejo. “Muy tranquila, sin moverse de su sillita... Aunque bueno, eso es lo normal para ella, ¿verdad?”
—¡Serás hijo de puta…! ¡Si le tocaste un pelo te juro que...!
“¡Vamos, vamos!” lo interrumpió su tío con tono molesto. “Sabes que no tengo mucha paciencia para las mujeres, y honestamente, no hay nada que me interese de tu lisiada. Lo único que me interesa es cuánto vas a pagarme por ella, si es que quieres recuperarla, claro”.
—Por supuesto, dinero ¿cómo pude esperar otra cosa? —gruñó Nate con sarcasmo—. ¿Cuánto dinero quieres? ¡Suéltalo!
“Cincuenta millones” contestó Lloyd con determinación, ya que había evaluado muy bien cómo y dónde quería que fuera el resto de su vida; y para irse a alguna isla paradisíaca sin extradición, no podía hacerlo con menos de esa cantidad. “Quiero cincuenta millones en billetes de baja denominación, por supuesto sin marcar, y te devolveré a la Señorita Ruedas enterita. De lo contrario, ni siquiera tengo que decirte qué es lo que va a pasarle, ¿verdad?”
Nate gruñó con impotencia, pero antes de que pudiera soltarle la sarta de maldiciones que quería, el detective llamó su atención y le mostró una hoja de papel donde había escrito algo.
—Quiero una prueba de vida, quiero hablar con Blair ahora mismo —demandó Nate, y del otro lado solo se escuchó una risa suave y la voz de Lloyd entregándole el teléfono a Blair.
“Tu amorcito quiere hablarte” se burló. “Dile que voy a tenerte muy bien cuidadita en tanto me pague mis cincuenta millones”.
Un segundo después, la muchacha tomaba el celular y respiraba profundo antes de hablar con Nate.
“Estoy bien, cariño” fue lo primero que le dijo para que se calmara.
—¡Blair, Blair, mi amor! ¿Estás segura? ¿No te ha hecho nada?
“No, no me ha hecho nada” respondió ella. “Estoy en la cocina de la casa y puedo comer y beber, al menos de lo que alcanzo en la nevera, ya sabes. No me ha lastimado y tampoco me ha amarrado porque... bueno, también sabes por qué. No lo necesita”.
—Ya voy a ir a buscarte, ¿de acuerdo? —le dijo Nate mientras respiraba pesadamente y trataba de controlar aquella desesperación que lo invadía—. Te prometo que vas a estar aquí en casa con nosotros muy pronto.
—Lo sé, amor, tranquilo, solo... Solo reúne el dinero que te está pidiendo, ¿sí?, por favor. Trae el dinero y una ambulancia.
Nate frunció el ceño, los policías se miraron unos a otros asustados, y la llamada se cortó en aquel mismo momento. Pero mientras el detective corría de un lado a otro, y gritaba preguntando si habían conseguido rastrear el número de teléfono o si sabían la dirección en donde tenían retenida a Blair, Nate se dejó caer en una de las butacas y miró por la ventana con tranquilidad.
—¿Qué es lo que pasa…? ¿Cómo es que una ambulancia, Nate? —lo increpó Asher—. ¿Blair va a ponerse mal otra vez?
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