Blair sentía los cálidos dedos de Nate recorriendo su columna vertebral mientras la desnudaba lentamente, poco a poco, como si quisiera perderse en aquella tentación.
Cada uno de sus movimientos era suave y controlado, pero eso no evitó que su respiración se entrecortara cuando él alcanzó cada extremo de sus bragas y la deslizó por sus piernas, besando cada centímetro de piel que descubría.
—Eres tan hermosa —susurró contra sus pechos, sintiendo cómo aquellos pequeños pezones se endurecían bajo su lengua.
—Te extrañé mucho —sonrió Blair conteniendo un gemido de gusto, y un instante después sentía el calor de su piel desnuda contra la suya.
Sus besos eran deliciosos y sus lenguas bailaban a un ritmo ninguno de los dos había olvidado. Los labios de Nate le recorrieron la clavícula, subiendo por la curva de la garganta hasta el lóbulo de su oreja; empujándola hacia atrás y llevándola con él mientras Blair sentía el peso de su cuerpo sobre ella.
Era imposible, no estremecerse, disfrutarlo, mojarse hasta el infinito cuando las manos de aquel hombre la acariciaban.
Sus manos bajaron por su vientre y Blair gimió de expectación, arqueándose contra él mientras lo veía perderse entre sus piernas y satisfacer allí cada deseo que había estado conteniendo por semanas.
—Tan húmeda para mí… Esto me encanta —ronroneó Nate acariciando sus caderas mientras sentía cada espasmo de su cuerpo.
Su lengua rozó su clítoris, haciéndola jadear, y Blair sintió que volvía a un mundo de placer y tentaciones satisfechas mientras los dedos de Nate se perdían en su interior, masturbándola suavemente y desesperándola a cada segundo.
—¿Te gusta así, nena?
—No…
—¿No?
—¡Quiero más! —suplicó Blair, pero justo cuando estaba a punto de escalar aquel orgasmo sintió aquella presión perfecta contra su entrada y gritó mientras Nate se deslizaba sin esfuerzo dentro de su cuerpo.
—¡Dios! —exclamó desesperada y lo siguiente que supo era que la boca de Nate se hacía dueña de sus besos mientras se movía con fuerza contra ella.
Adoraba su peso, su fuerza, aquella desesperación controlada con que la penetraba porque a pesar de todo siempre pensaba primero en ella, en que estuviera bien, en no lastimarla.
Exhaló un suspiro cuando lo vio levantarse llevándola consigo, la aferró por la cintura y la sentó a horcajadas sobre él, rodeándose las caderas con sus piernas. Blair cruzó los brazos detrás de su cuello y disfrutó de aquel gruñido de placer mientras sus cuerpos se alineaban perfectamente.
—El doctor dijo que todo es ejercicio —le coqueteó Nate dándole una sonora nalgada a modo de incentivo—. Quiero ver cómo te mueves conmigo…
La penetró, mirándola a los ojos para disfrutar aquella expresión en su rostro, aquella reacción a su miembro invadiéndola mientras el calor de su sexo lo envolvía. No recordaba haberla sentido así antes: tan caliente, apretada y completamente adictiva.
El ritmo se hizo profundo y constante. El sonido de sus gemidos y su respiración agitada llenaba la habitación. Las uñas de Blair se clavaban en la espalda de Nate, dejando marcas sutiles y excitantes, y el aroma del deseo se mezclaba con el sudor y la pasión.
—Estás muy apretada, nena —jadeó Nate, con las manos ancladas firmemente a sus caderas—. No voy a aguantar esto…
—Yo tampoco… —gimió Blair, alcanzando su boca para besarlo profundamente mientras él le daba la vuelta y se hacía dueño de aquel acto.
La penetró con más fuerza, sintiendo su piel vibrar bajo la suya, sus cuerpos golpeando violentamente uno contra el otro y aquellos gritos que lo llevaban al cielo y más allá.
Los dedos de Nate rozaron su clítoris, enviando ondas de placer por todo su cuerpo. Sus embestidas eran más erráticas, más desesperadas, y muy pronto Blair sintió que su cuerpo estallaba en millones de pedazos.
—¡Nate! —gimió desesperada y la respuesta fue un gruñido sordo y delicioso mientras él alcanzaba su propio clímax y se liberaba dentro de ella.
Un segundo después los dos se desplomaban en la cama, intentando recuperar la respiración después de aquella tormenta de placer. Envolvió a Blair en un abrazo y la cubrió con el edredón, acurrucándola contra su cuerpo, sin embargo nada pudo evitar que cerca del amanecer volviera a despertar, sobresaltado, sin aliento y con el corazón acelerado.
A su lado, Blair se incorporó y lo acarició con ternura.
—Tranquilo, amor, fue solo una pesadilla —le susurró ella mientras tiraba de él hacia su pecho.
Nate se aferró a ella, buscando consuelo en su calor. Sabía que no podría volver a conciliar el sueño.
—¿Quieres contarme? —le preguntó.
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