Aquel día, me desmayé de dolor, vivo y consciente, era seis días antes del desastre, desperté y ya había amanecido; después de la lluvia, el sol brillaba espléndidamente. Luché por levantarme del suelo, con las marcas de sangre ya secas entre mis piernas.
"Renán, tengo mucho miedo, ¿qué hago? ¿Qué hago?". En la sala, se oía el llanto de Yuria, temblando sin parar, diciendo que un asesino la tenía en la mira, a ella le aterraba morir.-
"Renán, revisamos las cámaras, y de verdad que a Yuria la están siguiendo, ¿llamamos a la policía?".
"No, no llames, ese asesino es despiadado, siempre va tras jóvenes y aunque ya encontraron seis cuerpos, jamás lo han atrapado. Si lo provocamos...", Yuria negaba con la cabeza, rehusándose a llamar a la policía.
"Yuria, no temas", Renán la abrazaba, consolándola con ternura, no era que él no supiera ser dulce, es que nunca me había dado un ápice de esa dulzura a mí.
Me quedé parada ahí, sintiéndome fuera de lugar y rígida, sin saber si irme o quedarme.
"Yuria, ayer cuando pasaste por el callejón de las Palmas, ¿qué llevabas puesto?", le preguntó Pepe, el compadre de Renán.
"Un vestido rojo", Yuria respondió y me lanzó una mirada.
No dije nada, desvié la mirada y caminé hacia la cocina con las piernas temblando, buscando algo de comer.
"Renán, tengo un plan para sacar al asesino y atraparlo antes de llamar a la policía, así evitamos que Yuria corra peligro", Pepe miraba a Renán.
Renán asintió: "Dime".
"Buscamos a una mujer, le ponemos el vestido de Yuria y la mandamos al callejón de las Palmas a medianoche. Estaremos vigilando con cámaras, no pasará nada", Pepe lo miraba fijamente.
Renán frunció el ceño: "¿Qué idea tan mala es esa? ¿A quién enviaras, a tu novia?".
La mirada de Yuria volvió a caer sobre mí, con su voz temblorosa dijo: "Te ves pálida, ¿estás bien?".
"¿Para qué te preocupas por ella? Casi te mata y todavía tienes compasión", Renán la abrazó más fuerte, visiblemente molesto.
"Si pagas tu deuda con Yuria, consideraré que te has disculpado y no te molestaré más", susurró, como ofreciéndome un trato.
Y yo, ilusa, creí en sus palabras: "¿De verdad garantizarás mi seguridad?".
"Claro", Renán parecía impaciente.
Lo miré con desesperación: "Renán, no le debo nada a Yuria. Cuando capturemos al culpable, ¿podrías concederme un favor?", no era que estuviera negociando con él, sino que había algo que necesitaba decirle.
"No te pases de lista", me respondió Renán y su expresión cambió en un instante. Bajé la mirada, sin decir nada más; vivir en la familia Hierro significaba depender de otros; yo lo amaba, pero también le temía.
"Está bien, iré", accedí finalmente. "Considera esto como el pago de la deuda que tenía contigo por salvarme aquel día".
Le estaba entregando mi vida a Renán. Una vez que todo eso terminara, planeaba romper nuestro compromiso para darle su libertad, me iría del país y dejaría la familia Hierro para siempre.
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