Vivían estaba ya conmocionada, pues sentía que el incidente de Finnick se parecía al incendio que le ocurrió la última vez. Sin embargo, no reflexionó mucho sobre este pensamiento y se centró en lo que él iba a decir.
«¿Cómo se las arregló Finnick para escapar entonces? ¿Realmente abandonó a Evelyn?»
Mientras Finnick miraba la lápida, continuó su relato:
-Cuando recuperé la conciencia, me di cuenta de que tenía las manos desatadas. Además, Evelyn no aparecía por ninguna parte.
Este hecho sorprendió a Vivían.
«Siempre me he preguntado cómo pudo Finnick liberarse, pero resulta que fue desatado por otra persona... Y lo más importante, ¿cómo desapareció Evelyn?»
Vivían no se esperaba algo así, así que preguntó:
-¿Estás seguro?
Finnick entrecerró los ojos hacia Evelyn y cuestionó:
-¿Tú tampoco me crees?
-No es que no confíe en ti -se apresuró a defender. Todo le sonaba extraño, y cuando se dio cuenta de que él había utilizado la palabra «tampoco», continuó-: Espera, ¿hay otros que no creen en tu relato?
—Así es -dijo Finnick mientras bajaba la mirada—. Le conté a todo el mundo lo que había pasado después de conseguir escapar, pero nadie me creyó. Incluso la policía dijo que me estaba inventando historias, así que dejaron de investigar mi caso después de un tiempo.
Vivían se quedó boquiabierta. No esperaba que esta fuera la «verdad» que había estado buscando todo este tiempo. En serio quería creer lo que decía Finnick, que no había abandonado a su entonces novia. Mientras se devanaba los sesos para dar una explicación razonable, dijo:
—Te creo.
Los ojos de Finnick parpadearon en respuesta, y sus labios se movieron, entonces dijo:
-Independientemente de si quieres decir lo que has dicho, estoy feliz de escuchar tu respuesta.
En ese momento, Vivían se arrodilló de repente ante él,
poniéndose a su altura en la silla de ruedas. Le tomo las manos y le dijo con seriedad:
-Lo digo de verdad. Te creo como elegiste creerme entonces. No importa lo que señalen las pruebas, elijo creer lo que dices.
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