-¡Ay! -Vivían gritó por instinto.
-¿Se encuentra bien, señorita? -preguntó nervioso el responsable de la causa del dolor de cabeza de Vivían.
Su mente no podía comprender lo que había sucedido. Descartando la posibilidad de que la mujer se hubiera lanzado sobre él a propósito para llamar su atención, la ayudó a estabilizarse caballerosamente.
El hombre estudió con detenimiento a Vivían. La forma en que sus ojos brillaban con calidez en contraste con su elegante vestido le hizo mirar más de cerca. Lo único que le parecía extraño en la bella dama era la forma en que sus ojos se movían de un lado a otro de forma nerviosa.
—Estoy bien... Estoy bien. Siento mucho haber chocado contigo. —Cuando Vivían clavó su mirada en el hombre, se quedó aturdida.
«Qué encantador».
El hombre que tenía delante tenía todos los rasgos perfectos que cualquiera podría soñar. Su nariz era recta y finamente perfilada, y sus labios eran finos pero bastante elegantes. La forma en que brillaban sus ojos luminosos adornados con largas pestañas era en extremo cautivadora. Vivían no pudo evitar sentirse un poco cohibida ante el hombre de mirada etérea.
El hombre observó con curiosidad cómo ella le miraba con la expresión más extraña que jamás había visto. Era una combinación de asombro y diversión.
«Qué expresión más graciosa. Me pregunto en qué estará pensando».
-Señorita, ¿segura que está bien? -El hombre preguntó con cuidado.
Al fin, consciente de que le había estado mirando como una idiota, Vivían sonrió con timidez y respondió:
-Estoy bien. No ha sido nada.
El hombre parecía aliviado.
-¿También estás aquí para la subasta?
-¡Sí! -Vivían sonrió-, ¿Creo que estás aquí para eso también?
-Sí.
Sintiendo que Vivían estaba a punto de caer en trance de nuevo, le recordó rápido:
-Parecías tener prisa hace un minuto. ¿Hay algún problema?
Vivían se dio una bofetada mental.
«¡Maldita sea! ¿Cómo puedo distraerme con un chico guapo y olvidarme de mi amuleto?»
Le resultaba extraño sentirse atraída por el hombre que tenía delante, porque no era el tipo de mujer que se desmaya por los hombres guapos. Por alguna razón, el hombre que tenía delante le resultaba extrañamente familiar.
-¡Oh, sí! Hay algo que tengo que hacer. Gracias por recordármelo —Vivían respondió apresurada en un intento de ocultar sus pensamientos-. Por favor, discúlpeme.
«¿Es uno de los rivales comerciales del Grupo Finnor?» Vivían se sintió perpleja porque el apuesto hombre que tenía delante no parecía en absoluto vicioso.
Haciendo caso omiso de la actitud distante de Finnick, tendió una mano amistosa a Vivían.
-Permíteme que me presente. Me llamo Benedict. ¿Puedo saber el tuyo?
«Benedict».
Vivían no pudo evitar volver a admirar su aspecto.
Vivían le tomó la mano y la estrechó con suavidad.
—Hola, Benedict. Soy Vivían, la...
Vivían fue interrumpida por la brusca tos de Finnick antes de que pudiera terminar.
—Muy bien, deberíamos movernos. Creo que la subasta va a empezar en cualquier momento.
Vivían le dedicó a Benedict una sonrisa cortés y se despidió de él con la mano.
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