Sus conversaciones eran inaudibles para ella, pero no parecían asuntos de trabajo...
Shannon pensó en cómo Ashley le había hecho vigilar a Vivian, y también en cómo había conseguido sacar la foto de Fabian forzando un beso a Vivian. Junto con la reciente noticia del embarazo de Vivian, pensó que el asunto debía ser más complicado que eso.
«¿Debo informar a Ashley? ¿Le pasa algo al hijo de Vivian?» Shannon se lo pensó durante mucho tiempo antes de decidirse a dejarlo. «No importa si ofendo a Ashley, ¡sería peor ofender a la Sra. Norton y a Finnick!» Con este pensamiento, Shannon volvió a su trabajo como si nada hubiera pasado.
Cuando Shannon se marchó, Fabian continuó la conversación con Vivian en el despacho.
—Vivian, deberías recordar que cuando conseguí que entrevistaras a Benedict, fue con la esperanza de que vieras lo falso y desalmado que es Finnick en realidad. Por el bien de su propia vida, abandonó a Evelyn, que estaba muy encaprichada con él. Huyó y la dejó para que perdiera la vida en ese incendio. Un hombre así no merece en absoluto su sacrificio.
—¡Ya basta, Fabian! —Vivian estaba muy enfadada—. Habría estado bien si no hubieras sacado el tema, pero ahora que lo mencionas, ¿cómo pudiste hacerlo? Sabías muy bien que Benedict era parcial contra Finnick, y a propósito arreglaste que lo entrevistara. ¿Desde cuándo te has vuelto tan retorcido?
«¿Por qué todos están en contra de Finnick y siguen diciendo que fue su culpa? ¿Qué hizo mal?»
Vivian se sintió muy agraviada por Finnick, ya que consideraba que lo había tenido muy difícil durante tantos años. Sabía muy bien lo que se sentía al ser incomprendido.
Por otro lado, Vivian seguía sintiéndose frustrada después de salir del despacho de Fabian. Cuando se acabó la hora, juntó de inmediato sus pertenencias para irse a casa.
En el último tiempo, debido a su embarazo, Finnick le había conseguido un coche personal y un chófer. Vivian aceptó el acuerdo sin dudarlo, ya que ella también consideraba que no debía ir a toda prisa por el metro en su estado de embarazo.
Como había terminado pronto el trabajo, Finnick no había regresado cuando ella llegó a casa. Se sentó en el sofá un rato antes de que sonara el timbre. De inmediato se dirigió a la puerta con entusiasmo.
—¡Finnick! Estás en casa...
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