«¡Benedict, eso es! Con su identidad y estatus, estoy segura de que conoce a alguien del hospital».
Aunque Vivian no quería molestar a Benedict, no tenía otra opción dadas las circunstancias actuales.
—Hola, Vivian. ¿Qué ha pasado para que llames tan tarde en la noche? —La voz de Benedict la reconfortó y la hizo sentir segura.
Al sentirse aliviada, rompió a llorar.
—Benedict, mi madre... se ha caído y se ha golpeado en la cabeza. Está perdiendo mucha sangre. Puedes ayudarme a contactar con el hospital...
Lloró y lloró. Cuando Benedict se enteró de lo sucedido, se levantó de un salto de la cama, se puso la ropa y salió corriendo.
—No estés tan ansiosa. ¿Dónde estás ahora? Voy ahora mismo.
Sin más dilación, Vivian informó de su ubicación:
—Estamos de camino al Hospital Pinnacle. Ya casi hemos llegado.
—Muy bien, no te asustes. Cuida bien de tu madre. Voy a llamar al hospital ahora y hacer los arreglos necesarios. —Benedict se apresuró a ir a su garaje.
—Gracias, Benedict. —Colgó después de expresar su gratitud.
Agarrada a la mano de Rachel, Vivian rezó con fuerza.
«Mamá, por favor, ponte bien».
Cuando llegaron al hospital, había médicos esperando en la entrada. Enviaron a Rachel a la sala de urgencias. Poco después, apareció Benedict.
—¿Cómo... cómo está tu madre? —Benedict jadeó para respirar.
Sacudiendo la cabeza, Vivian no pudo controlarse y comenzó a llorar.
—No sé, yo...
—Ten por seguro que todo irá bien. —La consoló Benedict y le dio unas palmaditas en la espalda.
No había tiempo para que ella se fijara en estos detalles. Pensó que tal vez lo recordaba mal.
—¿Qué más puedo hacer? —Se sintió turbada por el hecho recién aprendido y perdió su objetividad.
—Soy de tipo O. —Benedict estaba encantado de saber que su tipo de sangre coincidía con el de Rachel—. Puedo donarle a ella.
Una sonrisa genuina apareció en el rostro de Vivian. Ella le miró agradecida.
—¿De verdad? Es estupendo. Muchas gracias, Benedict.
Le dio unas palmaditas en los hombros y luego siguió a la enfermera para prepararse para el proceso de transfusión de sangre. Tras dos horas insoportables, el indicador de la sala de operaciones se apagó por fin. En cuanto se abrieron las puertas, Vivian corrió hacia el médico y le preguntó por el estado de Rachel. Con un aspecto bastante cansado, el médico se quitó la mascarilla quirúrgica e informó a Vivian:
—La operación ha tenido mucho éxito. El paciente está bien ahora y saldrá pronto.
—Gracias doctor. Muchas gracias... —no podía dejar de agradecer al médico. Por fin, Vivian se sintió aliviada.
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