Isabella. . .
La miro con recelo. Sus palabras me confunden, veo tanto odio en sus ojos que no sé si echarme atrás y pedir ayuda. Pero soy la Reina de Norusakistan, la esposa de Zabdiel y si ella quiere tratar esos dos temas, es obvio que me interesan y no me mostraré cobarde, no retrocederé.
-Zahra, lo primero es, que no vuelvas a entrar sin llamar, me has interrumpido el desarrollo de un proyecto importante y. . .
-¡Necesitamos hablar!- me corta, su tono es airado y comienzo a preocuparme.
-Bien. Hablemos- le concedo preocupada.
-Quiero decirte que te odio, te repugno con todas mis fuerzas, te detesto y pienso que eres la peor mujerzuela que pueda existir en este mundo.
-Te recuerdo que soy Tu Soberana, y hablarme así es una falta grave y considerada alta traición.
-¡Me importa muy poco!, rezo a Alá para que acabe con tu vida, todos los días te maldigo deseándote el peor de los finales, ruego a Alá para que escuche mis plegarias y te robe el aliento, que acabe contigo, que desaparezcas, no hay día en el que no desee tu muerte y la del bastardo que llevas en el vientre- al decir aquello lágrimas comienzan a caer de sus ojos, deslizándose rápidamente por sus delicadas mejillas.
-¡Con mi hijo no te metes! – doy un paso adelante, cuando la veo introducir una de sus manos dentro de los pliegues de su Caftán y saca una daga.
Mis ojos se abren enormes, mi respiración se agita. . . ¡quiere matarme!
-Me meteré con quién se me dé la gana- responde furiosa- porque tú me has robado todo, desde que te conocí no tengo felicidad, no tengo cordura, es horrible lo que vivo, ruego a Alá por un poco de clemencia, por algo de misericordia, mi vida es una infierno y todo es gracias a ti.
-Es mejor que dejes ese cuchillo Zahra, estás por cometer una locura.
-Matarte no será una locura- sonríe con malicia- no es la primera vez que lo intento.-Cuándo dice aquello mi corazón se agita con violencia. . .
- ¿Cuándo ha intentado matarme? ¿De qué hablas?- su voz tiembla y sé que tengo miedo, y creo que ella lo puede ver en mis ojos que se mueven inquietos.
-Recuerdas a mi querida amiga. . . – la miro confundida- la cobra real, ese era mi obsequio para ti.
-¡Tú!- la miro con ojos enormes.
-Sí, yo. . . yo quiero que te mueras, quiero que dejes de respirar, quiero que cierres esos hermosos ojitos y no vuelvas a abrirlos jamás, de esa manera, solo de esa manera mi alma podrá recuperar la paz y el sosiego que necesita.
-Estás loca. . .- le digo sin poder creer lo que escucho. Miro hacia la puerta, intentando medir mis posibilidades de escapar por ayuda.
-Ni se te ocurra, Isabella. . . si intentas alejarte, enterraré este cuchillo en tu corazón y morirás como lo que eres. . . una arribista- miro nuevamente hacia la puerta, intentando aparentar tranquilidad- ¿buscas a la guardia real?- sonríe- no están, les he dicho que Zahir, los necesitaba en una misión en el desierto y que acudieran con urgencia al llamado. Es sorprendente lo que unos ojos inocentes y algunas lágrimas pueden lograr. Les puse cara de tragedia y salieron corriendo a auxiliar a su Alteza- reprimo la maldición que nace en las profundidades de mi ser.
Estoy sola con esta loca, y temo que pueda cumplir sus deseos de matarme.
-¿Qué quieres?
-Que sepas cuánto te desprecio antes de enviarte al otro mundo, haré el trabajo que mi cobra no pudo hacer. Todo me salió al revés, en vez de morirte, Zabdiel te llevó a dormir con él, aquí en sus habitaciones no podría hacer nada para matarte. . . luego la boda. . . Ni te imaginas lo agradable que será hundir la hoja de este cuchillo en tu delicada piel, y ver cómo te desangras suplicando ayuda- sus ojos están desorbitados por el dolor, la ira y el odio.
-¿De qué te servirá todo eso?
-Me dará paz, la paz que me robaste cuando llegué a Palacio y te conseguí aquí instalada, metiéndote por los ojos de Zabdiel.
-¡Zabdiel me ama!
-Si tu no hubieses aparecido, en este momento yo sería la Soberana de Norusakistan y la dueña del corazón de mi amado Zabdiel.
-¿No entiendes que no te ama, Zahra?
-Todo es por tu culpa- sus ojos se vuelven a llenar de lágrimas- tu morirás y contigo tu hijo- necesito hallar la salida, necesito alejarme de ella, no permitiré que dañe a mi hijo.
-Si me matas no solo te ganarás el odio de Zabdiel, sino que te ejecutarán por traición- un gesto de duda cubre su rostro, pero desaparece a los minutos.
-Ya me las ingeniaré para librarme de eso, pero puedes estar segura de que hoy será el día de tu muerte. . . hoy dejas de respirar, Isabella Stone.
Al escuchar sus palabras decido arriesgarme y correr a la puerta, lo hago sin medir las consecuencias, cuando pasó cerca de ella grita furiosa, me toma del cabello y me arroja contra la cama, siento que el colchón me recibe, cuándo veo que Zahra, levanta el cuchillo y arremete contra mí, reacciono girando sobre la cama y veo como el objeto filoso se entierra en la suavidad del colchón.
-¡Juro que te mataré!- gime mirándome con odio, me pongo en pie y cuándo comienzo a correr siento que tiran de mi túnica y caigo de bruces contra el suelo. Cubro mi cara para evitar golpearme, cuándo toco el suelo giro rápidamente para evitar que Zahra me corte, comienzo a gatear y me pongo en pie huyendo a un extremo de la habitación, vuelve a lanzarme contra mí y forcejeamos, siento un terrible ardor en mi mano, y aún antes de verlo, sé que me ha cortado, el líquido caliente comienza a manar y a correr por mi brazo, pero no tengo tiempo de preocuparme por ello, necesito salvar mi vida y la de mi bebé.
La empujo con fuerza y corro nuevamente hacia la salida, sintiendo como mi sangre gotea, ella ágilmente se pone frente a mí y me empuja. Me arroja nuevamente contra la cama y se sube sobre mí, para intentar acuchillarme, la tomo de las muñecas intentando mantener al filoso objeto lejos de mí.
-¡Basta Zahra!, ¡detente!
-¡Me detendré cuando estés muerta!
-¡Detente!- le grita mientras observa como aprovecha la ventaja y el cuchillo se acerca cada vez más a mi cara. Comienzo a sudar copiosamente y a preguntarme si podré salir de esta.
Zabdiel. . .
Llego a Palacio agotado, ha sido una mañana dura, afortunadamente pude librarme de los compromisos temprano para volver junto a mi amada. Los días a su lado han sido maravillosos, jamás me imaginé que se pudiese ser tan feliz.
Su piel, su aroma, su cuerpo, sus besos, su espíritu, su alma, su carácter, su inteligencia, todo, absolutamente todo de ella me enloquece.
Sus manos me acarician con tal devoción que estoy seguro que no hay placer mayor que el que me produce poder fundir mi cuerpo con el de Isabella.
Al llegar al salón, encuentro a Naiara sacudiendo el polvo. Al mirarme se detiene e inclina un poco el rostro.
-Majestad. . .
-Naiara, que gusto saludarte- sonrío como tonto- ¿Dónde se encuentra la Reina?
-En sus habitaciones, dijo que debía trabajar en algo nuevo- me sonríe- ya sabe que Su Excelencia, siempre está preocupándose por los demás.
-Es justamente eso lo que la hace una excelente Soberana.
-Si- acepto alegre de que la hayan aceptado tan bien y la sientan una más de nosotros. Que la quieran tanto, me hace inmensamente feliz. Comienzo a caminar hacia la puerta que me dirige al pasillo de mis aposentos, cuándo la voz seria de Naiara, me detiene.
-Majestad. . .
-¿Si?- la miro y sé que está nerviosa.- ¿qué sucede?
-Quizás solo sean tonterías pero. . . la señorita Zahra, estuvo preguntando dónde se encontraba la Reina, me pareció que. . . que estaba muy extraña, sonreía mucho y. . . .- mi corazón se detiene para comenzar a golpear con violencia.
No. ella no podría estar tramando algo en su contra. ¡Es su Reina!, ¡es mi prima!, ¡sabe que se ganaría la muerte!
-Acompáñame. . . – le digo y me giro para casi correr a mis habitaciones. Cuándo vamos llegando escucho gritos y maldiciones, y. . . .los gritos de Isabella, pidiendo auxilio y la puerta. . . la puerta no está custodiada.
¿Dónde demonios está la guardia real?
Cuando abro las puertas no puedo creer lo que veo. Zahra, está sobre Isabella, agrediéndola con una daga, mientras que ella se defiende haciendo uso aparente de todas sus fuerzas.
-¡Por Alá!- gime Naiara cubriéndose la boca con ambas manos.
En aquel momento todo sucede como en cámara lenta. Zahra, se gira hacia la puerta y nos ve. Isabella, levanta su pierna y da una fuerte patada a Zahra, arrojándola fuera de la cama. La misma cae al suelo.
¡Isabella, tiene sangre y mi corazón se detiene!!
Avanzo con rapidez y tomo a Zahra, quien se había puesto en pie y se disponía a atacar nuevamente a Isabella. Cuando eleva el cuchillo en el aire, yo le tomó la mano con ira, apreto fuertemente su muñeca y ella gime, mientras el objeto filoso resbala de su mano y cae al suelo.
Naiara, corre junto a su señora y la ayuda a levantarse. En ese momento se escucha un gemido de sorpresa, en la puerta de la habitación real, están Haimir, mi madre y al menos cinco guardias reales.
-¡Déjame matarla, maldita sea!- gime Zahra, mientras llora desesperada por no conseguir su objetivo.
Los guardias, mi madre y Haimir, entran a la habitación. Tiro fuertemente de Zahra, quien queda frente a mí. Tomo con fuerza su otro brazo, ella gime de dolor mientras la miro con odio, no tengo consideración alguna con ella, ha tocado lo que más amo, y si por mi fuese la asesinaría con mis propias manos.
-Esto te saldrá muy caro- le digo con ira contenida, ella llora desconsoladamente mientras la arrojo con fuerza lejos de mí, empujándola como si quemara. Cae al suelo al pie de la guardia real- ¡arréstenla!- les digo furioso mientras mis fosas nasales se dilatan. Ellos obedecen, poniéndola de pie. Ella me mira con ojos suplicantes, pero no hay misericordia para quién intentó acabar con la vida de mi esposa y mi hijo.
-Zabdiel- gime suplicante.
-Llévenla a las mazmorras- Los guardias me miran con ojos enormes.
Las mazmorras son cárceles que no han sido usadas al menos en cincuenta años. Se supone que no es un lugar apto para una dama y que además los últimos dos Jeques, no lo han utilizado. Pero no, no habrá piedad para ella. . . deseará jamás haber nacido.
-¡A las mazmorras no, por favor!- pide llorando- te lo ruego Zabdiel, mi amor a las más morras no. ten piedad, por Alá, ten misericordia.
-Cuando acabe contigo, desearás volver a las mazmorras.
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