(COMPLETO) EL CALOR DEL ORIENTE romance Capítulo 42

Esquizbel. . .

Llego a Palacio lo más rápido posible, no tengo ninguna intención de permitir que Zahra, abra su enorme boca y me delate. Me hacen pasar a uno de los pequeños salones, allí se encuentra la familia real en pleno; Zabdiel, Isabella, Zahir y Hayffa.

Todos, menos Isabella, me miran fijamente y con mucha seriedad.

-Buenas tardes- saludo sin ninguna reverencia.

-No tienen nada de buenas- exclama tajante el idiota de Zabdiel.

-Lo mismo creo- sonrío con malicia- sin embargo debo cumplir las normas de educación. Hayffa, que gusto saludarle- ella no dice nada, solo me regala una trémula sonrisa- Excelencia- digo paseando mis ojos por el hermoso Caftán que luce Isabella, es amarillo, imponente, hermoso y le queda muy bien- que hermosa luce. Lamento mucho la locura cometida por mi prima. No es bueno dejarse arrastrar por los impulsos, me alegra saber que nuestra Reina está bien.

-Gracias- responde ella con una inocente sonrisa.

-Dinos algo- la voz de Zahir reclama mi atención, me giro hacia él y está observándome como intentando detallarme- ¿tuviste algo que ver en todo esto?, ¿ fue tu idea deshacerte de Isabella.

-¡Jamás!- dije de inmediato- Mis deseos sobre mi señora son de. . .otro tipo.

-Mantén tus deseos lejos de mi esposa, porque es mía, jamás lograrás tenerla.

-Alá prosperará el deseo de mi corazon- respondo con una enorme sonrisa.

-En ese caso- me dice Zabdiel- te arranco el corazón con mis propias manos.

-No te hagas el inocente, sabemos la clase de hombre que eres.

-Entonces deberías saber que no miento, nunca oculto mis intenciones y siempre doy una misma cara. No tengo ninguna intensión de lastimar a la Reina.

-Pero sí al Rey- dice Zahir retándome.

-Esa es otra historia, querido primito. Ya tendremos tiempo para discutirla, aunque estoy seguro de que ya lo hemos hecho. Ahora si me lo permiten me gustaría ver a mi prima.

-Sabes cuál es la pena al crimen que ha cometido- me dice Zabdiel con ojos empequeñecidos.

-Así es, sé que el genocidio se paga con muerte. Solo espero que su Majestad tenga algo de clemencia para con su sangre.

-¿Acaso la tuvo ella con la suya?, me ha herido, lastimado y traicionado. No le debo nada- guardo silencio al igual que todos, un silencio sepulcral- ¡Haimir!- el Jeque, es el primero en hablar- acompañen al . . . señor, hasta las mazmorras.

Me retiro, no sin antes dedicarle una mirada muy ardiente a Isabella, quién tuvo que contener a Zabdiel, ya que amenazaba con destrozarme mi hermosamente prodigioso rostro.

 

Las mazmorras son una asquerosidad insalubre. Tienen años abandonadas, son oscuras, húmedas y lúgubres.

Abren la puerta y de inmediato logro divisar a Zahra, su caftán esta mugriento y su rostro igualmente sucio por la mezcla de las lágrimas y el lodo. Entro y la puerta se cierra a mis espaldas.

-¡Esquizbel!- gime- ¡sabía que vendrías!- me abraza y la dejo hacer.

-¿Cómo has sido tan tonta, Zahra?

-¡Estaba desesperada, necesitaba hacer algo!

-Pero ese no fue un plan inteligente, mírate ahora cómo estás. . .

-¿Me matarán verdad?- me mira suplicante.

-Eso creo, cariño- le acaricio el rostro- sabes que se castiga severamente este delito.

-¡No quiero morir!- solloza y siento lastima por ella.

-Al menos puedes decidir cómo hacerlo.

-No entiendo- me dice confundida.

-Zahra. . . puedes dejar que ellos te maten como un animal o. . . ponerle tu misma el punto final a esto y Alá bendecirá tu valentía- remuevo mi túnica y le extiendo una daga- demuéstrales que no gobiernan en ti, que no son tus Soberanos. . .

-Pero yo- su quijada tiembla- quiero vivir.

-Leyes son leyes, Zahra. Zabdiel, está sumamente enojado por lo sucedido, sinceramente no creo que te perdone- ella no toma la daga así que la dejo sobre el sucio catre- es tu decisión, yo solo intento solucionar tu sufrimiento. Igual todos moriremos en algún momento Zahra, unos antes, otros después pero a todos nos espera el mismo fin.

 

 

 

Zabdiel. . .

Me encuentro acostado en mi cama, con mi amada abrazada a mí y sin embargo no puedo contener todos mis pensamientos y sentimientos.

¿Cómo es posible que haya tenido a mi enemigo durmiendo bajo mi techo, comiendo de mi mesa?

No hubiese podido soportarlo si a mi amada Isabella, le hubiese ocurrido algo. La abrazo con fuerza y ella ubica su cabeza en mi desnudo pecho.

-Te amo, mi amor- su dulce voz me tranquiliza.

-No lo hubiese soportado sí. . .

-Nada ocurrió, Zabdiel. – pone dos de sus dedos sobre mis labios- no te atormentes más, mi amor- observo su brazo vendado.

-Supiste defenderte tan bien, mi señora.

-Tengo grandes motivos para querer vivir- deja un suave beso en mi pecho- mejor duerme, mi amor.

-No puedo. No sé cómo solventar lo de Zahra, es mi sangre pero tú eres mi mujer- acaricio su vientre- él es mi hijo, no puedo pasar esta ofensa por alto.

-Solo déjala que se vaya a su casa. Prohíbele la entrada a Palacio, con eso será suficiente.

-Nada será suficiente, mi amor. Intentó asesinarte y contigo a nuestro hijo- siento como se estremece- le corresponde la pena de muerte.

-No podré llevar su sangre en mi conciencia, no podré volver a dormir en paz si declaramos pena de muerte sobre ella, mi amor- me mira directamente a los ojos.

-Ya ordené todo para su juicio- digo contrayendo la mandíbula. Tendré que juzgar a mi propia sangre.

-¡Qué Alá nos ayude!- fue lo que dijo Isabella, antes de que unas lágrimas resbalaran por sus mejillas.

 

Dos enormes tronos estaban ubicados en los patios frontales de Palacio. Era un espacio enorme.

CAPÍTULO 41 1

CAPÍTULO 41 2

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