Mila se levantó con una sonrisa en el rostro, ese día comenzaba la época vacacional en la empresa en la que trabajaba y no podía esperar a llegar a la oficina. Nadie estaría emocionado por razones como esas, pero ella era distinta, sabía que con el trabajo y las horas que estaría cubriendo tendría una cuota grande para sus ahorros, por lo que se sentía bastante feliz con esas noticias. Salió de la cama con una sonrisa, se duchó y se vistió como siempre lo hacía para el trabajo, tomó lo primero que encontró en su cocina para después salir. Lo bueno de irse temprano era que no tenía que encontrarse con Nate en la puerta.
Caminó hasta el ascensor, esperó unos segundos a que llegara y bajó al estacionamiento para subirse a su auto. Llegó a la oficina en tiempo récord, siempre le sucedía lo mismo en esos días, se sentía mucho más emocionada que de costumbre. Le hubiera gustado decir que se trataba de su devoción por lo que hacía, pero era mucho más por el silencio, el trato con su jefa, que era una persona realmente agradable y los espacios vacíos en la oficina que contenían secretos sobre ella que jamás querría que salieran a la luz.
Entró en el piso cuando las puertas del ascensor se abrieron en la oficina, caminó con una sonrisa saludando a los pocos rostros que quedaban allí y luego se dirigió a su escritorio lista para comenzar su día de trabajo.
-Mila, que bueno que ya estás aquí- dijo su jefa acercándose -ven, vamos a mi oficina.
Ella sonrió antes de levantarse de su escritorio. Entraron en la oficina de Bianca Harman y ella se sentó en la silla que la mujer le ofreció frente al escritorio que ocupaba gran parte del espacio.
-Mira, creo que es mejor que vayamos al grano- anunció su jefa con una mueca -tengo que informarte lo más rápido que pueda sobre tus vacaciones obligatorias.
-No entiendo a lo que te refieres- comentó ella a media voz.
-Al parecer el departamento de recursos humanos ha estado mirando los expedientes de todos los trabajadores que se quedan aquí en estos días- le explicó la mujer -y se vieron realmente preocupados cuando notaron que este sería tu sexto año consecutivo de trabajo en épocas vacacionales.
-Sí, no comprendo cual es el problema- intentó Mila con una mueca -siempre he preferido quedarme y aceptar el dinero, me vienen bien los ahorros.
-Y yo respeto eso- convino Bianca -pero sabes tan bien como yo que, por ley, todos los trabajadores tienen el derecho de unos días de vacaciones.
-Lo sé, es por eso que siempre acepto la compensación monetaria- afirmó ella todavía confundida.
-Recursos humanos está al tanto de ello- siguió Bianca -sin embargo, no se encuentran contentos por la cantidad de años que has estado sin vacaciones incluso aunque haya un contrato de por medio. Al parecer es demasiado arriesgado para la empresa seguir permitiéndote esto, bajo sus ojos podrías demandarnos por mucho dinero y ganarías. No es conveniente para nadie.
-Yo no demandaría- negó ella con fuerza -¿por qué lo haría? Acabo de decir que prefiero los ahorros.
-Lamentablemente tu palabra no es suficiente para ellos- afirmó su jefa -así que deberás irte de vacaciones.
-No lo entiendo- siguió ella realmente perdida -¿cómo que de vacaciones? ¿Me van a enviar a una playa en contra de mi voluntad?
-No tiene por qué ser una playa- comentó Bianca con una pequeña sonrisa -puedes simplemente quedarte en tu departamento si es lo que prefieres, lo que no puedes hacer es venir a la oficina.
-Y ¿de cuánto tiempo estamos hablando?- Siguió ella sintiendo la resignación -¿por cuánto tiempo tengo prohibido venir a trabajar?
-Por el número de días vacacionales que has acumulado a lo largo de estos años, que serían...- explicó Bianca revisando una carpeta en su escritorio -setenta y cinco días, es decir, un poco más de dos meses, más o menos.
Ella se quedó callada intentado comprender la cantidad de días que había acumulado, no sabía lo que haría en todo ese tiempo. Su rostro debió mostrar sus pensamientos claramente.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Dí que eres mía