Dí que eres mía romance Capítulo 2

Llegar a hotel había sido como una experiencia extracorpórea, Mila no podía creerlo. Todo lucía pulcro, ordenado, costoso y lujoso. Las personas que se vislumbraba en el vestíbulo olían a dinero mientras ella miraba todo como si de un parque de diversiones se tratara, no todos los días podías apreciar un hotel de cinco estrellas y mucho menos quedarte a disfrutar de las comodidades que te ofrecía. Estaba segura de que, sin haber tenido la oferta de la compañía, sus ahorros se habrían llevado un buen golpe para poder quedarse allí, aunque si era sincera, de no tener esa oportunidad probablemente habría escogido un lugar mucho menos costoso.

Caminó hacia el escritorio central del lobby con un botones llevando su maleta en una especie de carrito, el hombre era amable y no dejaba de sonreírle. Una mujer cordial le sonrió al recibirla en el lugar para luego confirmar su reservación, una vez que eso estuvo hecho le entregaron una pequeña tarjeta que le daría el exceso a su habitación. No se había atrevido a escoger una habitación presidencial, el precio casi la había hecho gritar, pero se había tomado la molestia de escoger una suite con los suficientes lujos como para sentirse privilegiada.-

El botones la siguió junto con su maleta hasta el ascensor y ella observó que el nivel de los pisos llegaba hasta el número veinte. Presionó el dieciséis que era donde se encontraba su habitación, y esperó hasta que las puertas volvieron a abrirse. El número que le correspondía era el ciento sesenta y cinco, por lo que caminó hasta allí para acercar la tarjeta a la puerta, con una sonrisa el botones la siguió hasta dejar la maleta en el closet. Ella observó todo maravillada, el lugar era tan grande que parecía un departamento en lugar de una habitación de hotel.

-Puede ordenar la cena en cualquier momento solo llamando al restaurante del hotel- le dijo el botones de pronto -o puede bajar y comer allí. Todo lo que pida será confirmado con su plan de estadía por lo que aquello que no esté incluido se le cobrará al momento de retirarse.

-¿Puedo pedir también el desayuno a la habitación?- Preguntó ella.

-Por supuesto- afirmó el hombre -el servicio de habitaciones viene incluido con la compra de los servicios de comida aquí en el hotel. Desayuno, almuerzo y cena se encuentra cubierto, lo demás se le cobrará.

-Muchas gracias- ofreció ella dándole una propina al hombre.

Luego de eso por fin estuvo sola. Recorrió la habitación, al entrar al lugar una pequeña sala se abría a tu vista, con muebles y un televisor. Algunas neveras llenas de dulces y jugos, un cuarto en el que se encontraba una cama inmensa, otro televisor y un baño con una bañera digna de llamarse jacuzzi. Finalmente, en uno de los costados del cuarto se abría una puerta que daba a un balcón con vista al mar. Mila sonrió con alegría y se quedó a disfrutar de la puesta de sol con sus colores hipnóticos mientras la brisa salina golpeaba su cuerpo. Llenó sus pulmones con una sonrisa aceptando que aquella había sido una excelente decisión.

Ella se bañó con parsimonia disfrutando del espacio y de los jabones que olían realmente bien antes de colocarse un vestido veraniego de color pastel junto a unas sandalias antes de bajar al restaurante. Era su primera noche en el hotel y se sentía emocionada, quería experimentarlo todo por lo que pediría el desayuno a su habitación, pero disfrutaría de la cena en el restaurante del lugar. Bajó hasta el lobby y desde allí pudo acceder a una puerta de daba a la parte del hotel que se encontraba a la orilla del mar, pudo ver las canchas de tenis, varias piscinas que brillaban con luces, bares playeros con bastantes personas y muchas otras cosas hasta llegar al lugar que ella buscaba: el restaurante.

Entró con lentitud sintiéndose mal vestida al observar vestidos largos y maquillajes elaborados, sin embargo, un mesero la recibió con una sonrisa para dirigirla al bar. Al parecer le ofrecían un trago mientras preparaban su mesa. Ella pidió un coctel sencillo.

-A veces esperar puede ser una tortura- comentó una mujer que se sentaba a su lado.

-Supongo que sí- convino ella con una sonrisa.

-Soy Mary- se presentó la mujer ofreciéndole la mano.

-Mila- ofreció ella devolviendo el gesto.

-¿De vacaciones?- Preguntó Mary bebiendo de su trago.

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