Dí que eres mía romance Capítulo 4

Mila se quedó hasta tarde en su habitación, la noche anterior había usado su vibrador hasta casi quedarse sin energía mientras montaba su dildo lila y junto al cansancio que ya sentía, al reposar su cabeza en la almohada se había quedado dormida en segundos. Eran las once de la mañana cuando abrió los ojos de nuevo, pidió algo para desayunar y se quedó en la cama hasta que las imágenes de la playa y el mar azul que se veían a través de su ventana la hicieron levantarse. El día estaba demasiado hermoso como para desperdiciarlo en la cama, así que se puso de pie con una sonrisa y se vistió con un traje de baño antes de bajar.

Caminó hasta la playa con una sonrisa en el rostro para tumbarse en una de las sillas plegables disponibles. Observó con una sonrisa a los niños correr y a sus padres detrás de ellos, todo el mundo lucía feliz, disfrutando de un buen día. Se recostó allí hasta que el bar la llamó y con una sonrisa pidió un coctel. Fue relajante estar unos minutos solo respirando, recordó por un segundo la escena en la playa de la noche anterior y sonrió con complicidad. Dejó que la sombra la cubriera hasta que decidió caminar a la orilla del mar.

Dejó su bolso porque no había nadie que se lo llevara, no estaba preocupada por eso. Con una sonrisa se colocó sus lentes de sol antes de comenzar a dar pasos por la arena mojando sus pies en el agua un tanto templada de la tarde. Se alejó lentamente mientras los sonidos se iban apagando hasta que las olas la llamaron, dejando sus lentes en la arena corrió hasta el agua y se zambulló con una sonrisa. Nadó a través de las olas usándolas para impulsarse, miró el cielo, disfrutó del momento y se sintió renovada. En el momento en que sus dedos comenzaron a arrugarse decidió salir, goteando tomó los lentes que había dejado olvidados antes de caminar de regreso al hotel.

Fue a medio camino que vio como un yate se acercaba a la orilla, ella notó la bonita embarcación deteniéndose para mirarla con aprecio. El yate se detuvo justo frente a ella a unos metros dentro del mar y eso la confundió, siguió caminando solo para notar que el barco se movía con ella, eso la hizo detenerse una vez más. Extrañada miró hacia el yate hasta que un hombre que ya conocía salió del interior y Mila sonrió.

Se zambulló en el agua una vez más y nadó hasta la embarcación, Sergio le sonrió antes de ayudarla a subir. Le entregó una toalla para que pudiera secarse, un gesto que le agradeció antes de notar sus lentes cubiertos de agua. Los secó antes de olvidarlos en algún lado de aquel lugar.

-Sabía que eras tú cuando noté a una persona nadando sola en la playa- comentó él con una sonrisa -me dijiste que te gustaba nadar.

-Quería dar un paseo por la playa- explicó ella -no pude resistirme.

Él sonrió antes de invitarla al interior. Aquel yate era lujoso, mucho más lujoso que aquellos que se usaban para los tours del hotel, era grande, espacioso y no faltaba nada. Ella siguió a Sergio hasta la cabina desde donde se manejaba el barco, lo vio acelerar para quedar frente a la playa del hotel. Los niños miraban y señalaban hacia ellos con entusiasmo.

-Puedes quedarte aquí- comentó Sergio -o puedes dar un paseo conmigo.

-¿Un paseo?- Inquirió ella -¿a dónde?

-Por las costas- afirmó él -tengo tiempo sin sacar a este bebé y quiero disfrutar de manejarlo.

-Dejé mis cosas en la playa- comentó ella con una mueca -debería buscarlas.

-Eso se soluciona con una llamada- dijo él con una sonrisa conocedora.

-¿Vas a llamar y pedir que cuiden mis cosas?- Preguntó ella confundida.

-Voy a pedir que las suban a tu habitación- explicó él.

-No todo el mundo se atrevería a hacer una petición como esa- ofreció ella mirando al hombre que parecía realmente cómodo dando órdenes en aquel lugar.

-De algo debe servir ser uno de los mayores accionistas de este hotel- afirmó él con una sonrisa dejándola boca abierta.

Lo observó tomar su celular y hacer la llamada. Unos segundos más tarde colgó con una sonrisa en el rostro.

-Tus cosas te esperarán en la habitación- le dijo él.

-Eso no me lo esperaba para nada- afirmó ella haciéndolo reír.

Sergio sonrió antes de caminar lejos de la cabina, ella lo siguió. Entraron en una especie de sala de descanso donde había un bar central. Él se dirigió a las botellas allí con bastante destreza.

-¿Te gustaría algo?- Preguntó él viéndola con intensidad.

-Lo que tú tomes- afirmó ella.

Él sirvió dos vasos con un licor ambarino y se lo entregó. El whisky no era su favorito, pero aceptó el vaso con una sonrisa. Se dirigieron entonces a la proa del barco donde las vistas eran hermosas.

-Puedes quedarte aquí mientras yo nos dirijo- le ofreció él -disfruta del viaje aquí afuera.

-Me encantaría- aceptó ella emocionada.

Paseo en yate 1

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