Dilema entre el Odio y el Amor romance Capítulo 250

Al frente, Hugo ya había subido la apuesta a 200 millones.

Al escuchar los 200 millones, las manos de Estefanía comenzaron a temblar. Estaba segura de que Carlos quería esa joya, pero Hugo parecía no tener intenciones de dejarle las cosas fáciles.

Se dirigió hacia detrás del escenario y enseguida vio a Faustino, se acercó rápidamente, lo agarró del brazo y dijo: "¡Faustino! ¡Haz que Hugo pare!".

Pero Faustino se quedó quieto, sólo la miró y le dijo en voz baja: "Quieres ver cuánto te quiere Carlos de verdad. Si ni siquiera puede luchar por una piedra, ¿cómo va a planear un futuro contigo?".

"¡Ya pasó a mi nombre propiedades valoradas en cientos de millones!", exclamó Estefanía sintiéndose cada vez más ansiosa. "Si no me creen, ¡cuando vuelva les enviaré fotos!".

Ya fuera Hugo o Carlos quien se quedara con la piedra, Estefanía sentía que no valía la pena gastar tanto dinero por algo así.

Sabía que quizás para Hugo esos cientos de millones no significaban nada, ¡pero aun así! ¡Le dolía pensar en cómo fue gastado ese dinero!

¿Acaso porque uno enloquecía, los demás tenían que seguirle la corriente?

Cuando Estefanía volvió al lado de Carlos, él ya había subido la oferta a 220 millones.

Hugo, por su parte, aún no había dicho nada.

"¿A dónde fuiste?", preguntó Carlos en voz baja mientras miraba a Estefanía.

"Tuve que ir al baño". Estefanía frunció ligeramente los labios y respondió en susurros.

Levantó la vista y miró disimuladamente hacia donde estaba Hugo, Faustino ya había ido a convencerlo.

Vio que los dos intercambiaban algunas palabras y Hugo miró una vez más hacia ellos, sus miradas se cruzaron por un par de segundos.

Estefanía luego desvió la mirada, tomó una mandarina de la mesa y la peló con nerviosismo.

Hugo ya tendría que detenerse, ¿no?

Carlos observó los movimientos extraños en las manos de Estefanía mientras pelaba la mandarina, dejó un desorden de cáscaras sobre la mesa.

Antes de darse la vuelta, Carlos la miró de reojo y Fabiola tembló de rabia.

Carlos la había humillado cruelmente delante de todo el mundo, la hizo quedar como una tonta junto a la familia Mendoza.

Mañana, la alta sociedad de Esperanza Nueva tendrían algo de qué hablar después de la cena, se reirían de Fabiola por no conocer su lugar.

Para Carlos, ella no era más que un juguete que podía usar o tirar a su antojo.

Lo que más la desesperaba era que, incluso como un juguete, uno debería tener el privilegio de ser usado, pero Carlos nunca la había tocado, no había mostrado el más mínimo interés en su cuerpo.

¡Si al menos hubiera mostrado una vez la reacción de un hombre hacia ella, pero no, nunca había pasado!

¡Ella ni siquiera valía como un patético juguete! ¿Qué era ella para Carlos después de todo?

El mayordomo de la familia Mendoza que estaba al lado también cayó en un silencio total. Carlos se la jugó en grande esa noche, y las consecuencias iban a ser inimaginables.

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