Ella levantó la mirada y vio, al lado del escritorio, un pañuelo de seda gris y transparente tirado en el suelo. Se escuchaba risitas de mujer.
Se quedó parada unos segundos, y luego retiró la mano que tenía en el picaporte sin hacer ruido.
Isabel estaba descalza recostada perezosamente en el sofá, y al ver la sombra que se alejó en silencio por la puerta, no pudo evitar curvar ligeramente los labios.
"Has estado muy ocupada estos días, mejor vete a descansar temprano, que José te dé unos días libres". Carlos dijo en voz baja mientras miraba a los periodistas que se iban uno tras otro desde su ventana.
"Me parece bien", dijo Isabel y retiró su mirada para después fijarla en Carlos.
Él parecía querer que se fuera rápido, quizás estaba preocupado por si Estefanía llegaba y malinterpretara algo.
De todas formas, ya todos se habían ido.
"Oye, tú también tienes que descansar, con todas las empresas que tienes bajo Sueños Unidos, siempre estás al frente de todo, ni el cuerpo más resistente aguanta tanto trabajo". Se levantó del sofá y se acercó a él para decirle eso en voz baja.
Mientras hablaba, le alisó un pliegue de la camisa.
Pero al siguiente segundo, él le agarró la muñeca.
Carlos se giró y la miró con el ceño fruncido y un brillo indefinible en los ojos.
"Me estás haciendo daño...", dijo ella en voz baja tras cruzar miradas con él.
Sin dejar que se soltara, Carlos preguntó en voz baja: "Lo de Fabiola en las tendencias, fuiste tú, ¿verdad?".
Isabel se sorprendió y replicó: "¿De qué hablas?".
"Esos días de Fabiola en tendencias yo estaba en el estudio grabando y preparando el lanzamiento de una nueva canción, tú lo sabes".
La mirada de Carlos titiló ligeramente: "Más te vale que sea así".
"Sabes lo que Fabiola significa para la familia Mendoza, si ella tiene problemas y la cosa se agrava, ni tú sabrás cómo manejarlo. Que no se repita".
Pero ella sabía que todo había empezado por Estefanía, que Fabiola no era más que un escudo para Carlos.
...
Estefanía se quedó pasmada en el auto por un momento hasta que su celular sonó y la sacó de sus pensamientos.
Era la maestra del jardín de infante, nadie había ido a recoger a Joaquín.
Cuando Estefanía llegó apresurada al jardín de infante, ya eran casi las seis.
El jardín de infante cerraba poco antes de las cuatro, y ella había planeado preguntarle a Carlos si ese día iba a llevar a Joaquín de vuelta a casa de los Mendoza cuando fue a su oficina, ya que el niño no tenía mucho que ver con ella y no era bueno que se quedara en su casa.
Pero todo sucedió muy de repente.
En el aula quedó sólo Joaquín apoyado en su pequeña mesa, parecía haberse quedado dormido.
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