-¿Quieres contarme tus otras pesadillas?-pregunta Jeanne desde la oscuridad, yo no he dicho palabra en al menos cinco minutos desde que terminé de contar mi historia con Víctor. Siempre recordar me ha hecho pésimo, me hace pensar en las malas decisiones que tomé en ese entonces y eso me provocaba el deseo de querer desaparecer de la tierra...
-Sí-digo en un hilo de voz- lamento soltarte toda esta información...
-No me importa Emma- Jeanne dice seria pero con un tono de suavidad en su voz- yo investigué tu pasado sin tu consentimiento, lo menos que puedo hacer es escuchar tu versión de la historia y... apoyarte-dice firme y algo dentro de mi se rompe, esta es la primera vez en mucho tiempo que alguien se daba el tiempo de entenderme y escucharme, estoy casi segura que Jeanne veía como mis ojos brillaban pese a la noche.
-Está bien-digo encogiéndome de hombros- cuando la policía descubrió el cuerpo de Víctor y el cuchillo con su sangre en mis manos no dudaron en apresarme y llevarme esposada hacia la cárcel-digo con pesar- a los ojos de la ley Víctor era un hombre bueno que tenía sus negocios, y yo era quien había acabado con su vida sin ningún motivo. Me otorgaron un abogado porque no podía pagarme uno, a esa edad mi única fuente de dinero era Víctor, y con su muerte todo ello se acabó. Decidí contarle el historial de abusos que Víctor había cometido contra mí, pero poco y nada pudo hacer ese mal abogado, era como si... no le importase lo que le decía, como si no fuese tan terrible. Pese a la incompetencia de mi abogado logró desmentir un tanto el pasado de Víctor, tuve que decirle también de sus negocios turbios y con ello me salvé de no ir 10 años a prisión, el juez fue benevolente conmigo cuando le hablé sobre la posible violación y los maltratos de Víctor... pero la justicia nunca es suficiente cuando se trata de proteger a la víctima de maltratos, el juez medió 4 años en la cárcel sin posibilidad de libertad condicional.
-Eso es sumamente injusto- escupió Jeanne- fue en legítima defensa, sufriste por años bajo sus golpes y luego TÚ acabaste en la cárcel ¿en qué clase de mundo vivimos?
-Lo sé, tuve cuatro años para cuestionarme todo ello, al principio sentí rabia, odio, hacia mi misma, hacia Víctor, hacia la justicia... pero no tuve mucho tiempo para sentirme así, cuando llegué a la cárcel me enteré que mi madre había muerto de un ataque al corazón meses antes de que Víctor muriese, cuando me dijeron aquello sentí...que mi mundo se acababa, no había razón para seguir, había dejado a todos atrás por un hombre que era el demonio en persona, y eso me había costado perder los últimos momentos con mi madre viva... Nunca me lo pude perdonar, mi padre luego de enterarse de que maté a Víctor no quizo hablarme más, hasta el día de hoy que no me reconoce como su hija. Y no lo puedo culpar, los dejé abandonados y me fui a vivir mi vida alocada... todo fue mi culpa-digo soltando una lágrima.
-La muerte de tu madre no es tu culpa Emma-Jeanne se acercó hasta posicionarse junto a mi en el sofá y agarró una de mis manos entre las suyas- fue un hecho fortuito que no pudiste evitar, no puedes echarte así la culpa cariño...
Pese a sentirme horriblemente mal sus palabras me calmaron, su aliento y su cercanía provocaba que mis recuerdos no fuesen tan terribles y eso lo agradecía de todo corazón.
-Pasé 4 años en la cárcel y lo único que desee cada día fue morir, allí era otro mundo, dentro de la cárcel existe un mundo oscuro, donde los fuertes ganan y los débiles siguen a los primeros. Cuando entré me tuvieron como sirvienta varias convictas, era su juguete nuevo y bueno...yo apenas tenía 21 años y no sabía nada del mundo, menos como defenderme. Estuve al menos un año bajo los abusos de otras presas que se aprovechaban de mi para que hiciese sus tareas, para limpiar sus ropas y traerles lo que quisieran. Cuando ya iba para el año y medio en prisión una de mis abrumadoras murió luego de pelear con otra convicta, eso me sirvió para liberarme de sus maltratos y tiempo después ya no era sirvienta de nadie, de vez en cuando se ponían violentas conmigo, pero ya era algo que podía soportar. Cuando ya iba por el tercer año de prisión lo único que quería era morir, ver el vacío, el negro llevarme con el...quise quitarme la vida dentro de la cárcel pero no tuve suerte, una guardia logró encontrarme a tiempo y me reanimaron, no recuerdo mucho de ello porque luego me derivaron a una clínica psiquiátrica y ahí estaba drogada todo el día, mi último año en prisión lo pasé en la clínica junto a otras convictas, mucho mas locas que yo pero al menos no me hacían daño.
Nos quedamos observando mientras algunos rayos de luz comenzaban a entrar por la ventana. Jeanne alzó su mano y con dos de sus dedos recorrió mi mejilla, cerré los ojos ante su toque, tan dulce y tranquilo, luego bajó hasta mi mentón. Mis labios comenzaron a temblar, por el frío o por la emoción que sentía por lo que estaba haciendo Jeanne. Cuando abrí mis ojos Jeanne estaba a solo centímetros de mi rostro, sin dudarlo agarró mi mentón y me atrajo hasta sus labios. Fue un beso lento, su boca se dio el tiempo de descubrir la mía, luego su lengua y la mía se unieron, danzando y provocando que mi corazón palpitase aún más rápido. Los labios de Jeanne eran deliciosos, sus besos eran candentes y de un momento a otro el calor comenzó a subir por mi cintura, Jeanne dejó de agarrar mi mentón para posar su mano en mi cintura. Su toque me estremeció pero me encantó, deje que me apegase mas a su cuerpo mientras nuestros besos subían de nivel.
Ahora éramos dos mujeres besándose apasionadamente y sin ningún tipo de pudor, Jeanne y yo nos comenzamos a acostar poco a poco sobre el sofá, ella estaba sobre mí y no dejaba mis labios, yo por mi parte decidí atraerla mas hacia mi cuerpo, quedamos acostadas en el sofá, Jeanne sobre mí y yo bajo ella, con mis manos comencé a tocar su espalda, estaba acariciando a la empresaria mas temida del país y ella me correspondía, me sentía en el cielo...
Jeanne paró nuestro beso jadeante, yo me encontraba igual, sus ojos brillaban y su boca estaba abierta respirando airadamente. No tardó en juntarnos nuestros labios nuevamente, yo dejé que hiciese lo que quisiera con ellos, mientras siguiese uniéndolos con los míos. Estuvimos largos minutos basándonos, apretándonos una con la otra, hasta que mis energías comenzaron a irse y también las de Jeanne, ambas habíamos pasado toda la noche en vela y ahora el sueño nos envolvía.
Jeanne se apoyó en mi pecho y con un último suspiro cayó rendida ante mis narices, se había quedado dormida... no quise moverme, menos dejar de observarla, pero también tenía mucho sueño y Morfeo me llamaba desde las nubes, me quedé dormida con una pequeña sonrisa en mi rostro.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divina Vida