¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 1059

Capítulo 1059 

Al ver al médico, Asier se levantó rápidamente y cedió su lugar para que el doctor pudiera examinar a Elia. 

 

Sin embargo, mostraba un evidente disgusto: “¿Tanto tardaste en llegar? ¿Acaso no d 

 

La presencia de Asier era fría y presionante, haciendo que el médico sintiera una pres sudando profusamente y explicando con cuidado: “Señor Griera, la próxima vez llegaré segundos.” 

 

Elia, al ver la frialdad peligrosa que Asier emanaba, tomó una profunda respiración y dijo: “El méo llegó bastante rápido, con esta actitud, ¿cómo esperas que pueda atender cómodamente a los pacientes?” 

 

Asier le lanzó una mirada a Elia y, aunque no replicó, le dijo al médico: “Le duele la barriga, échale un vistazo, y que sea rápido.” 

 

Al oir la prisa en las palabras de Asier, Elia curvó sus labios en una sonrisa de autodesprecio, pensando que 

 

ue tenía razón, a él solo le preocupaba el bebé que llevaba dentro, no ella. 

 

Por eso, Elia, no te confundas pensando que él se preocupa por ti y no te ilusiones más. 

 

El médico, al escuchar que le dolía la barriga, también se puso nervioso, sacó su estetoscopio y lo colocó sobre su vientre para escuchar. 

 

Viendo la seriedad en la expresión del médico, Elia también se puso tensa y guardó silencio para no distraerlo y afectar su juicio.g2 

 

Asier también permaneció en silencio, con un aura grave. 

 

y los 

Desde el principio, su amor por los niños había sido genuino, los amaba con todo su corazón y cuidaba con todas sus fuerzas. 

Con sus cuatrillizos había sido así, y lo mismo ocurría con este bebé que llevaba en su vientre. 

Su amor de madre parecía capaz de redimir todos los errores que había cometido. 

Asier se sentó junto a su cama, tomando su mano con la suya. El contacto con su piel seca y áspera hizo 

que el corazón de Elia diera un vuelco, y aunque quiso retirar su mano, la razón superó el impulso. 

Llevaba una vía en el dorso de la mano y no debía hacer movimientos bruscos. Si se soltaba la aguja, provocaria más estrés, lo cual no era bueno para el bebé en su vientre. 

Elia no se movió, pero Asier lo notó. Al tomar su mano, sintió un leve temblor en ella. 

Apretó su mano suavemente, como si quisiera tranquilizarla, y con una voz baja y grave dijo: “Estás embarazada, ¿por qué no me lo dijiste antes?” 

“¿Si te lo hubiera dicho, habrías dejado de hacerme todas esas cosas atroces?” preguntó Elia, con una mezcla de enojo y tristeza. 

En cuanto terminó de hablar, sintió que Asier apretaba su mano un poco más fuerte. 

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