¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 1998

Ese aliento cálido le hacía cosquillas en el cuello a Jimena, y el aliento que rozaba su piel le provocaba un cosquilleo, como una corriente eléctrica que recorría su corazón.

Sin darse cuenta, dio un paso adelante, pero solo sus piernas se movieron; su cuerpo se quedó atrás. Sus hombros estaban rodeados por unos brazos, apoyándose en un pecho firme y sólido.

Los brazos que rodeaban sus hombros eran fuertes y poderosos.

Jimena giró la cabeza y se encontró con la mirada encantadora de Orson, llena de sonrisas cómplices. Aunque estaba furiosa, al ver esos ojos seductores, su corazón dio un vuelco incontrolable.

Maldita sea, ¿por qué Orson tenía que ser tan atractivo? Su ira se evaporaba y su corazón estaba a punto de ser hechizado por él.

Y esa frase que había dicho, tan ambigua y provocadora.

¿Cómo iba a agradecerle esa noche?e2

¿Qué quería decir con eso? Sonaba raro.

Pero eso no era lo importante. ¿Por qué tenía que agradecerle ella?

Jimena apretó los dientes, intentando controlar el latido de su corazón provocado por esa mirada hechizante, y dio un paso atrás para pisarle fuerte el pie: "¡No tengo nada que agradecerte!"

"¡Ay!" Orson se quejó, mostrando sus dientes por el dolor.

Incluso ese dolor llegó a su corazón. Levantó el pie para ver cómo había quedado su dedo gordo, pero llevaba zapatos y no pudo ver nada.

Aprovechando que Orson se distrajo, Jimena se giró y se alejó a paso ligero.

La boda de Daniel y Julia ya había terminado, y no tenía sentido quedarse más tiempo. Era hora de marcharse.

Además, su presencia solo hacía sentir incómodos a Daniel y Julia. Era mejor irse y dejarlos disfrutar a gusto.

Orson, apenado, le hizo un gesto de disculpa al conductor diciendo: "Disculpa, al final no vamos a tomar el taxi, tenemos nuestro propio coche. Estamos discutiendo."

El taxista, acostumbrado a esas situaciones, arrancó el coche y se fue.

"¡Oye, yo no dije que no iba a tomar el taxi!" Jimena corrió tras el vehículo que ya se alejaba, y con Orson sujetándole la mano, no pudo seguirlo.

Jimena estaba tan enfadada que su respiración se hacía irregular mientras soltaba la mano de Orson con un tirón: "¡Orson, estás loco!"

Orson miró el anillo en su mano como si fuera lo más natural del mundo y dijo: "¿Cómo que estoy loco si estoy persiguiendo a mi esposa?"

Al oír esas palabras, Jimena se infló como un gato enfadado, replicando de inmediato: "¡Quién es tu esposa! ¡Deja de decir tonterías!"

"Ante todos, hace un momento aceptaste mi propuesta de matrimonio, no intentes echarte atrás ahora." Orson habló con una confianza desbordante.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia