Jimena nunca tenía pelos en la lengua y no le importa si Orson se sentía incómodo.
Orson ya conocía el carácter de Jimena, si no lo molestaba, ella no sería Jimena.
Orson dijo mientras comía con naturalidad: "Ya corté relaciones con mi madre, me expulsaron de la familia Salcedo, ahora soy solo un trabajador común, no me llames más 'joven maestro'. Estoy peor que ustedes, al menos tienen su propia casa, yo solo puedo vivir en la casa que me asigna el jefe, y si un día se enoja, puede que me eche y me quede sin hogar. Si eso pasa, Jimena..."
Orson se detuvo, miró a Jimena y luego, con una mirada significativa, también miró a Daniel, que estaba sentado frente a él, directamente en su línea de visión.
Finalmente, su mirada se posó en la cara de Daniel, con una sonrisa traviesa, y dijo: "Señor Daniel, usted y su esposa no se molestarían en acogerme, ¿verdad?"
¿Qué tonterías estaba diciendo Orson?
¡Que ella lo acoja!e2
El corazón de Jimena se hundió y comenzó a latir con fuerza. Orson de verdad no era fácil de manejar, siempre la hacía tener el corazón en un puño.
Solo por venir a comer parrillada por un día, casi le cuesta la vida, organizando todo apresuradamente para que no viera a Fred y Adora.
Si Orson se mudara directamente a su casa, ¿cómo podrá ocultárselo?
Jimena, mordisqueando los cubiertos, con el corazón latiendo salvajemente, miró nerviosamente a Daniel, comunicándose con la mirada: ¡recházalo, tienes que rechazarlo! ¡No podemos dejar que se mude a nuestra casa!
Daniel no miró a Jimena, su mirada siempre elegante se tornó un poco aguda al fijarse en Orson.
Después de unos segundos, bajo la mirada burlona de Orson, habló: "Sr. Salcedo tiene mucho talento, ¿cómo es posible que el jefe lo eche? Aunque lo echaran ahora, de seguro es porque ya encontraste un lugar mejor donde ir."
Esa respuesta, aunque no afirmativa nada, tampoco era un rechazo, pero era la negativa más sutil que había.
Solo quería desviar la mirada, no quería seguir viendo esa pintura cariñosa de Jimena y Daniel juntos.
Se esforzaba por decirse a sí mismo que no le importara, que Jimena y Daniel ya estaban casados, pero su corazón no obedecía.
Ver sus interacciones tan cercanas era como si le clavaran cuchillos una y otra vez en el corazón, era difícil no sentir dolor.
Orson entró en la cocina y abrió el armario.
Jimena, que estaba comiendo, vio a través de la puerta de cristal cómo Orson abría el armario de la cocina, y su corazón se sobresaltó, abriendo los ojos de par en par.
¡Qué Horror, los biberones de los niños estaban todos en el armario!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...