¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 1652

Elia notó la llegada de Asier y su corazón dejó de latir de repente.

Al girarse, se encontró con la mirada fría y profunda de Asier, como un enorme agujero negro que podría devorar a alguien en un instante, causando una sensación escalofriante.

El cuerpo de Elia se tensó por un momento, consciente de que tenía una taza de café en la mano, y que las manos de Ramiro y ella estaban a punto de tocarse, una proximidad muy insinuante.

Rápidamente soltó la taza y miró de nuevo a Asier, quien ya había apartado la mirada.

Con una profundidad misteriosa, se dirigió a Orson: “No vuelvas a llamar sin razón, sabrás las consecuencias si hay una próxima vez.”

Dicho esto, se alejó impulsando su silla de ruedas.

“Asier, no te he mentido, Elia realmente había desaparecido, yo no sabía que estaba en casa durmiendo,” se defendió Orson hacia la espalda de Asier.e2

La respuesta para Orson fue solo el sonido de la silla de ruedas de Asier alejándose sin mirar atrás.

Bruno había entrado con Asier y, al verlo marcharse, miró a Orson y Elia con un gesto de disculpa y salió rápidamente tras Asier.

Desde que Asier llegó, Jimena se sintió nerviosa y asustada, agarrando inconscientemente el brazo de Orson. Solo cuando Asier se fue, Jimena se dio cuenta de que estaba aferrada a su brazo, y muy fuerte.

Orson frunció el ceño del dolor y al mirar a Jimena, sus miradas se cruzaron, chocando durante un segundo como si una chispa cálida se extendiera en el aire.

Al ver los ojos atractivos y fascinantes de Orson, que brillaban con luz propia cuando la miraban, como un zorro encantador, Jimena sintió que su alma estaba a punto de ser arrebatada.

En ese instante, el corazón de Jimena latió con fuerza, un "thump, thump" tan intenso como una montaña rusa.

Orson la observó, notando su nerviosismo y cómo sus mejillas se tornaban tan rojas como manzanas.

Se le apretó la garganta y su mirada se desvió involuntariamente hacia la mano de ella en su brazo. Ese tipo de contacto suele ocurrir solo entre parejas.

"Si tú también tienes miedo, ¿por qué te burlas de mí?" Jimena le lanzó una mirada de desaprobación.

Orson pensó, ¿es tan obvio que temo a Asier? No parecía tan evidente.

Se sintió avergonzado y se tocó la nariz.

Elia miró hacia donde Asier se había ido, con una mirada distante. Sus ojos, recién llorados, volvían a hincharse.

Apretó la palma de la mano y respiró pesadamente.

Asier había venido aquí solo por un instante y ella lo había tomado como algo eterno. Cuando desapareció de su vista, su corazón se sintió como si hubiera sido arrojado por un precipicio, cayendo en un abismo de asfixia y dolor.

Él se había ido sin decir una sola palabra.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia