Dimas se aterrorizó y rápidamente levantó las manos en señal de rendición: "¡No disparen, no he hecho nada aún, por favor no disparen...!"
Sus palabras estaban impregnadas de súplica.
La arrogancia y la lujuria que lo habían invadido se desvanecieron en un instante.
Solo era un matón que quería probar el sabor de una mujer, pero no estaba dispuesto a perder la vida por ello.
El policía, manteniendo su arma apuntada hacia él, sacó unas esposas, se acercó y esposó sus manos a la espalda.
"¡Elia! ¿Estás bien?" Jimena irrumpió en la habitación y al ver a Elia tumbada en la cama con una mirada de desesperación, sintió un nudo en el corazón. Rápidamente, arrancó la cinta de su boca y con ansiedad comenzó a desatar las cuerdas que ataban sus manos.
En el segundo en que las cuerdas se soltaron, Elia sintió como si renaciera. Abrazó a Jimena con fuerza, llorando por el miedo reprimido.e2
Jimena la abrazó de vuelta, acariciando su espalda suavemente mientras la consolaba con preocupación: "Ya está, ya pasó, no tengas miedo, ya está..."
Aunque intentaba consolar a Elia, las lágrimas de Jimena también brotaban sin control.
Ese momento de terror había sido insoportable, y ella también había estado aterrada.
Cuando corrió a buscar ayuda, por suerte encontró una patrulla de policía pasando por la zona. Jimena lo detuvo y, tras ser rescatada, informó a los oficiales de lo sucedido.
Los policías la acompañaron rápidamente al hotel y, gracias al interrogatorio, la recepción no se atrevió a ocultar a qué habitación había llevado Dimas a Elia.
Al saber con precisión cuál era la habitación, se redujo el tiempo de búsqueda. Cuando los policías entraron, Dimas todavía no había hecho nada.
Fue una suerte que Jimena encontrara esa patrulla de policía, que no le dio tiempo a Dimas para actuar, y que el peor de los escenarios no se hubiera materializado.
Sus movimientos eran casi simultáneos, y después de secarse las lágrimas una a la otra, ambas sonrieron a través del llanto.
Pero esas lágrimas contenían demasiada tristeza e impotencia.
Sin embargo, desde ese momento, ambas comprendieron que las mujeres solo pueden confiar en sí mismas. Solo a través de la autoayuda, la independencia y la confianza en una misma, pueden brillar intensamente.
El amor y los hombres no son confiables en momentos críticos; el amor y los hombres solo pueden dejar a una mujer herida en todos los sentidos.
Emborracharse por un hombre y casi acabar en una situación sin salida, es lo más estúpido.
Las mujeres deben ser independientes y fuertes, confiar en sí mismas para brillar y estar calientes. La felicidad es algo que una misma se proporciona, y nunca depende de otros.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...