"Niña, seguro que no hablaste bien. Bueno, esperaré a que salgas de la ducha para hablar, yo te limpiaré el cuarto."
Jacinta estaba a punto de enfadarse, pero pensó que hablar así no era eficaz y decidió dejarlo terminar.
¿Qué?
¡Su madre iba a limpiar su habitación!
El corazón de Jimena, que apenas había empezado a calmarse, se aceleró de nuevo, confundida y nerviosa.
Las ropas de ella y de Orson todavía estaban esparcidas y desordenadas por toda la habitación, sin recoger. Si su madre entraba, vería ese desorden.
Seguro que adivinaría qué había pasado.e2
¿Qué hago, qué hago?
Jimena, desesperada, comenzó a pisotear el suelo, y sin querer pisó el pie de Orson.
"¡Jimena!" La voz de Orson, húmeda y profunda, estaba a punto de reclamarle.
Pero antes de que pudiera continuar, Jimena le tapó la boca.
Era más baja que él, y tenía que estirarse para cubrir su boca.
Al estirarse, sus cuerpos se juntaron sin espacio entre ellos.
Orson sintió su calor y se tensó, su mirada se oscureció y bajó la cabeza para verla.
La temperatura ardiente de su cuerpo se transmitía a través de la piel, y la sangre de Jimena fluía en dirección contraria, todo su cuerpo ardiendo. Al darse cuenta de su estupidez, sus pupilas se dilataron, fijándose en Orson, tan cerca.
Afuera, su madre estaba a punto de entrar a la habitación y ver el desorden. Jimena estaba aterrada.
Fue en vano, y justo cuando estaba a punto de caer, un brazo fuerte rodeó su cintura, tirando de ella con fuerza, y volvió a los brazos de Orson.
Sus corazones estaban pegados, y Jimena ya no podía sentir su propio latido, solo el fuerte y vigoroso corazón de Orson.
Y Orson podía sentir su rápido y desordenado latido, como el de un cervatillo asustado.
Sus ojos se encontraron y en ese momento, el tiempo pareció detenerse.
Solo sus latidos acelerados resonaban en sus sentidos, y el vapor del agua llenaba el espacio, aumentando la temperatura del entorno.
Orson observaba los grandes y redondos ojos de Jimena, como esferas de cristal negro brillando con humedad, sus largas pestañas cargadas de gotas, sin saber si eran lágrimas de nerviosismo o el vapor que se adhería a ellas.
Eso hacía que Orson sintiera la boca seca, y sus labios se acercaban inconscientemente a ella.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...