¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 1759

A pesar de lo que había perdido en las noticias, lo importante para Asier era que él y Elia se habían reconciliado. Era suficiente con que Asier fuera feliz y estuviera contento.

Durante el trayecto, ni Asier ni Elia mencionaron a dónde iban.

Pero Bruno tenía su propio plan, y en poco tiempo, el auto se detuvo en el patio de Villa Serenidad.

Bruno bajó primero, desplegó la rampa y Elia, empujando la silla de ruedas de Asier, se dirigieron hacia Villa Serenidad.

Bruno no los siguió, sino que se despidió de Asier con un: "Sr. Griera, voy a regresar."

Asier no respondió y Bruno se marchó en el auto.

Al entrar en el vestíbulo, Fabio los escuchó y salió al encuentro diciendo: "Asier ha vuelto..."e2

Su saludo fue instintivo, pero al ver a Elia, se quedó sorprendido y luego, emocionado, exclamó: "Elia, has venido. ¿Ya comiste? Voy a pedir que preparen algo en la cocina..."

La vuelta de Elia y Asier a Villa Serenidad no era algo que ocurriera a menudo y Fabio se mostró visiblemente emocionado y algo atareado.

Elia sonrió a Fabio como saludo.

Fabio, aún emocionado, se dirigió a la cocina para organizar la comida.

"Estás cansado, Asier. Te llevaré arriba a descansar", dijo Elia suavemente, empujando su silla hacia el ascensor.

Una vez en la habitación principal, Elia, con experiencia, lo llevó hasta la cama. Se inclinó para levantarlo cuando Asier cubrió su mano con la suya, con una calidez intensa que hizo que Elia detuviera su gesto y levantara la mirada para encontrarse con los tranquilos ojos de Asier.

Esos ojos profundos, como un oscuro cielo estrellado, parecían capaces de absorber el alma de Elia. Al cruzar la mirada con él, el corazón de Elia tembló y perdió la compostura, preguntando: "¿Qué pasa?"

Asier, con un destello en la mirada, sostuvo la mano de Elia y la ayudó a levantarse. Su áspera mano acariciaba suavemente el dorso de la mano cálida de ella, en un gesto lleno de ternura. Con una mirada suave y una voz grave, dijo: "Me has cuidado mucho."

Aunque Elia lo había dicho de manera casual, Asier podía imaginar lo duro que debió haber sido para ella levantarlo y acostarlo cada día, lo agotador que debía ser.

Y sin embargo, ella lo hizo día tras día, sin quejarse.

Elia se detuvo, con una ola de emociones surgiendo en su corazón, una mezcla de amargura y consuelo. Sonrió ligeramente y dijo: "No fue difícil. Mientras tú despiertes, todo habría valido la pena."

Después de hablar, añadió: "Ahora necesitas descansar más para recuperarte. Déjame ayudarte a acostarte."

Cuando se inclinó para levantarlo, la cintura de Elia fue capturada por la firme mano de Asier.

El contacto en ese lugar tan sensible hizo que el cuerpo de Elia se tensara, su sangre hirvió y su rostro se calentó rápidamente.

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