Vicente se apresuró con la taza en mano hacia la habitación.
Antes de llegar, vio a Marisa poner al niño en el suelo y empujar a Floria hacia la salida, gritando agudamente: "¿Quieres asesinar a mi hijo? ¡Tú asesina, sal de su cuarto ahora mismo! Priscila, llama a la policía, ¡no dejes que esta asesina se escape!"
Orson estaba tan angustiado que casi salta de la cama, irritado dijo: "Mamá, ella es la doctora que contraté, vino a salvarme, ¿qué estás haciendo?"
Priscila dijo: "Orson, ¿es que acaso tienes una nueva querida? Ella te llenó de agujas, está jugando con tu vida con estos métodos tan peligrosos, ¡y todavía la defiendes!"
Priscila, furiosa y sin aliento, decía todo esto mientras marcaba un número en su teléfono celular.
Orson, sosteniéndose, se levantó y arrebató el teléfono de las manos de Priscila con una violenta tos: "Ya dije que ella es la doctora que contraté para tratarme, ¡los que deben irse son ustedes!"
Marisa, que seguía empujando a Floria, se detuvo al escuchar las palabras de Orson, y lo miró incrédula, y sintiéndose herida dijo: "¿Qué estás diciendo? ¿Me estás echando?"e2
Marisa, jadeante, tomó al niño en brazos, se acercó a Orson y le puso al niño frente a él: "Mira, trajimos a tu hijo especialmente para verte. No aprecias nuestro cuidado y encima nos echas, ¿qué clase de hijo y padre eres?"
Orson, agotado, cerró los ojos, respiró hondo, y al abrirlos de nuevo, sus ojos reflejaban una profunda tristeza: "Ustedes me han llevado al borde de la muerte, ¿realmente quieren acabar conmigo?"
"¿Qué estás diciendo?" Marisa, al escuchar a Orson, respondió con una expresión herida.
Vicente se acercó rápidamente, intentando mediar: "Orson ha tenido fiebre de más de 40 grados, no puede comer ni beber, fue la Dra. Floria quien le hizo un tratamiento de agujas de plata, y solo entonces quiso beber algo de agua. Si no fuera por la Dra. Floria, ahora probablemente estaría muerto."
Orson se apartó, sin desear hablar más con ella.
Marisa apretó al niño contra su pecho, sintiendo un nudo en el corazón: "Orson, ¿estás realmente tan enfermo? ¿Por qué no me llamaste cuando te enfermaste, por qué no fuiste al hospital?"
Para Marisa, Orson era su único hijo, y aunque siempre se había preocupado por su futuro, nunca había prestado atención a su salud.
Cuando preguntó, sus labios temblaban, y apretó más al niño contra su pecho.
"Si no me crees, puedes llamar a otro médico para preguntar." Floria, después de decir esto, se dio la vuelta y se fue.
Marisa, con los ojos muy abiertos, se apresuró a seguirla: "Espera, nos vamos nosotros, tú sigue tratándolo, no les estorbaremos más, nos iremos..."
Marisa cambió completamente su actitud firme hacia Floria y habló con un tono de súplica. Después de dirigirse a Floria, miró a Priscila y dijo: "Vámonos."
Priscila se mostró indispuesta: "Señora, vinimos a buscar a Orson y ahora ¿nos vamos así nomás?"
"¿No ves que él está ocupado ahora? ¡Vámonos ya!" Marisa habló con una voz firme y autoritaria.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...