¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 1930

Los chicos acababan de jugar con bloques y tenían las manos llenas de gérmenes, Jimena temía que a los niños les diera dolor de estómago.

Jimena, movida por el instinto maternal, estaba preocupada por la salud de los niños.

Estaba un poco nerviosa, soltó esas palabras sin pensarlo mucho y su tono no era el más amable.

No había tomado en cuenta que el abuelo Salcedo y la abuela Salcedo también estaban presentes.

Ni se percató de que su comentario podría interpretarse como una indirecta, como si estuviera diciendo que ellos no tenían sentido común.

Al decir eso, la mesa entera se quedó en silencio.

Jimena se dio cuenta de la inusual quietud y miró hacia el abuelo Salcedo y la abuela Salcedo.e2

Ellos la miraban de una manera extraña, y la mirada de Orson estaba llena de incredulidad, como si quisiera decir: ¿Qué estás diciendo delante de mis abuelos?

Jimena recién entendió que sus palabras habían sonado ambiguas,

quería explicarse, pero ya era tarde.

Estaba a punto de hablar cuando la abuela Salcedo se adelantó con una sonrisa y regañó a Orson: "Claro, Orson, por qué no llevas a los niños a lavarse las manos antes de comer. Son pequeños y tienen las defensas bajas, si se enferman, ellos sufren y nosotros nos preocupamos. Aún tienes que aprender a ser papá."

La abuela Salcedo le dio a Jimena una salida y alivió el momento incómodo.

Jimena forzó una sonrisa sin decir palabra, y de reojo vio que el abuelo Salcedo tenía el ceño fruncido, claramente molesto.

Aunque la abuela Salcedo la había ayudado, sabía que sus palabras habían afectado el orgullo del abuelo Salcedo y de la abuela Salcedo.

Ella seguía siendo la de siempre, impulsiva, sin pensar en las consecuencias antes de hablar.

Después de hablar, se daba cuenta tarde de que no era el momento adecuado.

Por hablar sin pensar, había sufrido más de una vez, pero parecía que no aprendía.

"Es bueno ser pulcro, así se evitan muchos problemas innecesarios", dijo la abuela Salcedo de manera comprensiva.

Jacinta sonrió y les pasó los cubiertos.

En el baño, Jimena llegó a la puerta y vio a Orson lavando con paciencia las manos de los niños.

Se portaban bien, dejándose lavar por Orson.

Mientras lavaba las manitas de Fred, Orson miró hacia la puerta y al ver a Jimena, una sonrisa tierna apareció en sus labios: "Espera un momentito, ya casi terminamos."

Aunque Orson intentaba ser comprensivo, Jimena no se sentía bien y se irritaba al oírlo hablar.

Le lanzó una mirada de fastidio.

Orson, al recibir esa mirada, rápidamente ocultó su sonrisa, cerró el grifo y le cedió el lugar a Jimena.

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