Asier tenía razón, los niños crecen y tienen su propio cielo; tarde o temprano deben volar, no pueden vivir eternamente bajo el amparo de sus padres.
Como padres, debemos aprender a soltar, permitirles volar libremente, eso es el amor más profundo para los hijos.
Pero al pensar que sus hijos realmente habían crecido, que ya no necesitaban su cuidado detallado, a Elia todavía le dolía el corazón.
"No llores cariño." Asier, al verla llorar, se preocupó aún más, levantó la mano y con el pulgar le secó las lágrimas que rodaban por su cara.
La rugosidad de su dedo rozaba la suave piel de Elia, borrando un poco el dolor que llevaba dentro.
Elia levantó la mano, agarró la de Asier que le secaba las lágrimas y frotó su mejilla en su palma. Luego lo miró con unos ojos llenos de lágrimas y ternura y le dijo con la voz más dulce: "Entonces, ¿los esposos son los que pueden estar juntos para siempre, verdad?"
Los ojos de Asier parpadearon por un momento, y luego, de ese negro profundo como la obsidiana, brotó un brillo de ternura: "Sí, vamos el lunes a registrar nuestro matrimonio y ser oficialmente esposos."e2
Esa era una declaración para Elia, no una consulta.
Elia parecía volver a ver al Asier dominante y arrogante de antes.
Antes, su dominio y arrogancia la ponían nerviosa y la asustaban.
Pero en ese momento, al escuchar sus palabras autoritarias, sentía una seguridad que nunca había tenido antes, y su corazón se llenaba de felicidad.
Elia asintió: "De acuerdo."
Luego, ambos se miraron y sonrieron.
Habían dado muchas vueltas durante tres años, no eran esposos, pero se sentían como tales.
Pasaron tres años sin verlos, naturalmente los extrañaba.
Al mencionar a los cuatro niños, Elia todavía se sentía un poco culpable.
"Sí, han crecido mucho, Abel y Joel ya casi me alcanzan en altura. No solo han cambiado mucho en apariencia y estatura, sino también en gustos y hábitos", dijo Elia, frunciendo los labios.
Como la mejor amiga de Elia, Jimena entendía su tristeza y, pasando un brazo por los hombros de Elia, la consoló: "Tranquila, con el tiempo empezarás a entender sus nuevas costumbres. Al ver a los niños, deberías estar feliz."
"Sí", asintió Elia, a pesar de sentirse perdida, también había llegado a un entendimiento.
Como dijo Asier, los niños habían crecido y debían emprender el vuelo.
"¡Epa, ese lugar de tacos parece bueno, vamos a comer tacos!", exclamó Jimena al descubrir un nuevo tesoro: "¡Pidamos los superpicantes!"
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...