Este hombre tenía un porte serio y agudo, incluso sin enfadarse desprendía una cierta autoridad.
Su figura alta y robusta avanzaba hacia Elia con pasos firmes.
Elia se volvió y vio que Asier venía.
Inmediatamente se levantó, olvidándose de tratar su dedo herido.
Asier llegó hasta ella, tomó su dedo sangrante y al ver como la sangre se acumulaba en su dedo, frunció ligeramente el ceño, diciendo: "No deberías recoger pedazos de vidrio con las manos, voy por el botiquín."
Dicho esto, la llevó hacia la estantería, donde estaba el botiquín.
Elia rápidamente retiró su mano de la de él: "No es necesario, es solo un pequeño corte."
Luego, puso su dedo en la boca, lo chupó un poco, y luego se lo mostró: "Mira, ya está mejor, ¿no? Somos gente resistente, no somos tan frágiles."
No había más sangre en su dedo, y la herida ya había dejado de sangrar.
Sonrió levemente, cogió la escoba y comenzó a limpiar los pedazos de vidrio del suelo.
"Sr. Griera, lo siento, sin querer rompí tu taza. Se lo diré al gerente y el costo de la taza se descontará de mi salario", dijo Elia mientras barría.
Asier podía ver que ella estaba evitándolo.
Con su voz profunda dijo: "No es necesario, es solo una taza. El Grupo Griera tiene muchas más."
Asier se acercó a ella, dispuesto a explicarle lo que había ocurrido esa mañana.
Pero Elia levantó la vista, sus ojos destilaban cierto sarcasmo y mirando directamente a Asier, dijo: "Claro, tu empresa nunca carece de nada, tu familia es de la alta sociedad, ¿qué podría faltar? Mucho menos tú, Asier que tienes de todo."
Las mujeres que se agolpaban a su alrededor eran innumerables.
Cambiar de mujer para él era tan simple como cambiar de camisa.
Terminó de barrer los pedazos de vidrio, cogió la escoba y la pala y se volvió para irse.
Un torrente de ira surgió desde lo más profundo de Asier.
Volvió la vista y se sentó en su escritorio para empezar a trabajar.
Esperó toda la mañana a que ella apareciera para poder explicarle que las palabras de su abuelo no reflejaban su opinión.
¡Pero ella había mostrado una actitud de no deberle nada a nadie!
¡Ninguna mujer se había atrevido a hablarle de esa manera antes!
Asier tenía su propia dignidad y orgullo, si su explicación no era aceptada, ¡entonces ella era libre!
Elia, reprimiendo sus emociones, entró en el ascensor, sus hombros tensos se relajaron, pero su corazón revoloteaba como las olas, sintiéndose autocompasiva y triste.
Como se esperaba, solo una mujer de una familia igualmente acaudalada podría casarse con un hombre de la familia Griera.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...